Aunque se anuncie a bombo y platillo que cada generación es más capaz, más inteligente, más tenaz que la anterior, no es cierto. Los que lo creen con más firmeza son los pedagogos detrás de la evolución de las leyes educativas en España.
Son firmes creyentes en el mito ridículo de un progreso siempre a más, siempre a mejor, que cumple inevitablemente un avance programado ad infinitum. La Historia siempre hacia arriba significa un conocimiento deficiente de los sucesos históricos concretos.
Y como parece que desde la revolución industrial la tecnología no para de avanzar, estos devotos quieren montarla como yegua de batalla. Ensalzan como un ídolo especialmente la tecnología digital, señalándose con ella como con el caballo arévaco.
Por eso no es nada extraño que la nueva ley educativa (LOMLOE) haya convertido en un contenido transversal el uso de las TIC o nuevas tecnologías. ¿Qué significa esto? Que todos los profesores, sin distinción de su asignatura específica, deben hacer pasar su enseñanza y el trabajo de los alumnos por alguna labor digital. Especialmente tendrán que incluir el uso de estas TIC en los proyectos significativos, que diseñarán obligatoriamente cada trimestre.
¿En qué potencia el uso de un móvil el cálculo o el razonamiento matemático? No sé si alguien puede responder. ¿Cómo un «Kahoot» u otro juego de gamificación asienta mejor los conocimientos de Geografía o de Lengua? Aún no está claro. ¿En qué medida grabar un vídeo expositivo mejora la adquisición de la Química, de la Filosofía, de la Educación Física? Parece que no aporta nada.
Al contrario, se constata cada vez más que el uso de teléfonos inteligentes, tablets, computadoras, está relacionado con deterioros cognitivos. El uso desde tierna edad de las pantallas, la utilización bulímica de aplicaciones como TikTok, Instagram, y otras peores no sólo consumen nuestro tiempo: merman nuestra capacidad de atención y nuestro autodominio.
¿Cómo explicar el analfabetismo funcional, la baja compresión lectora que es general, la irrealidad pasmosa en las expectativas vitales de los alumnos? Lo vemos cada día en nuestras aulas, y no se puede contestar sin referencia al uso impenitente de móviles y pantallas táctiles. Los datos y estudios neurológicos echan por tierra la utopía tenebrosa de los «tecnologistas».
Estos luditas del revés están atenazados por una falsa creencia, ante la que se levanta el muro de la realidad. Les apresa la superstición de que estas nuevas tecnologías no sólo son excelentes, quintaesencia de bondad. Sino que parecen venerarlas como la muleta sin la cual nuestra ruinosa naturaleza no puede andar. «¡Alabada la tecnología de las pantallas táctiles! Sólo éstas pueden sacarnos de la barbarie de la ignorancia y el oscurantismo manual».
Roberto Moreno, Círculo Cultural Antonio Molle Lazo
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