La interpretación de la tercera parte del Secreto de Fátima

QUISIÉRAMOS TRAZAR UNAS POCAS LÍNEAS SOBRE LA INTERPRETACIÓN QUE LE DIO LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, ENCABEZADA ENTONCES POR EL CARDENAL RATZINGER

El entonces Cardenal Joseph Ratzinger y el Cardenal Tarcisio Bertone, en la presentación pública de la tercera parte del Secreto de Fátima, el 26 de Junio de 2000, en la Ciudad de El Vaticano.

Publicamos a continuación un tercer artículo acerca del mensaje de Fátima escrito por nuestro colaborador Félix M.ª Martín Antoniano, con ocasión del próximo viaje del Papa Francisco a Fátima en agosto. Pueden consultarse los dos anteriores escritos aquí y aquí, si bien pueden leerse de manera independiente entre sí.

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En este artículo no pretendemos ofrecer una interpretación personal del texto de la visión contenido en la tercera parte del Secreto de Fátima, y que Roma publicó en el año 2000 acompañado de otros documentos en un Informe o Dossier titulado El Mensaje de Fátima. Sí quisiéramos trazar unas pocas líneas sobre la interpretación que le dio la Congregación para la Doctrina de la Fe, encabezada entonces por el Cardenal Ratzinger, y que forma parte de esa documentación que venía adjunta a la presentación del «tercer Secreto».

Antes de nada, conviene señalar desde el principio que el texto hecho público por El Vaticano constituye la integridad de la tercera parte del llamado «Secreto de Fátima», de tal forma que no existe ninguna otra porción o trozo que falte para completar dicho Secreto.

Sor Lucía, en su Cuarta Memoria de las Apariciones, que redactó a finales de 1941 por orden del Obispo de Fátima D. José Alves Correia da Silva, antes de comenzar la sección dedicada a relatar la Historia de las mismas, escribe (Nota. Citamos de la traducción castellana del P. Joaquín M.ª Alonso en su edición de las Memorias de la Hermana Lucía, Vol. 1, Secretariado dos Pastorinhos, Fátima, 9ª ed. 2006):

«Comienzo, pues, mi nuevo trabajo y cumpliré las órdenes de V. E. Rvma. y los deseos del Sr. Dr. Galamba. Exceptuando la parte del secreto que, por ahora, no me es permitido revelar, diré todo. Advertidamente no dejaré nada. Supongo que se me podrán quedar en el tintero sólo unos pocos pequeños detalles de mínima importancia».

La palabra «todo» no la hemos destacado nosotros, sino que aparece así subrayada en el manuscrito de la Hna. Lucía. Ahora bien, en el relato de las dos primeras partes del Secreto, en esta Cuarta Memoria la Vidente añade una frase nueva que no aparecía en su Tercera Memoria: «En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe etc.». Esta oración fue tomada por el P. Joaquín M.ª Alonso como supuestamente perteneciente a la tercera parte del Secreto, y las especulaciones que hizo en torno a ella en su librito La verdad sobre el Secreto de Fátima (1976) le convirteron en fundador involuntario de una corriente de pensamiento que está en el origen de las ulteriores teorías de los «fatimistas» en relación a la existencia de un supuesto segundo texto del «tercer Secreto» que Roma –según dicen– no habría desvelado todavía.

El P. Alonso se dejó llevar por la inercia de los estudiosos de Fátima de su época, que veían en esa frase el comienzo de la tercera parte, y no quiso tomar al pie de la letra la advertencia que Sor Lucía puso como prefacio a su segunda redacción de los acontecimientos de la Virgen de Fátima. Y era digna de tenerse en consideración dicha advertencia, si se tiene en cuenta, como dato característico de la biografía de Sor Lucía, el absoluto celo con que la Vidente guardaba aquella parte restante del Secreto respecto de la cual el Cielo no le había dado todavía su consentimiento para su exposición. Así, en ese mismo prefacio a la Historia de las Apariciones, dentro de la susodicha Cuarta Memoria, la Religiosa, al relatar la forma en que se le había ordenado escribir sobre los sucesos de Fátima, contaba lo siguiente:

«Decía, pues, el Sr. Dr. Galamba:

– Señor Obispo, mándele que diga todo, todo; que no oculte nada.

Y V. Excia. Rvma., asistido ciertamente por el divino Espíritu Santo, pronunció la sentencia:

– Eso no lo mando. En asuntos de secretos, no me meto.

¡Gracias a Dios! Cualquier otra orden me habría sido una fuente de perplejidades y escrúpulos. Con una orden contraria, me habría de preguntar a mí misma, millares de veces, a quién debía obedecer: a Dios o a su representante. Y, tal vez, sin encontrar la decisión, permanecería en una verdadera tortura íntima».

