
Seguramente, si el lector es asiduo a celebraciones «Novus Ordo», podrá considerar extemporáneo o anacrónico el título del presente escrito; aunque si se encuentra entre las filas de católicos conservadores, o democratacristianos (conservadores a destiempo de los despropósitos anteriores), llegará a considerar los llamativos desmanes de dichas celebraciones como fundado motivo para desagraviar a Nuestro Señor Jesucristo.
Hay motivos para estar perplejos ante los despropósitos (pseudo)litúrgicos (realmente blasfemos): por sus costumbres, muchos de los asistentes más parecen encontrarse en una sala de baños romana que en una sociedad de católicos; los pecadores públicos (con legislaciones «multicolor» que les dan cobertura para no ocultar lo que hasta ahora siempre fue —y lo es y lo será— vergonzante) presiden (o copresiden) todo tipo de actos religiosos (la reciente Semana Santa, la festividad del Corpus Christi, pregones de todo pelaje…) etc. Mientras, los católicos conservadores, o democratacristianos siguen agachados en lo profundo de la caverna, apagando, con fruición, todo celemín que les acercan del exterior.
No, señores, no. Eso es beatería de sacristía, simple tanatosis y comportamiento propio de zarigüeya: que además de hacerse la muerta, segrega un líquido nauseabundo para dar la impresión de estar en avanzado estado de putrefacción. Así se logra una posición de tolerancia ante el régimen imperante, estando o aparentando estar muerto y podrido.
Pero las consecuencias, tienen causas: «desterrados Dios y Jesucristo —lamentábamos— de las leyes y de la gobernación de los pueblos, y derivada la autoridad, no de Dios, sino de los hombres, ha sucedido que… hasta los mismos fundamentos de autoridad han quedado arrancados… De lo cual no ha podido menos de seguirse una violenta conmoción de toda la humana sociedad privada de todo apoyo y fundamento sólido» (Ubi Arcano, Pío XI).
Hay que desagraviar porque han desterrado a Nuestro Señor Jesucristo, porque el régimen político en que vivimos no es ya sólo ateo, sino que lo combate abiertamente. Hay que desagraviar porque el católico se ha convertido en caricatura y no en soldado de Cristo. Hay que desagraviar porque no hacen todo lo posible por derribar los gobiernos que ofenden a Nuestro Señor; por permitir que le arrancaran el altar al Rey de Reyes; por no devolver el trono al Rey, abanderado de las Españas, abanderado que capitanea esta lucha por la Santa Tradición; hay que desagraviar porque no estamos conspirando a tiempo y a destiempo; hay que desagraviar…
«Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a El estar unido; es necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros…». (Quas Primas, Pío XI).
Replicarán: ¡es que usted es carlista!
¿Qué otra cosa creen ustedes que puedo ser?
Roberto Gómez Bastida, Círculo Tradicionalista de Baeza
Deje el primer comentario