Sánchez, ¿vencedor?

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, Foto: Francisco J. Olmo 29/10/2022

Cada vez huele más a elecciones. Los noticiarios aparecen agitados de nombres y siglas, los partidos se mueven no sólo más, sino de cierta manera. Y según cómo les han cogido los tiempos, unos llevan la iniciativa y otros tratan de mantener el sitio.

El Partido Popular, por ejemplo, parece estar en una expectativa de defensa; quizá Feijóo aproveche un guante de los socialistas, o un traspié de los otros conservadores para sacar pecho como formación centrista con responsabilidad de Estado.

Entre los conservaduros, VOX agita las aguas con rumores de moción de censura. El partido de Abascal repetirá, posiblemente, la táctica de su primera moción contra Sánchez: provocar un acontecimiento noticioso en el Parlamento que le sirva de escaparate y tonifique su caché electoral. ¿Surtirá el efecto buscado?

Sin embargo, lo más interesante sucede en las bancadas de la izquierda. La coalición de gobierno amenaza resquebrajarse, va llegando el fin de su vida útil. El País sorprende con una portada en que detalla debilidades del Ejecutivo. Nada impide que el PSOE repita a los mandos del país, y nada augura que salga debilitado electoralmente de esta legislatura.

Nos encontramos a los socialistas escurriendo el bulto y cargando las tintas contra sus socios podemitas. La cabecilla oficiosa de Podemos y ministra de Igualdad, Irene Montero, está sufriendo las consecuencias de su nefasta ley del «sí es sí», que ha rebajado las penas de cientos de criminales sexuales. La mirada pública que acusa negligencia se extiende también sobre la llamada «ley trans», que fue sancionada este miércoles por el Senado.

En suma, Podemos no parece siquiera estar guardando el tipo. Gira en barrena golpeado desde todos los flancos, bastante le cuesta no descomponerse. El PSOE, naturalmente, recoge ahora los beneficios de una inteligente omisión. Dejó actuar con libertad holgada a Montero, permitiendo que los podemitas se enterrasen ellos mismos. Sánchez ha consentido estratégicamente que se ahoguen en su retórica posmoderna y ñoña, en sus rencores utópicos, en sus medidas histriónicas.

Todos estos giros dramáticos dicen poco de política real y con mayúsculas. Pero se sostienen porque hay una superchería extendida. Es la falsa creencia de que, al introducir ciertos papeles en ciertas cajas, se efectúa una acción formalizadora de cómo es el gobierno de la nación. La creencia de que el voto limita y da a los representantes democráticos el criterio de gobierno en la legislatura vigente.

Por principio, sabemos que no es así. La representación moderna concede plenos poderes sin sujeción a nada. Del sorteo de las urnas salen las suertes de quiénes serán los tiranos absolutos en los próximos años, y en el caso español quiénes serán nuestros tutores al servicio de poderes extraños.

El proceso de unos comicios, por muy diáfano y equitativo que fuera, no hace bueno ni legítimo ningún gobierno. Tras estos entretenimientos partidistas, los destinos de España continuarán regidos desde Bruselas y desde Washington.

Roberto Moreno, Círculo Cultural Antonio Molle Lazo