Dados semejantes antecedentes acerca de la escrupulosidad del alma de la Vidente en esta concreta cuestión, ¿cabría pensar que a la Hna. Lucía se le hubiera «escapado» en esta Cuarta Memoria, no ya una palabra, sino siquiera una coma que realmente perteneciese a esa tercera parte del Secreto de Fátima? Así pues, no cabía ninguna otra conclusión que la de considerar aquella controvertida frase sobre Portugal como perteneciente pura y simplemente a la segunda parte del Secreto.

Evidentemente, hoy, que conocemos el texto completo del «tercer Secreto», sabemos que el enunciado sobre «Portugal y el dogma» no forma parte de esa porción del Secreto. Todo este análisis anterior lo introducimos para señalar lo injustificado que, ya en su día, era esta hipótesis de partida del P. Alonso en relación al texto del Secreto que todavía permanecía oculto por decisión de la Santa Sede; hipótesis que él, por su reconocido prestigio en la materia, contribuyó a generalizar desde entonces a través de su opúsculo.

¿Cómo llegó el Sacerdote claretiano a esta errónea (como hoy sabemos) conjetura? El P. Alonso conocía bien las dificultades espirituales que la Hna. Lucía, cuando a mediados de Septiembre de 1943 recibió definitivamente del Obispo de Fátima la orden expresa de redactar la tercera parte, tuvo que sufrir para ponerla efectivamente por escrito, lo cual no se acabó verificando –como sabemos desde el año 2000– hasta el día 3 de Enero de 1944. El P. Alonso, de hecho, dedica el epígrafe primero de la 2ª Parte de su librito a describir toda la historia de este episodio. En el epígrafe séptimo, dedicado a especular sobre el contenido del «tercer Secreto», comenta:

«[…] ¿cómo comprender las grandes dificultades de Lucía en escribirlo después de haber escrito otras cosas ya enormemente difíciles? Si se hubiera tratado simplemente de anunciar proféticamente nuevos y grandes cataclismos, estamos seguros que la Hermana Lucía no hubiera sufrido tales dificultades, cuyo vencimiento exigió una especial intervención del Cielo». [En efecto, a fin de cuentas, en la segunda parte del Secreto ya había escrito Sor Lucía sobre castigos materiales sin ningún problema]. En cambio –termina conjeturando el P. Alonso–, si se trata de luchas intestinas en el seno de la misma Iglesia y de graves negligencias pastorales de altos Jerarcas, se comprende que Lucía tuviera unas repugnancias casi imposibles de superar naturalmente».

Esta consideración sirve al P. Alonso como un argumento auxiliar más para suponer a la frase acerca de Portugal como perteneciente a la tercera parte del Secreto. Un poco antes el claretiano había llegado a la siguiente conclusión (Nota. Los subrayados son del P. Alonso):

«Si en Portugal se conservarán siempre los dogmas de fe…, se deduce con toda claridad que en otras partes de la Iglesia esos dogmas, o se van a oscurecer, o hasta se van a perder. ¿Habla de circunstancias concretas el texto inédito? Es muy posible que no hable únicamente de una verdadera “crisis de fe” en la Iglesia de este período intermedio [anterior al triunfo del Inmaculado Corazón de María], sino que, como por ejemplo lo hace el secreto de La Salette, haya referencias más concretas a las luchas intestinas de los católicos; a las deficiencias de Sacerdotes y Religiosos; tal vez se insinúen las deficiencias mismas de la alta Jerarquía de la Iglesia».

Todas estas hipótesis sobre el verdadero contenido del «tercer Secreto», iban a ejercer posteriormente un influjo fundamental en la bibliografía llamada «fatimista», uno de cuyos rasgos esenciales, tras la divulgación de la tercera parte, consistirá en la defensa de un supuesto segundo texto ocultado por El Vaticano, ya que el manuscrito presentado no se ajustaba prima facie a todos esos esquemas previamente columbrados y que se habían convertido casi en una verdad incontrovertible en torno al texto del «tercer Secreto» en el ámbito «fatimista».

Lo que resulta un tanto sorprendente es que el P. Alonso creyera que la razón de la demora de Sor Lucía en poner por escrito la tercera parte fuera la que acabamos de citar, pues previamente, en el susodicho epígrafe tercero, había hecho un relato sustancialmente correcto de los hechos concernientes a este evento en base a las propias cartas de la Vidente –dirigidas tanto al Obispo de Fátima, como al Arzobispo de Valladolid, D. Antonio García y García, su director espiritual por aquel entonces–, en las cuales ésta expresaba claramente la única y verdadera razón de las dificultades para cumplir el encargo del Obispo: la no confirmación del mismo por el Cielo, lo cual le generaba en su alma un conflicto de obediencia, con las consiguientes angustias y sufrimientos que ella tan patéticamente describía en el antedicho prefacio de su Cuarta Memoria.

