Es necesario también advertir que, desde ciertas escuelas paleo-libertarias (es decir, liberales) se están difundiendo falsas teorías sostenidas como propias del régimen de Cristiandad o acordes en general al mundo anterior a la Revolución francesa o a la Paz de Westfalia y que, en absoluto, están conformes a la sociedad tradicional (no solamente la barroca, sino también la medieval, de la cuál la barroca es continuadora). Ésta es, en particular la legitimidad de la autodeterminación o el derecho a la independencia, que en modo alguno es conforme al foralismo o al principio de subsidiariedad. Puede éste justificarse por determinadas y muy concretas causas, pero no existe ese derecho en sí mismo y menos todavía puede sustentarse por la voluntad general (ni por la del individuo) pues, de lo contrario, estaríamos sosteniendo como tradicional el principio de soberanía.
Además de esto, vemos importante desmentir otros mitos que están siendo fomentados en parte por estas escuelas paleo-libertarias y, en general, por otros individuos que se identifican como regionalistas gallegos y que incluso pueden simpatizar con el Carlismo. Por ello consideramos necesario recordar que:
1º- Las lenguas son, esencialmente, para comunicarse. Pueden mutar, crecer o desaparecer. Esto es del todo aceptable siempre que sea por causas naturales. En este sentido, el gallego es una lengua que representa un aspecto fundamental, de los más importantes, de la cultura gallega… Pero no es el único ni el principal. Galicia podría haber seguido existiendo aunque el gallego hubiese desaparecido en el siglo XVII, por ejemplo.
2º- La oficialidad de las lenguas es un principio liberal. El español no fue lengua oficial en el Estado hasta la II República.
3º- La fuerte desaparición de la población gallegohablante se ha producido especialmente en los últimos decenios (a causa del régimen del 78) y se debe fundamentalmente a los medios de comunicación. Es evidente que las políticas que han tratado de recuperar el gallego han sido un absoluto fracaso porque ni lo presentan adecuadamente ni se dan las circunstancias sociales y políticas acordes para ello.
4º- El fomento de la lengua gallega es algo bueno y lícito, pero no así su imposición, aunque sea indirecta y sí, se impuso y se sigue imponiendo en muchas ciudades a una población que ya era totalmente hispanohablante. Esto es del todo contraproducente y solamente generará rechazo, del que se beneficiarán liberales que sí buscan la desaparición del gallego porque, paradójicamente, están igualmente en el mismo esquema mental positivista que los nacionalistas gallegos.
5º- El fenómeno de la propia existencia de los autodenominados neofalantes insinúa que uno es más gallego por hablar en esta lengua. Esto resulta tan falso como considerar menos español al gallego que no habla este idioma.
6º- De la misma forma, tendencias lingüísticas como el reintegracionismo, dejan traslucir el odio a Castilla, la sumisión a Portugal y un arqueologismo que busca la pureza del gallego en una identificación total con el portugués, prescindiendo de la natural evolución que tuvo el gallego, del contacto también naturalísimo con Castilla al formar parte de la Corona y supone, a su vez, una ruptura con la mayor parte de la historia del gallego y el que nos ha llegado hasta hoy, con sus autores más notables. Así afirman los partidarios del reintergracionismo, citando a uno de sus princiaples promotores, Carballo Calero, que: «el gallego o es gallego-portugués o es gallego-castellano». Esta cita es una clarísima muestra del anticastellanismo nuclear del nacionalismo gallego.
7º- De hecho y desarrollando lo anterior, el nacionalismo gallego, como toda ideología subversiva, se justifica en la victimización y la confrontación entre tesis y antítesis, entre los celtas y los romanos, los paganos y los católicos, los gallegos y los castellanos… Y así sucesivamente. Lleva marcado en su ser el odio a España y, por ende, a la Fe católica con la que identifica (y hace bien) a ésta.
8º- Así pues, el conflicto entre el español y el gallego es una falsa dicotomía de principios liberales y jacobinos, fomentado bien por los jacobinos nacionalistas españoles, bien por los no menos jacobinos nacionalistas gallegos.
En conclusión, los carlistas gallegos, aunque estamos de acuerdo con muchas de las injusticias e incoherencias que denuncia la asociación Hablamos Español, no coincidimos en absoluto con sus fundamentos que, de hecho son por liberales y justificados en el mito de la nación política, igual de perversos y nocivos para Galicia que los que utiliza el nacionalismo gallego. Solamente desde la visión natural de las Españas que representa el Carlismo, sólo desde la monarquía católica y federativa y desde premisas preestatales y prerrevolucionarias podremos lograr que vuelvan a imperar en la región la armonía y el sentido común de dos realidades convergentes.
Fernando Arias, Círculo Tradicionalista Juan José Marcó del Pont
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