El Platón invertido (y II)

nos ilustra el sabio heleno en que hay varios elementos en el entendimiento de toda realidad

Composición editorial sobre copia romana de un busto de Platón del s. IV a. C.

Hay entre los pedagogos quien ha asemejado su postura a la del maestro antiguo, o a la de Sócrates. Es cierto que en su Carta VII Platón habla de un saber excelso que no es como las demás ciencias: No se puede enseñar completamente, y mucho menos por escrito —«sólo después de una larga convivencia con el problema y después de haber intimado con él, de repente, como la luz que salta de la chispa, surge la verdad en el alma y crece ya espontáneamente»—.

Ahora bien, esto resulta así por la excelencia del objeto de esa ciencia y por la rudeza de nuestras facultades. Las disciplinas y las ciencias son transmisibles por su esencia. Y, aún en esta ciencia excelente, da a entender Platón que convienen los apoyos y las indicaciones de un maestro experto.

Platón hace esa distinción egregia porque tanto los saberes como su modo de enseñanza se diferencian por el objeto que los especifica. Y nos ilustra el sabio heleno en que hay varios elementos en el entendimiento de toda realidad. Los más esenciales son el «objeto en sí, cognoscible y real» y el conocimiento como posesión intelectual «en las almas» de ese objeto.

Pero en su transmisión entre preceptor y discípulo, este conocimiento depende de elementos más variables y endebles (el «nombre», la «definición» que no siempre es buena, la «imagen»…), factores que influyen en que no siempre la enseñanza se consume. Ése es el motivo por el que Platón se opone a dejar ciertos asuntos por escrito. También es el motivo, para escándalo de los piscopedagogos, por el que alaba la memoria como elemento imprescindible para adquirir, acrecentar y perfeccionar los conocimientos.

En suma, el sabio dice verdad en que el conocimiento lo es sobre contenidos que se alcanzan y pueden transmitirse. Según el tipo de conocimientos, se especifica la ciencia y su modo de enseñarla. Y si esta nueva pedagogía se nombró alguna vez platónica, es una inversión platónica: no existe para Platón ni un enseñar ni un aprender valetudo.

De igual modo, como la realidad es jerárquica, también en el orden del conocimiento la adquisición de unos saberes depende de poseer ya otros previos. Igualmente, unas facultades dependen de otras. En la enseñanza están implicados múltiples factores, algunos de ellos son más importantes, pero deben concertarse todos para que el aprendizaje llegue a buen puerto. No existen competencias que consistan en el aprender exento, hipostatizado o puro.

Roberto Moreno, Círculo Cultural Antonio Molle Lazo de Madrid

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