Atrevida afirmación. Y no se dice sobre varios pueblos abandonados que existen en la provincia, o cuyos habitantes naturales hayan dejado paso a pobladores forasteros. En un sentido que escapa a la demografía usual, debe afirmarse que hasta el mismo centro de Madrid es un despoblado.
Hay que tener en cuenta las cifras, las edades y los orígenes en la demografía. Pero esta disciplina no aporta utilidad si no contempla los aspectos comunitarios. Porque no son números poblacionales, sino pueblos lo que habita los territorios. Los pueblos, en cambio, no se constituyen por individuos, sino por familias, vecindades y asociaciones gremiales, instituciones antropológicas que tienen su orden y finalidad.
Aquí encontramos la razón de la muerte demográfica de la España peninsular, donde brilla que la Puerta del Sol o la Plaza de Ópera está tan despoblada como Salcedillo (provincia de Teruel). Las masas amorfas de individuos disociados no son pueblos ni pueblan un lugar, por voluminosas que sean.
Palabras como gentrificación como pisos turísticos indican el cambio que ha habido en el centro de la villa y antigua corte en las últimas décadas. No sólo han desaparecido los negocios locales, de solera generacional, de academias de artesanía. No sólo los bares y cafés populares. Todo ello ha sido arrancado por la tiranía de franquicias multinacionales que han borrado el rostro del Madrid tradicional, típico, de carácter doméstico y afable.
Porque a este cambio económico, de a pie de calle, le acompaña un cambio vital. Se han extinguido en el centro las familias y pobladores naturales, el pueblo madrileño, que ha sido desplazado por el nuevo régimen de vida diseñado para la urbe. Madrid es hoy invivible porque ha cambiado radicalmente su paisanaje, si es que aún puede llamarse así.
Es cierto que sobre todo el centro de la villa está hoy ordenado al turismo, pero el turismo es sólo una parte de la mutilación bárbara de la patria chica que llorase Quevedo.
Como ilustraba un correligionario, poniendo los ojos en la Plaza Mayor, uno ve hoy un zoco humano. Madrid ha sido pervertido en un erial antropológico. Todo son individuos amontonados, regidos por férreas dinámicas mercantiles. Hasta en el mismo trato entre ellos, como en el resto de ciudades de nuestro tiempo, todo lo guía un mercadeo de intereses groseros.
Un individuo solo no vale nada, y es presa fácil: fácilmente seducible, fácilmente maleable, fácilmente aprovechable. Fácilmente consumible. Por eso, estos atestados centros urbanos, que sólo tienen hombres solos, tampoco son sostenibles demográficamente.
Porque sin familia el hombre común no puede plenificarse, como no puede guarecerse. Tampoco puede engendrar. Los números poblacionales que no indican familias ni vida comunitaria son engañosos: no pueden sostenerse ni crecer por sí mismos.
Roberto Moreno, Círculo Cultural Antonio Molle Lazo
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