Los que llaman a la blasfemia «arte», llaman «violencia» a la limpieza

Muestra blasfema en la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina

Ahora sí, aquí hay más arte. ¡Qué arte! Foto: MDZ

Los cachorros de macabeos que limpiaron un basurero de León Ferrari en 2004 están vivos y ahora han hecho limpieza en otro basurero en la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. No hay cachorros de macabeos en Austria, están muertos, y no han tenido valor para impedir un desfile blasfemo que, con la aquiescencia de un clero complaciente que se lava las manos, tuvo lugar en la catedral de Klagenfurt.

El entronizador de la Pachamama, siendo arzobispo de Buenos Aires, escribió una carta católica de protesta de este tenor: «desde hace algún tiempo se vienen dando en la Ciudad algunas expresiones públicas de burla y ofensas a las personas de nuestro Señor Jesucristo y de la Santísima Virgen María; así como también a diversas manifestaciones contra los valores religiosos y morales que profesamos». Esto es algo que no hace el obispo de Mendoza(*) que afirma que la exposición ofende a sus sentimientos religiosos y no a Dios; se supone que se refiere a un dios subjetivo, muy sentimental. A causa de la incongruencia liberal del clero vamos a tener que afirmar que Roma locuta, causa infinita.

Ante una justicia que, en lugar de estar ciega está medio tuerta y además, con manos atadas a causa de la libertad de expresión, a los estudiantes católicos de la Universidad Nacional de Cuyo no les ha quedado otro remedio que actuar. Esos estudiantes han hecho una interpretación de la obra que aparentemente no place a los iconoclastas blasfemos que ahora quieren provocar con el victimismo, escandalizándose de que todavía existan corazones dispuestos a dar testimonio de su fe, incluso hasta el martirio.

Quienes pusieron de moda las «performances» se rasgan las vestiduras frente a los bien nacidos que no están dispuestos a tolerar las ofensas a Dios y las injurias a su Madre. Es probable que los del linaje de la serpiente pretendan aplicar la Ley del Talión para hacerlos pedazos, por eso, nuestras oraciones los acompañan.

Álvaro de Tarfe

(*)

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