Hace unos días fue motivo de polémica la aparición del cartel de la asociación Hablamos Español que leía: «bienvenidos a Sangenjo, ciudad que en gallego se llama Sanxenxo». Por supuesto, el anuncio en la valla publicitaria provocó fuertes ataques de histerismo incontrolado por parte de personas que, seguramente, hace pocos años hablaban con toda naturalidad de Sangenjo. La teoría del respeto a los topónimos originales se basa en la premisa de que el nombre natural y primero de las ciudades, villas y aldeas de Galicia es en gallego y que su traducción al español atenta contra su denominación original. Sucede que es que este presupuesto es del todo falso y, lo que es peor, actúa de forma totalmente hipócrita.
Decimos que se trata de un presupuesto erróneo porque asimila:
1º- Que el gallego fue la lengua primera de Galicia (falso, fue el latín).
2º- Que el gallego fue la lengua original de los topónimos de pueblos, ciudades y aldeas gallegas (Ídem).
3º- Que el español es una lengua ajena a Galicia (el español estuvo presente en Galicia, prácticamente, desde que apareció esta lengua. El español lleva más tiempo en Galicia que los cachelos).
4º- Que la traducción al español de los topónimos es algo incorrecto e inaceptable (por supuesto, es totalmente lícita la traducción de topónimos).
Decimos, por otro lado, que se trata de un presupuesto hipócrita porque, cuando se refieren a topónimos fuera de Galicia, los defensores de los topónimos exclusivos en gallego son los primeros en traducir los nombres de países, regiones, ciudades y pueblos al gallego (Arxentina, Xapón, Castela, Illas Baleares, Cartaxena, Nova York, Cidade Real, Xaén, Badaxoz… etcétera).
Es claro que estas erróneas hipótesis hunden sus raíces en el nacionalismo gallego que, influyendo de manera notoria en las últimas décadas en la administración pública de Galicia, han modelado artificialmente la realidad gallega para crear una polémica y confrontación donde no existía. La culpa, principalmente, la tiene el Partido Popular que durante décadas (desde Fernández-Albor, pasando por Fraga y continuando con Feijóo) han comprado el discurso nacionalista creyendo, erróneamente, que en nuestra región existe un latente nacionalismo que, de algún modo, ellos tienen que redirigir y liderar… Apoyándose en un falso regionalismo que consiste en postrarse ante el discurso nacionalista (y casi siempre de izquierdas) y fomentarlo desde las instituciones.
Como hemos señalado, la traducción de topónimos es algo lícito, natural y, en muchas ocasiones, necesario. No criticamos el hecho de que los defensores del toponomismo exclusivo en gallego traduzcan nombres de otros países, regiones o ciudades al gallego, sino su hipocresía al rechazar que otros hagan lo mismo con los que a Galicia se refieren cuando se está hablando en español.
Y es que efectivamente, en español se llama Sangenjo y en gallego, Sanxenxo. En español se dice La Coruña y en gallego, A Coruña. En español se dice (sí, también) Rianjo o Ginzo de Limia y en gallego Rianxo y Xinzo de Limia. Y así con todos los pueblos, ciudades o aldeas cuya traducción al español lleva siglos. Otros topónimos no se han traducido y no pasa absolutamente nada. Debemos dejar de considerar estas realidades desde el prisma positivista, racionalista y estatista y retornar a la sana organicidad de la sociedad tradicional que, desde luego, también aplicaba a estas cuestiones.
Y si afirman que en español no es Sangenjo, sino San Ginés, podemos responder también que en gallego no es Sanxenxo, sino San Xinés como, por cierto, se llama la principal parroquia de Sangenjo.
(Continuará)
Fernando Arias, Círculo Tradicionalista Juan José Marcó del Pont
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