En la biografía publicada por el Carmelo de Coímbra en 2013 se reproduce un extracto del diario espiritual de Sor Lucía en la que ella narra cómo acabó por superar finalmente esas dificultades (Nota. Citamos de la edición castellana, Un camino bajo la mirada de María, 2016):

«[…] el día 3-1-1944, me arrodillé junto a la cama que, a veces, me servía de mesa para escribir, y de nuevo hice la experiencia [de escribir el Secreto], sin conseguir nada; lo que más me impresionaba era que en el mismo momento escribía sin dificultad cualquier otra cosa. Pedí entonces a Nuestra Señora que me hiciese conocer cuál era la Voluntad de Dios. Y me dirigí a la capilla, eran las 4h de la tarde, hora en la que acostumbraba ir a hacer la visita al Santísimo, por ser la hora a la que de ordinario está más solo, y no sé por qué, pero me gusta encontrarme a solas con Jesús en el Sagrario.

Allí me arrodillé en el medio, junto al escalón del Comulgatorio y pedí a Jesús que me hiciese conocer cuál era Su Voluntad. Habituada como estaba, a creer que las órdenes de los Superiores son la expresión cierta de la Voluntad de Dios, no podía imaginar que ésta no lo fuese. Y perpleja, medio absorta, bajo el peso de una nube oscura que parecía pesar sobre mí, con el rostro entre las manos, esperaba, sin saber cómo, una respuesta. Sentí entonces, que una mano amiga, cariñosa y maternal me toca en el hombro, levanto la mirada y veo a mi querida Madre del Cielo. “No temas, quiso Dios probar tu obediencia, Fe y humildad, estate en paz y escribe lo que te mandan, pero no lo que te he dado a entender de su significado. Después de escrito, mételo en un sobre, ciérralo y séllalo y escribe por fuera, que sólo podrá ser abierto en 1960, por el Sr. Cardenal Patriarca de Lisboa o por el Señor Obispo de Leiría”».

Sor Lucía pasa a describir una visión que tuvo a continuación (distinta de la que aparece en el «tercer Secreto»), y termina escribiendo en su diario:

«Apenas pasó la mayor fuerza de lo sobrenatural, fui a escribir [la tercera parte del Secreto] y lo hice sin dificultad, en el día 3 de enero de 1944, de rodillas apoyada sobre la cama que me sirvió de mesa».

Por si todavía hubiera alguna duda de que la frase sobre Portugal pertenece a la segunda parte del Secreto, Lucía comienza así el texto de la tercera parte (Nota. Traducimos directamente del manuscrito):

«J. M. J.

La tercera parte del secreto revelado el 13 de Julio de 1917 en Cova de Iria-Fátima.

Escribo en acto de obediencia a Vos Dios mío, que me lo mandáis por medio de su Ex.cia Rev.ma el Señor Obispo de Leiría y de Vuestra y mía Santísima Madre.

Después de las dos partes que ya expuse, vimos […]».

Un argumento aducido por los «fatimistas» defensores de un segundo texto del «tercer Secreto» todavía ocultado, es que una parte del Secreto no puede consistir solamente en la descripción de una visión sin la debida explicación interpretativa que lo acompañe. A esto es fácil responder que no resulta algo novedoso el hecho de que una parte del Secreto consista exclusivamente en una visión. Y no lo decimos nosotros, sino que es la propia Lucía la que así lo demuestra cuando redacta los sucesos del 13 de Julio en su Tercera Memoria. Escribe la Vidente de Fátima (Nota. Traducimos directamente del manuscrito):

«Tendré para eso que hablar algo del secreto y responder al primer punto de interrogación.

¿Lo que es el secreto?

Me parece que lo puedo decir, pues que del Cielo tengo ya la licencia. […]

Bien, el secreto consta de tres cosas distintas, dos de las cuales voy a revelar.

¡La primera fue, pues, la vista del Infierno!»

Por tanto, si la primera parte consiste únicamente en una visión, no es algo fuera de lo normal que la tercera consista también exclusivamente en otra visión.

