Había nacido en el año 1900 y, siendo muy joven, ingresó en el seminario de Guadalajara. Destacó por su capacidad para organizar y dirigir la Acción Católica en la que se distinguió por su actividad en obras católico-sociales. Fue ordenado sacerdote en 1922.
Se le asignaron diversos destinos: Sayula, Yahualica y Tequila, entre otros. Nunca abandonó el apostolado con obreros, pero destacaba por establecer allí donde iba la «cruzada eucarística».
La revolución avanzaba en México, atizada por el odio de las sociedades secretas. El clima social se hizo irrespirable, hasta que la persecución gubernamental le obligó a vivir una vida de nómada. En la región donde habitaba, cientos de personas se habían levantado en armas contra el Gobierno. Había comenzado la Guerra Cristera. Los sacerdotes que se acercaban a los alzados eran considerados cómplices del delito de rebelión.
Toribio utilizó una fábrica abandonada para celebrar la misa a escondidas y acudía por la noche a la ciudad de Tequila, para administrar los sacramentos.
El día 25 de febrero de 1928 unos soldados federales entraron en su casa. El padre Toribio había sido delatado. Estaba en su cuarto, y en cuanto lo reconocieron, le dispararon, matándole. Llevaron el cadáver a Tequila donde lo tiraron frente a la presidencia municipal. Dos días antes su hermano Román, también sacerdote, le había escuchado en confesión y había recibido su testamento. Estas eran sus últimas voluntades: «te encargo mucho a nuestros ancianitos padres, haz cuanto puedas por evitarles sufrimientos. También te encargo a nuestra hermana María que ha sido para nosotros una verdadera madre… a todos, a todos te los encargo. Aplica dos misas que debo por las almas del purgatorio, y paga tres pesos cincuenta centavos que le quedé debiendo al señor cura de Yahualica».
Margaritas Hispánicas
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