Mes de María. Día 6: la flor del geranio

A la izquierda, patio andaluz decorado con geranios. A la derecha, Nuestra Señora de la Esperanza Macarena

La flor del geranio: vídeo

Hoy en el sexto día del mes de María, quisiera que todos pudiéramos ir a cortar flores para la Virgen, por los campos,  los montes o el jardín. Pero como estamos confinados y no podemos salir (*), la presente invitación es para ir a buscar geranios y malvones, jazmines y azahares, en un patio interior, en el corazón vital de una casa cualquiera, de esa tierra que quiere como nadie a Santa María y todos sabemos que se llama Sevilla.  O con los monjes, adentrarnos en el vetusto claustro de un monasterio, abrazado por columnas románicas, góticas o barrocas, donde todavía podríamos encontrar flores, siempre y cuando no sean las zarzas las que se hayan adueñado del lugar, como tenemos qué lamentar en tantos de ellos.

Al adentrarnos en un patio andaluz, aunque afuera esté haciendo mucho calor, nos acoge una atmósfera fresca, tal vez porque el agua que brota de la fuente, le da el aire una pulcra y casta  frescura de azahares. Aquí estamos al abrigo del viento, de los rayos implacables del sol, del torbellino de  la calle, y el ruido frenético del mundo; recogidos y en un silencio solo alterado por los trinos y gorjeos de un canario exultante.  Arropados por la pureza con que la cal reviste todo de blancura y que hace que en este lugar, sea el reino mismo de la luz, donde todo limpio y ordenado, nos evoca sin cesar los delicados cuidados maternales.

La luz cayendo a raudales, perfila la sombra tamizada por la fronda de los naranjos, baña esos jazmines que enredados en la vieja forja de la reja, ofrecen generosos sus flores a las abejas. Luz que rinde sus rayos a los pies de una cerámica adosado en la pared, imagen de esa Madre de la luz que vino al mundo y que el mundo no reconoció.

Está la Macarena, adornada por geranios y malvones, le da vida y alegría con el verde esperanza y el rojo del amor. Esos geranios rubicundos, mantienen alejados a los intrusos, como las arañas, pulgones y otros insectos, mientras Ella mantiene a distancia muchos peores que parasitan el alma y también el corazón.  Estos patios hogareños, nos recuerdan aquellos claustros monacales en los cuales durante siglos se cultivaban las flores que sirven para adornar el altar del Señor.  Las flores de plástico no pueden aceptarse en la liturgia por muy logradas que estén las imitaciones, porque las flores al marchitarse a los pies del crucifijo, participan a su manera del Sacrificio que se ofrece en el Altar.

Las flores expresan con propiedad los cuatro fines que dan razón  a la Liturgia Tradicional, con ellas expresamos la Adoración que le debemos solo a Dios, de quien todo hemos recibido, incluso el mismo ser. Y si ofrecer flores es una de las formas habituales de mostrar que estamos agradecidos, en el Altar son una elocuente acción de gracias hacia Aquel que es nuestro supremo bienhechor, el que se merece nuestra eterna gratitud.

Las flores del Altar, reparan las ofensas cometidas al preferir las creaturas antes que al Creador.  Por eso, al unir nuestras flores a la oblación de la divina Víctima, sacrificamos con ellas y como ellas, solo por Él, nuestra vida, lozanía, belleza y juventud. A las flores, se unen también las velas de cera, que al arder, consumen su sacrificio de luz.

¿Quién pudiera hacer con su existencia otro tanto? Las flores también suplican e imploran, uniéndose al fin impetratorio de la Santa Misa, sabiendo que Dios no se deja ganar en generosidad.  Si en el momento de presentarle nuestra súplica, le entregamos lo mejor que tenemos, ¿qué no nos dará mañana el Señor, que tan generoso fue ayer y lo sigue siendo hoy?

Un monje riega todos los días el huerto, con el agua que el aljibe recibe de la lluvia caída del cielo o que mana fresca y pura de esa fuente que alimenta a una profunda vertiente. En el huerto del claustro cubierto hoy por baldosas de cemento,  ayer encontrarías todo tipo de hierbas medicinales, las cuales  tras pasar por la botica, aliviaban a los monjes ancianos de sus achaques y enfermedades. Nadie conoce como ellos las virtudes curativas que se esconden en las hojas, tallos, raíces o frutos de estas plantas, pues aquellos santos y sabios monjes que ya se han ido, lo dejaron escrito en viejos pergaminos.

Ojalá la composición del lugar que nos lleva  a ese patio interior que embellece tantas casas de Andalucía y otros muchos lugares que recuerdo con nostalgia, o el claustro de los monasterios  místicos y austeros, pueda servir para hacernos una idea del claustro interior que deberíamos tener en nuestro propio corazón. Así pues, siguiendo el acertado consejo de San Ignacio, de buscar en cualquier meditación mi puesto, es decir la composición del lugar, quiero ser yo esa maceta para unos demasiado grande y para otros en exceso pequeña que ha hecho de mí el Divino Alfarero. Esa maceta de barro, más o menos cocido en el horno de la caridad, llena de aquello que para la tierra es el humus y para mí, por mi condición de pecador, todas las obras descompuestas que por la humildad, han de alimentar, nutrir y sostener las virtudes que el Señor espera como fruto de los talentos que me ha confiado.

Ese patio interior donde entre paredes de blanca pureza, bajo la luz de la presencia de Dios, se cultivan virtudes en flor, causa una inmensa alegría  a nuestra dulcísima Reina la Virgen María, regadas cada día por la fuente de gracia divina, que brota de la herida abierta por la lanza de Longinos.  Nacen, crecen, florecen y dan frutos de vida eterna y si mueren es para resucitar a una eterna primavera.

Que Nuestra Madre nos guarde en el jardín cerrado de su Corazón, para que podamos adentrarnos un día para siempre, en ese patio interior de cal inmaculada, donde germinaron las flores que más agradaron a Dios y adornan eternamente su morada celestial.

Corazón Inmaculado de María, sé mi refugio seguro. 

Ave Cor Mariæ. 

Padre José Ramón García GallardoConsiliario de las Juventudes Tradicionalistas


(*) N. de la R.: Este texto se escribió durante el confinamiento decretado por los gobiernos en el año 2020.

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