Epístola de un contrarrevolucionario (I)

intentó dirigir uno de los primeros periódicos contrarrevolucionarios en la ocupada Suiza

Karl Ludwig von Haller en su juventud

Karl Ludwig (o Carlos Luis) von Haller fue un escritor contrarrevolucionario suizo, muy influyente en su siglo. El Papa Gregorio XVI lo distinguió concediéndole el título de caballero de la Orden de San Silvestre.

A pesar de las heridas infringidas a la otrora Cristiandad, de vez en cuando se publican noticias de personas volviendo a la Fe católica. Cualquier conversión es recibida con alegría, pero se hace más énfasis en las conversiones de famosos e intelectuales volviendo a la misma —lo que, según la máxima del escritor anglicano C.S. Lewis muestra las prioridades de nuestra sociedad—. Destacan los casos conocidos de Alec Guiness, Ernst Junger, Agatha Christie y otros todavía más modernos como el de Shia Labeouf, entre otros. No obstante, sabemos que pese a la resonancia y al eco que encuentran esos hechos puntuales, la realidad en su conjunto es bien distinta.

El tema tratado hoy no analizará esta última cuestión relativa al presente, sino que tratará de abrir una ventana hacia el pasado. En concreto, nos centraremos en la conversión de un intelectual católico que logró conmover a diferentes personas de su tiempo, cuya obra fue traducida a diferentes idiomas.

Ahora bien, resulta apropiado que, primero, hagamos una primera aproximación sobre su persona.

Karl Ludwig von Haller —o como fue traducido, Carlos Luis de Haller— fue un pensador suizo nacido en Berna en 1768. Descendía de un conocido linaje protestante calvinista y era nieto del polímata Albrecht von Haller. Uno de sus ancestros más remotos murió apoyando el bando de Zuinglio en las guerras de religión suizas. Fue educado con la típica formación enciclopedista que, a pesar de proporcionarle el conocimiento de algunas virtudes, también lo llenó de dudas. Durante su juventud sufrió la pérdida de su padre y los problemas económicos que eso supuso para su familia, pese a lo cual, él logró ascender socialmente ocupando diversos puestos en el gobierno del cantón bernés.

En un primer momento fue afín a la Revolución Francesa. Incluso visitó Francia en 1790 bajo el pretexto de un viaje de negocios, aunque, en realidad pretendía conocer a su entonces ídolo, el abate Sieyès. Al advertir el choque de tendencias ideológicas y el creciente conflicto entre jacobinos y girondinos, se desencadenó en él un proceso de desengaño. De regreso a su patria se aceleró su decepción personal respecto de los idearios revolucionarios, y después de la masacre de sus compatriotas suizos en Tullerías, desde su puesto en el cuerpo diplomático cantonal, observó cómo la degeneración revolucionaria también consumía a su propia patria hasta su transformación definitiva en una república revolucionaria en 1798.

Von Haller intentó dirigir uno de los primeros periódicos contrarrevolucionarios en la ocupada Suiza. Estuvo a punto de ser encarcelado, pero logró fugarse. Desde ese momento, inició su camino personal como contrarrevolucionario.

Estuvo exiliado en territorios del Sacro Imperio donde se puso en contacto con la corte imperial, intentando apoyar mediante propaganda sus guerras contra la coalición revolucionaria. De esos años datan sus primeros manuales de corte político, en los que ya refina una teoría contrarrevolucionaria organizada. Además de su actividad intelectual, no perdía ocasión de poner en contacto a emigrados franceses con la corte católica Habsburgo lo cual incidió en su pensamiento, que aún era protestante.

Durante las guerras napoleónicas se le permitió regresar a Suiza, que se hallaba bajo una «Mediación» en la que, aunque se toleraba el sistema cantonal prerrevolucionario, en la práctica regía un sistema de protectorado instaurado por Napoleón. Aceptó un puesto para enseñar derecho político en la academia bernesa y comenzó la publicación de su magnum opus, La Restauración: un manual de ciencia política que consta de diferentes volúmenes en los que expuso cómo las tesis iluministas crean una bestia cuasi totalitaria en el jacobinismo y en el despotismo napoleónico. Cuando habían finalizado las guerras napoleónicas ya había conseguido cierta fama en el mundo germanoparlante gracias a sus escritos en los que se traslucía su intransigencia contra las estructuras gubernamentales revolucionarias lo cual determinó que, en el «ralliement» post-Viena, fuera desestimado en un proceso similar al del siciliano Príncipe de Canosa. A pesar de ello su fama siguió creciendo, ganando también fama entre el público francés y español el escribir Análisis de la Constitución Española en el año 1820, durante el golpe liberal de Riego. Esta última es una obra en la que ataca los excesos liberales y defendía la actuación de Fernando VII —incluso con ciertas críticas que serían censuradas—. Fue traducida al español en 1823 y editada en Pamplona, incluso antes que sus demás trabajos. Además de los aplausos y alabanzas que recibió su manifiesto por parte de autores como De Maistre y Bonald, ganó la condecoración de la Orden de Carlos III en 1827. Pero sucedió un hecho de más importancia en ese momento: su conversión al catolicismo.

(Continuará)

Maximiliano Jacobo de la Cruz, Círculo Blas de Ostolaza

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