Cuando nos aproximamos al final de este mes dedicado a honrar a los Mártires de la Tradición, recomendamos la lectura de este «Romance de la Tradición» que fue brillantemente proclamado por su autora, la margarita Helena Escolano (en la imagen), durante la celebración de los actos centrales en Valencia.
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Muy queridos asistentes,
damas y caballeros, correligionarios todos -que en esto hay muy gran contento-: Por primera vez asisto a este acto solemne y bello, y por esta circunstancia me han pedido un parlamento. Por ser yo muy primeriza, turbéme en primer momento, que aquí hay personalidades de tradición y abolengo; ¿y qué podría yo decir que no supieran ya ellos? Así que por no cansarles ni darles mucho tormento pensé escribir en romance algún que otro pensamiento. Heme aquí, pues, ante ustedes con la rima y balanceo; que, si he de contar historia, dicen que es buen condimento. Como quiso el rey don Carlos que a los Mártires honremos, aquí estamos reunidos en un devoto festejo. Ellos cayeron en guerras, por la Tradición murieron, por defender a Dios, que es de la Patria el fermento, y al Rey que sustenta leyes para lo fértil y bueno. Pero ya nos lo enseñaron los apóstoles primero: que de sangre de martirio brota muy santo reguero. Fue así Esteban condenado, lapidado con desprecio; pusieron sus vestiduras a los pies del fariseo. Y éste vino a ser San Pablo, convertido para el cielo. Y así sólo Dios lo sabe: Cuánta sangre, cuánto rezo de los mártires pasados han dado nuevo sarmiento. Y cuántas gotas vertidas son para bien y ejemplo. Que Él bien sabe sacar bienes de los males a su tiempo. ¿Y qué narración contarles yo que poca andanza tengo? Les hablaré, pues, de cómo llegué yo al presente evento, y de cómo a la Tradición acerquéme, y por qué medio. De cómo Dios me dispuso y cómo arribé a estos puertos, puedo atisbar unas luces, después de mis muchos yerros. Sí que es cierto que buscaba, mas por mucho campo yermo, con erráticos caminos, y mucho entumecimiento. Por una pepita de oro tragaba yo mucho cieno, e iba yo mal preparada para tal descubrimiento.
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Pero Dios, que inspira a otros,
hizo bien mover los remos. Y con un muy buen programa quiso a bien favorecernos. Fue por Juan Manuel de Prada, valiente escritor certero que organizó unos debates sobre ideas de altos vuelos. «Lágrimas en la lluvia» removía con denuedo los dogmas más incrustados del tiempo que padecemos. Tratábanse muchos temas: la Evolución y los gremios, la Inquisición y el pecado hasta el demonio y Lutero. Escuché a Miguel Ayuso, quien, con verbo bien severo y estructura de sonata, erudito y de humor lleno, con dicción marcial y recia, con un hondo fundamento desmontaba las falacias, rebatía los entuertos, y las jergas modernistas parecían sonajeros. Y hubo también sacerdotes que sin temer el destierro nos hablaron de lo grande: de la fe y del infierno, del demonio y de la carne. De eso que ya no es moderno y nos lo eluden y esconden. Vino José Miguel Gambra a varios de estos encuentros. Hablaba con caridad y fue estímulo y acierto. Con lógica disertaba sobre variados aspectos: la caída en el pecado, el mal, o lo que creyeron los herejes protestantes o los que parecen serlo. En otra emisión veía a don Andrés Gambra asiendo los meollos que menoscaban la Hispanidad y su aliento, desenmascarando falsos y modernos aspavientos: Leyendas negras y turbias, ruptura y falsos «Derechos». Y en estas lides entraban con serenidad y esmero. «¡Aquí hay sal, y es bien salada!» —me dije yo en mis adentros—. Pues de lo común a ellos hay que seguir el sendero. Así me puse a leer, y dióme Dios con qué hacerlo. Había que encontrar el hilo que ensarta el collar al cielo. Lo demás, ya lo imaginan: que fue Dios sembrando el tiempo de personas, y de libros y del santo sacramento. Y si el fin es coherente bueno, bello y verdadero, con razón nos exaltamos por Dios, Patria Rey, y Fueros. |
Helena Escolano, Margaritas Hispánicas
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