Ser profesor en una sociedad carcomida por el liberalismo tiene sus ventajas. Uno obtiene de primera mano una radiografía social, y también se fortalece. Se acostumbra a guiar a grupos de individuos que no quieren ser gobernados, y a enseñar a quien no quiere ser instruido.
En el ciudadano moderno combaten, desde la más tierna juventud, la dulce inclinación natural a lo bueno contra una fiera rebeldía ya revolucionaria. El Régimen del 78 está establecido porque sus principios ideológicos son asumidos, en mayor o en menor medida, por un gran número de españoles: el sistema no es algo al margen de la gente.
Ante este hecho, parece que el refrán creer que todo el monte es orégano se queda corto para describir las posturas del posibilismo político. Los cantos de sirena que quieren seducir desde antiguo a la Comunión para que abandone algún principio o lo negocie, a fin de ganar en eficacia al aglutinar más fuerzas en un arreglo partidista, son engañosos e insensatos.
Y es que el refrán no nos enseña que el orégano sea malo: es bueno. Nos previene, por el contrario, de que las expectativas son exageradas y son infundadas.
En España había, hace unos años, unos ocho mil partidos políticos. Entre ellos, existen no pocos que se mueven por el siguiente argumento posibilista. Entre la población, habría un importante porcentaje de individuos que sintonizan con las ideas del partido X, sólo que aún no lo saben. Se encuentran en algo así como un estado latente o larval, por lo que hay que hallarlos, informarles para activarlos y que ingresen en un estado patente de adhesión. Esos, que aún no se habrían encontrado, serían la ilimitada cantera de votos y militantes que faltan a este partido X, con un programa tan conveniente que sólo quedaría por aplicar.
Este argumento halla variantes: la activación podría realizarse con una marca electoral atractiva; o por una renovación retórica o mediática; o por una regressus o inversión ideológica del simpatizante (persiana de Overton). Pero la falacia descansa en esa confusa sintonía recóndita que pulsar.
Así como hay partidos o movimientos confusos que tienen la visión infalible del comunismo, sólo les falta dar con la clave de activación de su innumerable militancia latente, hay partidos que tienen la visión infalible del autonomismo, o de la eliminación de autonomías, o de la revitalización del mundo rural. Y de igual modo, hay los que creen que pueden apañar España sólo con ganar la representación a los demócratas en su propio terreno, en el juego que ellos han diseñado.
Ninguno de ellos tiene una visión tan clara como a veces creen, y mucho menos correcta. Todos ellos chocan con una pared, mientras andan a traspiés sobre sus propios cordones. No sólo porque parten de los principios y las prácticas liberales: es una política del régimen, no contra el régimen. En esto, vemos que compiten por una migaja del poder de la representación inane de nuestra democracia. Y compiten contra oponentes que les baten en recursos, en ingenio y en experiencia dentro de esta lid.
De hecho, la acción de las formaciones pequeñas de esta clase, por agitadas que sean, suele ser aprovechada electoralmente por los grandes partidos. El esfuerzo publicitario de los derechistas lo cosecha el partido conservador del momento, hoy VOX, que permite crecer esa favorable cola de cometa.
Además de esto, los de discurso más incendiario y antisistema no se percatan de que una gran cantidad de la población está perfectamente educada en los principios liberales, y muchos de ellos aman este sistema, aunque vilipendien ciertos aspectos. El hecho es que no se moverán fácilmente para echar abajo el género de vida en que han sido formados y que prefieren.
Hay una labor previa que es necesaria, quizá la única labor política que en algunos momentos es posible. La tarea de formar en unos principios y virtudes verdaderos, que debelen la falsedad del liberalismo y den armas a los hombres para hurtarse a su influencia. Es prioritaria la labor de hacer esfuerzos en constituir sociedades familiares, gremiales, vecinales, formativas, que luego puedan ser articuladas políticamente.
Los posibilistas que quieran morir en su vía antes agotarán las baterías de esos sónar, con los que tratan de hallar la innumerable masa de simpatizantes latentes que ni siquiera sospechaban serlo.
Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid
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