En el mes de los Mártires de la Tradición: los Macabeos Mejicanos (y II)

también comparten con ellos la gloria de haber defendido la Santa Religión en Méjico los generales Manuel Ra­mírez de Arellano, Tomás Mejía y Leonardo Márquez

Particularmente los Macabeos (mejicanos) fue un sobrenombre para dos generales que se enfrentaron a la Revolución de Ayutla y sus estragos, como fue la Guerra de Tres Años (1854-1861), esos dos hombres fueron el general Luis G. Osollo (y el general Miguel Miramón. Estos generales combatieron en diversos sitios de la República Mejicana, en este momento no atenderemos al detalle de sus batallas sino a las ideas que defendían y la razón de ser considerados Macabeos. 

Tanto Luis G. Osollo y Miguel Miramón eran militares de carrera graduados del Heroico Colegio Militar, ellos pertenecieron a esas últimas generaciones cer­canas al ejército virreinal en donde importaba forjar el carácter, existía una mo­ral y sobre todo un sentido caballeresco del honor. Cuando estalló el conflicto contra los partidarios de Ayutla que eran encabezados por Juan Álvarez, Luis G. Osollo se adhirió al Plan de Zacapoaxtla (1855) que había iniciado el general An­tonio de Haro y Tamariz, proclamaba la defensa de la religión y los fueros. Por su parte Miguel Miramón había sido enviado a sofocar el levantamiento de Zaca­poaxtla, pero al ver las convicciones por las que luchaban se sumó a ellos. A par­tir de ese momento Luis G. Osollo y Miguel Miramón trabajaron juntos para re­cuperar el terreno que los liberales  fueron conquistando a su paso entre 1855 y 1857.

Fueron los sermones de los curas de pueblo en los que dieron el sobre nom­bre de Macabeos a Osollo y Miramón, cada conquista que tenían era recibida por un: ¡Vivan los campeones de la Iglesia! ¡Vivan los Macabeos! ¡Viva la Religión!, y se le recordaba a la feligresía el ejemplo de lucha de los jóvenes generales, que sólo tenían veintiocho años el primero y veinticinco el segundo. 

Cuando Miguel Miramón tomó la ciudad de Puebla, las damas piadosas de la catedral le bordaron una bandera para que recordara la defensa de la causa de la Iglesia en Méjico. La bandera es descrita por Carlos Sánchez-Navarro en su biografía a Miguel Miramón de la siguiente manera: «Una bandera negra con una gran cruz encarnada de blanco en el centro y cuyo lema se leía: ¡Religión o Muerte!».

También menciona Carlos Sánchez-Navarro un testimonio interesante so­bre las monjas de Santa Clara, se dice que en agradecimiento por la defensa de la religión, le otorgaron a los Macabeos Mejicanos: «unos petos blancos fijados so­bre el uniforme de oficiales, que les daban la apariencia, cuando estaban a caballo y a distancia de antiguos cruzados». 

El 5 de Febrero de 1857 se ratificó la Constitución Liberal en Méjico. Los partidarios de Ayutla cumplían sus objetivos e incorporaban paso a paso las leyes anticlericales que Benito Juárez había dado de alta en su gobierno en Oaxaca. A su vez en diciembre de 1857 el general Félix Zuloaga proclamaba el Plan de Tacubaya para iniciar la Guerra de Reforma(1858-1861). Méjico iba a te­ner dos presidentes, uno que apoyaba el gobierno constitucionalista-liberal re­presentado por Benito Juárez con sede en Veracruz y otro tacubayista-conserva­dor encabezado por Félix Zuloaga con sede en Ciudad de Méjico. 

Luis G. Osollo y Miguel Miramón  decidieron apoyar al gobierno emanado por el Plan de Tacubaya y fueron premiados por sus victorias con el grado de ge­neral de división. Durante la Guerra de Reforma la lucha entre liberales y con­servadores en Méjico se agudizó, los ultrajes a la Iglesia aumentaron y el deber de los Macabeos también aumentó con victorias. 

La gente escribía sobre la grandeza del general Luis G. Osollo:

Noble joven, intrépido guerrero
Osollo, general esclarecido
Que entre los mejicanos el primero
Por la causa de Dios ha combatido.

Lamentablemente cuando el Méjico Católico necesitaba más de estos Maca­beos, el general Luis G. Osollo murió de cólera el 18 de junio de 1858. Luis G. O­sollo murió con los sacramentos como un fiel hijo de la Iglesia de la mano del padre Juan Bautista Ormachea y Ernáiz (futuro obispo de Tulancingo). Las últi­mas palabras del macabeo Luis G. Osollo se dirigieron a Nuestra Señora de la Purísima Concepción, de quien era fiel devoto: «Madre mía, sin ningún interés ni aspiración he defendido los derechos de tu Hijo y de mi patria: ahora a Ti cor­responde pedirle que me lleve a su Reino».

Sin el general Luis G. Osollo el gobierno de Félix Zuloaga perdía a un buen estratega y la Iglesia perdía a un hijo que no tuvo temor de defender a Cristo de sus enemigos. No todo estaba perdido pues quedaba el lugar de general cruzado para–Miguel Miramón, que empezaba a ser conocido en solitario como «el joven Macabeo» a reflejo de Judas Macabeo. El general Miguel Miramón continuó su defensa de la Iglesia y la patria católica, llegó a ser presidente de Méjico en 1859 y también comandante  encargado de enfrentarse a las fuerzas constitucionalis­tas-liberales de Benito Juárez hasta 1861,que fue derrotado militarmente por los liberales. En este espacio no hablaré de las razones de su derrota que son varias e incluyen en buen lugar la intervención del gobierno de Estados Unidos en fa­vor de la masonería y el bando juarista (algo nada nuevo en la Historia de Méjico). Cabe cerrar que la lucha que encabezó el joven Macabeo Miguel Mira­món buscó por medio de su ejercicio la defensa de la patria católica, a pesar de la limitación doctrinal en política  de su tiempo y la falta de recursos para obtener la victoria. Cabe decir de Miramón que es un soldado de la Fe y un caballero del Papa Pío IX, pero eso ya es otra historia  que más adelante podremos retomar…

Gloria y honor al inmortal guerrero

A Miramón cuya invencible espada

Supo humillar el atrevido acero

Del que impugnó la religión sagrada

Por esto y más nuestros Macabeos del siglo XIX en Méjico no deben ser a­nónimos, como anónimo no es ningún soldado de la tradición ante Dios. En este breve artículo se han hecho presentes los generales Luis G. Osollo y Miguel Mi­ramón, pero también comparten con ellos la gloria de haber defendido la Santa Religión en Méjico hombres de gran talla como fueron los generales Manuel Ra­mírez de Arellano, Tomás Mejía y Leonardo Márquez. Para los revolucionarios radicales o moderados, liberales o conservadores de la revolución; estos hom­bres siempre fueron una amenaza pues no servían a banderas de causas momen­táneas, nuestros ultramontanos en su esencia servían a la causa de Dios, a la causa de la Patria Católica a la causa de la Santa Tradición. 

Alexander G. Becker, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta

 

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