Durante el Virreinato, los mercedarios y jesuitas se valían de diversos métodos para llevar la Palabra de Dios a los indígenas de Santa Cruz. Esta gran misión tuvo mucha consonancia con la atribución que hace Menéndez Pelayo a España: evangelizadora de la mitad del orbe.
Una de las vías para acercar a los indios a la fe cristiana fueron los halagos y regalos, que resultaron de la práctica de una orden virreinal dada en 1577 por Don Francisco de Toledo. Él había instruido a fray Diego de Porres atraer a los yanaconas hacia la doctrina cristiana «con los mejores y buenos medios».
Otra vía fue el aprendizaje de lenguas locales, como por ejemplo hizo fray Porres con la chiriguana itatín. Hablando en el idioma de los caciques, el fraile se ganaba su confianza, y siendo ellos autoridad, persuadía así a comunidades enteras para que decidan prepararse al bautismo y al matrimonio.
También se evangelizaba mediante la modelación humana o «policía», que era el paso previo a la modelación cristiana. Por ejemplo, fray Porres instruyó a los itatines vestirse para que ya no muestren sus partes íntimas. Era mucho más fácil convencer a los originarios de acciones similares cuando pasaban de la vida nómada a la sedentaria.
Las misiones largas y cortas también formaban parte del arsenal español para cristianizar a los locales. En un testimonio de 1591, el jesuita Juan Sánchez cuenta que el sacerdote visitaba todas las casas de un pueblo al llegar, y que confesaba enfermos si los hallaba. También narra que a la mañana siguiente, el padre catequizaba a un grupo de indios durante unas horas, y que se sentaba a confesar hasta cerca del mediodía.
Crucial herramienta de evangelización era el testimonio de vida mismo, ya que se predicaba dando el ejemplo. Ante el fracaso de las expediciones armadas, las autoridades enviaron misioneros sin soldados a los chiriguanos. De esta manera, el misionero se ganaba la confianza de los indios con su ejemplo de vida.
Asimismo, se brindaba catequesis básica para adultos, ya que era necesario que ellos estén conscientes de lo que significa hacerse cristianos. En 1594, Diego de Samaniego relataba su primera experiencia con los chiriguanos de Cordillera. Decía que algunos indios le insistían en recibir el bautizo, pero que él no quería hacerlo hasta que ellos no renuncien a sus «grandes vicios y difíciles de vencer».
Un último factor a tomar en cuenta es la gradualidad de la enseñanza cristiana, es decir, el proceso que se lleva a cabo paso a paso. Diego de Samaniego cuenta en un testimonio de 1594 que antes de hablar a los chiriguanos de Cordillera sobre el vicio de las mujeres y las guerras (muy intenso en ellos), prefirió hablarles de Jesucristo y de cómo Él ayuda a vencer esos vicios mediante la gracia.
FARO/Círculo San Juan Bautista en Santa Cruz de la Sierra. A. Mariscal.