Francisco Sauri había nacido en Cataluña en 1795 e ingresó en la Compañía de Jesús a los 22 años. Su congregación lo destinó al Colegio Imperial de Madrid, donde fue apreciado por su buen carácter. Le asignaron el cargo de procurador de la casa. Allí se encontraba en el verano de 1834.
La situación era complicada, pues una epidemia de cólera había llegado a Europa procedente de la India y asolaba la ya Villa y excorte. En lo político, el débil gobierno liberal de Martínez de la Rosa temía la llegada de las tropas de S.M.C. Carlos V y desde las bases del partido liberal, esto es, desde las logias se trabajaba activamente para intoxicar el ambiente con propaganda anticatólica y antirrealista.
Difundieron el rumor de que la epidemia de cólera tenía su origen en el agua de las fuentes, previamente envenenada por los miembros de las órdenes religiosas. Este rumor fue difundido con intensidad entre la Milicia urbana ―cuerpo paramilitar― y el pueblo, que vivía contemplando con horror el avance de la epidemia. El 17 de julio de 1834 fue el día marcado por las sociedades secretas: día de revolución, esto es, de masacre, pillaje y desolación. Es conocido como el día del «Degüello de los frailes».
Con gritos de «¡Viva la libertad!» miembros de la Milicia urbana y elementos revolucionarios irrumpieron en el edificio del Colegio Imperial, sito en la calle Toledo. Algunos de sus ocupantes pudieron refugiarse en la capilla y, por disposición de la Providencia, salvaron la vida. Otros, como el padre Francisco Sauri, no tuvieron tiempo.
El padre Sauri permaneció sentado en su celda, rezando el Rosario. Así lo encontraron los asaltantes. Antes de sacarlo de allí para matarlo de un disparo, pudieron escuchar cómo decía «Oh Sacratísimo Corazón, recibid mi espíritu; perdonadles, porque no saben lo que se hacen».
Margaritas Hispánicas
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