El problema de Asturias no es el fuego (ni los ganaderos)

Incendio en Monte Naranco

La mayoría de los españoles leerán estos días con desinformada indignación el titular de que Asturias sufre una ola descontrolada de incendios forestales provocados (una de tantas, en realidad, pues ya son varios los años en que el escenario se repite). Sus iracundas miradas se dirigirán de inmediato a los supuestos culpables, los ganaderos, a quienes acusarán sin piedad de «quemar la tierrina» (desde sus cómodas urbanizaciones, dicho sea de paso). Pero la sorpresa y la indignación de estos desinformados lectores no hace otra cosa que evidenciar el divorcio absoluto entre el campo y la ciudad. El motivo de ese divorcio es claro: una de las dos partes ha olvidado que es la intervención humana la que garantiza la sostenibilidad del medioambiente a través de la explotación de los recursos naturales (y particularmente de la ganadería).

Lo cierto es que el fuego, lejos de ser un problema, es un necesario instrumento de gestión del territorio que sirve, de manera controlada, para limpiar el terreno y regenerar y favorecer el nacimiento de pastos para el ganado. No, el problema no es el fuego. «Lo que realmente sufrimos —ha escrito Juan Andrés Oria de Rueda en estas mismas páginas— y que constituye un problema social y ambiental de primera clase es la extensión en los últimos tiempos de Grandes Incendios Forestales (GIF o megaincendios) de proporciones catastróficas, que dan lugar a pavorosas pérdidas ecológicas, económicas y humanas». Y uno de los principales motivos, añade el botánico burgalés, «es el desamparo total de grandes extensiones de vegetación, sobre todo en las regiones montañosas, como consecuencia del abandono total del territorio, vaciado de población, y la pérdida de las medidas tradicionales de mantenimiento de los ecosistemas».

 La conclusión es clara: si disminuye la ganadería, el riesgo de incendios de gran magnitud aumenta exponencialmente. La ganadería contribuye de manera decisiva a la prevención de los incendios forestales, creando espacios abiertos y un mosaico de cortafuegos naturales que, además, promueve y protege la biodiversidad.

Por tanto, no podemos dejar de señalar la hipocresía de quienes, so pretexto de proteger el medioambiente del sobrepastoreo y la contaminación, han propiciado normativas que empujan a los ganaderos a nichos marginales de explotación e impiden el fomento del ganado extensivo y rotacional que el terreno necesita para que se mantengan los pastos, para luego señalar con el dedo a los ganaderos que, acuciados por el estado selvático de los montes y bosques abandonados por esa normativa (la flora y fauna salvaje devoran la pastura), deciden utilizar el fuego para poder mantener sus reses.

El problema, pues, tampoco son los ganaderos; sí lo son, en cambio, los responsables de la políticas territoriales que han vaciado media España y viciado la otra media.

Manuel Sanjuán, Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella

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