Carmelita Robles, la mártir jalisciense olvidada

se entregó por completo a la causa católica por la libertad de la Iglesia

Nacida en la ranchería Las Marías en 1888, Carmen Robles fue hija del matrimonio entre Elías Robles y Gila Filomena Ibarra. De orígenes humildes, completó su educación primaria internada en un colegio particular.

No pudiendo cumplir su deseo de ingresar a la vida religiosa, se dedicó devotamente a Dios guardando celosamente la observancia de las Hijas de María, asociación a la que ingreso desde muy temprana edad. Dedicó su vida a cuidar de su padre, quien sufría de parálisis, y a realizar buenas obras. Como suele suceder a las almas más cercanas a Dios, su piedad le ganó tanto simpatías como enemistades, estas últimas especialmente entre los enemigos de la asociación a la que ella pertenecía.

Cuando en julio de 1926 fue suprimido el culto público, Carmelita se entregó por completo a la causa católica por la libertad de la Iglesia. Escondía sacerdotes en su casa, y llegó a acomodar un aposento de manera que sirviese de altar para celebrar los santos oficios. Bautizos, y hasta algunos matrimonios fueron celebrados tras las paredes de su hogar. También se dedicó al apostolado de repartir volantes animando a los católicos débiles, para evitar que apostataran de la fe.

Debido a su apostolado por la fe católica, Carmelita fue denunciada repetidas veces ante las autoridades, por lo cual el coronel Juan Vargas decidió mantenerla en el punto de mira. Visitando la casa de Carmelita con frecuencia para inspeccionarla, quedó admirado de la preparación intelectual de la dama, la cual refutaba sus proposiciones anticatólicas con firmeza y gracia. Sin embargo, esta admiración no impidió que procediese en su asedio.

En enero de 1928, después de una expedición de saqueos y asesinatos en las rancherías aledañas, el coronel Eulogio Mendoza Guerra inspeccionó la casa de Carmelita. Como la asociación de las Hijas de Maria vestían todas de negro y llevaban al pecho las cintas de la asociación, el coronel las considero como monjas.

El 15 de enero volvió a allanar el aposento de Carmelita, y como faltasen algunas señoritas, ordenó inmediatamente la captura de las presentes, pues las acusaban de ser monjas. Como Carmelita se rehusase, terminaron por lazarla con una reata, y derribándola, la arrastraron fuera de su casa. Ya en la calle, Vargas les dijo: «Fórmense, que las vamos a arrastrar a todas aquí, en el empedrado». Carmelita, alentando a sus compañeras, les dijo: «Si nos arrastran de aquí a la esquina, nos vamos al Cielo».

Puesto que las señoritas se rehusaron a utilizar las monturas, se las llevaron a pie hasta llegar a la cuesta de Las Cuevas, a un kilometro de la población. A Carmelita la llevaban con las manos atadas y lazada por el cuello. En San Antonio, Vargas y Mendoza destrozaron las imágenes del templo. Carmelita animaba a sus compañeras para que no titubeasen ante el sufrimiento.

Las trasladaron de San Antonio a Soledad. Estando en ayunas y muy débil, Carmelita se recostó en una tabla, donde dormitó por un momento. En ratos el abatimiento la vencía y lloraba. Mas luego se reponía, y recordando a sus compañeras pasajes de la novela Fabiola, escrita por el Cardenal Wiseman, las animaba.

Martirio

Llegaron a Mezquitic alrededor las 11 de la noche. En ese lugar, a media noche del 17 de enero de 1928 los coroneles Vargas y Mendoza, y Jesús Ocampo apuñalaron a Carmelita, y le dieron sepultura en una cavidad no muy honda, cerca de la escuela municipal. Puesto que este crimen lo cometieron alejados de las demás prisioneras y de los soldados, al volver a encontrarlos les dijeron que Carmelita se había escapado. Ante esto, un soldado dijo a las prisioneras «éstos ya la mataron».

Sus restos fueron descubiertos 35 años después de su martirio, en 1963.

María Fernanda SánchezCírculo de Lectura Tradición

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