Historias puñeteras: Carta abierta a todos los fascistas de un ¿ficticio? Secretario de Estado (I)

Querides/as/os ciudadanes/as/es:

Letrados de la Admón. de Justicia protestan ante el Ministerio/ EFE, Mercedes Ortuño

[El ilustre pendolista que firma esta columna, habiéndose dejado, una vez más, sorprender por el vertiginoso ritmo con el que los acontecimientos sobrepasan en surrealismo sus más delirantes elucubraciones fílmico-políticas, ha decidido, esta semana, tomarse un descanso y ceder este su espacio a una voz discordante con el tono general de La Esperanza, pero que también merece ser escuchada. Y que además, qué caramba, es la de un Señor Secretario de Estado. La semana que viene, si el Apocalipsis no ha sobrevenido primero, el ínclito, el talentoso, el único (gracias a Dios) G. García-Vao completará esta serie jurídico-lamentable].

Querides/as/os ciudadanes/as/es:

Caritas urget nos. La cita es de Pablo, uno de los autores del libro santo de los cristianos y quiere decir que «el amor nos obliga». No «la caridad», eso es lo que se decía antes de que la iglesia católica se pusiera a la altura de la Historia, pero hoy la mayoría de los cristianos hablan y piensan como nosotros. Por eso y porque sé que muchos de los que estáis en huelga sois creyentes, me dirijo a vosotros «con vuestras propias palabras». Por eso y porque, desde mis profundas y elevadas convicciones progresistas, sé que es mi deber conducir al mayor número de personas posible a la libertad y al progreso. Por eso y porque sois todos unos fachas, pero sé que, en el fondo, eso no es culpa vuestra. Y, gracias a Francisco, sabemos que tampoco es enteramente culpa de la iglesia.

Os escribo esta carta, haciendo un hueco en mi apretadísima agenda, porque el amor que os tengo, como progresistas en potencia que sois, me obliga a tratar de conduciros al conocimiento de la verdad. No de la «Verdad» así, con mayúscula, en plan fascista y dogmático. De la verdad que consiste en que cada uno pueda elegir libremente su verdad. Porque ya lo dijeron las compañeras y compañeros de lucha que salieron a manifestarse contra los fachas que le dieron una paliza a un joven diversamente sexual de Madrid el año pasado y que luego resultó que se lo había inventado todo: ¡Que la verdad no oculte tu verdad! Porque aquella vez se lo inventó, pero podría haber sucedido realmente. Madrid está llena de fascistas, como todo el mundo sabe. Y los fascistas, los que pretenden que sólo hay una Verdad, así, con mayúscula, son mucho más peligrosos que los que se inventan agresiones homófobas. Porque las agresiones homófobas son más verdad que cualquier «Verdad», así, con mayúscula.

Yo no tengo miedo a nada y mucho menos a los fascistas. Porque aunque no tengo edad para saber lo que son los grises y Franco estaba ya muerto cuando yo comencé a dar los primeros vagidos, soy un guerrero antifranquista desde la cuna. Porque los vascos llevamos la lucha por la libertad en la sangre. Y si a algún vasco se le ocurre luchar contra la libertad, nuestra misión cósmicamente revelada es hacerle verter su sangre de la manera más espectacular posible para poder constatar que, en el fondo, su sangre fascista no es una auténtica sangre vasca.

No es que ser vasco sea mejor que ser catalán o que ser andaluz. Es evidentemente mejor que ser madrileño, pero eso es porque Madrid está llena de fascistas y eso no es únicamente culpa de los madrileños. En plan, de la mayoría de ellos sí, sobre todo de los que escriben en La Esperanza, pero no de los compis del Ayuntamiento y de la Asamblea, que cada día se enfrentan con éxito a los herederos de Franco. Ser vasco, más que una pertenencia, una tradición, una serie de lazos con una tierra y con una cultura, es una manera de ser, una manera de enfrentarse al mundo y de combatir por el Progreso y por la Igualdad que nuestro Partido siempre ha entendido de manera mucho más clara y distinta que cualquier otro partido que haya existido, que exista o que pueda existir o, siquiera, ser pensado. Porque lo que siempre ha hecho nuestro Partido, al menos desde que expulsamos a los fascistas que se habían infiltrado (quiero decir, a los fascistas que no dejaron su sangre en las cunetas y en los despachos) y que, como progresistas desteñidos que eran, fundaron un partido de color rosa, ha sido darle una mano a los asesinos y otra a las víctimas, porque nosotros somos eso: el eslabón firme que une a todos los que viven en nuestro país (el Vasco y también el Catalán y el Andaluz y las cosas que quedan entre medias) con los vínculos de la Igualdad, del Progreso y de la Paz.

(Continuará)

Excmo. Sr. Secretario de Estado

Deje el primer comentario

Dejar una respuesta