No es que ser vasco sea mejor que ser catalán o que ser andaluz. Es evidentemente mejor que ser madrileño, pero eso es porque Madrid está llena de fascistas y eso no es únicamente culpa de los madrileños. En plan, de la mayoría de ellos sí, sobre todo de los que escriben en La Esperanza, pero no de los compis del Ayuntamiento y de la Asamblea, que cada día se enfrentan con éxito a los herederos de Franco. Ser vasco, más que una pertenencia, una tradición, una serie de lazos con una tierra y con una cultura, es una manera de ser, una manera de enfrentarse al mundo y de combatir por el Progreso y por la Igualdad que nuestro Partido siempre ha entendido de manera mucho más clara y distinta que cualquier otro partido que haya existido, que exista o que pueda existir o, siquiera, ser pensado. Porque lo que siempre ha hecho nuestro Partido, al menos desde que expulsamos a los fascistas que se habían infiltrado (quiero decir, a los fascistas que no dejaron su sangre en las cunetas y en los despachos) y que, como progresistas desteñidos que eran, fundaron un partido de color rosa, ha sido darle una mano a los asesinos y otra a las víctimas, porque nosotros somos eso: el eslabón firme que une a todos los que viven en nuestro país (el Vasco y también el Catalán y el Andaluz y las cosas que quedan entre medias) con los vínculos de la Igualdad, del Progreso y de la Paz.
Por eso me duele ver que los fascistas volvéis a estar de moda. Pero yo no os tengo miedo, porque yo he mirado a los ojos de los Combatientes por la Libertad, ojos duros, de luchadores; ojos cansados, de soldados que se saben derrotados y les he dicho: «¡Eh! ¡Ánimo! La paz está cerca». Porque yo sé lo que es negociar bajo presión y sé, también, que eso se acabó cuando nosotros, los que amamos este país y todos los pueblos que lo habitan (los andaluces, los catalanes, los vascos) nos sentamos a hablar y pusimos las bases del diálogo por la paz y la reconciliación. Yo no tengo miedo a los fascistas, porque yo he mirado a los ojos de los combatidos por la libertad, ojos duros, de burgueses reaccionarios, de viudas de generales que votan a la derecha, de fascistas infiltrados en nuestras filas y les he dicho: «¡Eh! ¡A joderse! La paz está cerca»
Sí, yo sé lo que es negociar bajo presión. Yo sé lo que es vivir con miedo, porque yo sé lo que es prometerle a tus amigos, combatientes por la libertad, que les avisarás a su debido tiempo gracias al compañero de lucha que trabaja en el bar con nombre de pájaro, sabiendo que detrás de ti los fascistas de las togas te acechan para arruinar toda tentativa de Paz y de Progreso.
Yo no tengo miedo a nada, y menos que a nada a los fascistas con toga. No tengo miedo de invitaros a mi despacho a las siete de la tarde a negociar el fin de su huelga, porque no tengo miedo de deciros, todas las veces que haga falta, que vais a pasar hambre vosotros y vuestros hijos. Porque con los fascistas hay que tener mano dura. No he dudado en miraros a los ojos en silencio durante cinco horas, experimentando vuestro miedo y vuestra mediocridad, porque vosotros sabéis quién soy yo y porque vosotros mismos sois dolorosamente conscientes de quiénes sois. No tengo miedo de presentaros una única solución al «conflicto», como os gusta llamarlo. Porque no es un conflicto, es un chantaje inconstitucional al Estado y al Progreso. Por eso mi solución es simple y rápida: paradlo todo YA y, quizá, me piense si estudio alguna de vuestras propuestas menos estúpidas. Porque ya habéis visto que no tengo miedo de echaros a patadas a las ocho de la mañana del día siguiente de mi despacho. Porque es mío y lo he ganado por mis méritos, por mi lucha, por mi compromiso con la Igualdad y el Progreso de todos los pueblos de este país. Incluso de los madrileños. Colgad todas las togas que queráis de todos los balcones de este país: nunca serán togas de jueces y magistrados. Que aunque entre ellos también hay muchos fascistas, al menos saben mantenerse calladitos y en su sitio. Porque ya lo dijo el Presidente: la Fiscalía (es decir, la Justicia), ¿en manos de quién está, eh?
Yo soy T… y no tengo miedo a negociar bajo presión. Eso se acabó cuando se acabó el terrorismo. Y gracias a nosotros, al PSOE y a sus aliados, la AVT ya no está en situación de hacer daño a nadie.
¡Yo soy Espartaco, digo T…, y no tengo miedo a los Letrados de la Administración de Justicia!
Excmo. Sr. Secretario de Estado
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