Ante la ausencia de una interpretación de la visión del «tercer Secreto», la Congregación para la Doctrina de la Fe, dentro del Informe El Mensaje de Fátima, acompañó la publicación del texto con un Comentario Teológico a cargo de su Prefecto, el entonces Cardenal Ratzinger. Previamente, en otro documento de dicho Dossier, se recogía el Comunicado que había realizado el Secretario de Estado, Cardenal Angelo Sodano, el 13 de Mayo de 2000, en el marco de los actos de beatificación de los pastorcitos Francisco y Jacinta celebrados en Fátima, anunciando la próxima publicación del «tercer Secreto», y en el cual ya anticipaba la interpretación de la tercera parte (y del Mensaje de Fátima en general) a la que había llegado finalmente la antigua Congregación del Santo Oficio. Decía en ese Comunicado el Cardenal Sodano (Nota. Copiamos de la traducción oficial. Los subrayados son del Comunicado):

«Este texto [de la tercera parte] es una visión profética comparable a la de la Sagrada Escritura, que no describe con sentido fotográfico los detalles de los acontecimientos futuros, sino que sintetiza y condensa sobre un mismo fondo hechos que se prolongan en el tiempo en una sucesión y que con una duración no precisadas. Por tanto, la clave de lectura del texto ha de ser de carácter simbólico.

La visión de Fátima tiene que ver sobre todo con la lucha de los sistemas ateos contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de los testigos de la Fe del último siglo del segundo milenio. Es un interminable Via Crucis dirigido por los Papa del siglo XX.

Según la interpretación de los pastorinhos, interpretación confirmada recientemente por Sor Lucía, el “Obispo vestido de blanco” que ora por todos los fieles es el Papa. También él, caminando con fatiga hacia la Cruz entre los cadáveres de los martirizados (Obispos, Sacerdotes, Religiosos, Religiosas y numerosos laicos), cae a tierra como muerto, bajo los disparos de arma de fuego».

Después de hacer una referencia al atentado de Juan Pablo II del 13 de Mayo de 1981, termina diciendo el Cardenal Sodano:

«Los sucesivos acontecimientos del año 1989 han llevado, tanto en la Unión Soviética como en numerosos Países del Este, a la caída del régimen comunista que propugnaba el ateísmo. También por esto el Sumo Pontífice le está agradecido a la Virgen desde lo profundo del corazón. Sin embargo, en otras partes del mundo los ataques contra la Iglesia y los cristianos, con la carga de sufrimiento que conllevan, desgraciadamente no han cesado. Aunque las vicisitudes a las que se refiere la tercera parte del Secreto de Fátima parecen ya pertenecer al pasado, la llamada de la Virgen a la conversión y a la penitencia, pronunciada al inicio del siglo XX, conserva todavía hoy una estimulante actualidad».

Por su parte, el Cardenal Ratzinger, en su Comentario Teológico, desarrolla esta misma línea de interpretación anticipada por el Cardenal Sodano. Comienza diciendo Ratzinger (Nota. Copiamos también de la traducción oficial):

«Quien lee con atención el texto del llamado tercer “secreto” de Fátima, […] tal vez quedará desilusionado o asombrado después de todas las especulaciones que se han hecho. No se revela ningún gran misterio; no se ha corrido el velo del futuro. Vemos a la Iglesia de los mártires del siglo apenas transcurrido representada mediante una escena descrita con un lenguaje simbólico difícil de descifrar».

El Cardenal Ratzinger, «antes de iniciar –dice– un intento de interpretación, cuyas líneas esenciales se pueden encontrar en la comunicación que el Cardenal Sodano pronunció el 13 de Mayo de este año», dedica las dos primeras secciones de su Comentario a cuestiones teológicas concernientes a la diferenciación entre Revelación pública y revelaciones privadas, y a la influencia del aspecto psicológico del vidente presente en toda revelación privada. En la última y tercera sección, en la que se ocupa ya de la interpretación, asevera el Cardenal Ratzinger:

«Como se desprende de la documentación precedente [contenida en el Informe vaticano titulado El Mensaje de Fátima], la interpretación que el Cardenal Sodano ha dado en su texto del 13 de Mayo, había sido presentada anteriormente a Sor Lucía en persona. A este respecto, Sor Lucía ha observado en primer lugar que a ella misma se le dio la visión, no su interpretación. La interpretación, decía, no es competencia del vidente, sino de la Iglesia. Ella, sin embargo, después de la lectura del texto [de Sodano], ha dicho que esta interpretación correspondía a lo que ella había experimentado y que, por su parte, reconocía dicha interpretación como correcta».

En efecto, como dice el Cardenal Ratzinger, entre la documentación de El Mensaje de Fátima se recoge el reporte de un Coloquio entre Sor Lucía y el Cardenal Bertone habido el 27 de Abril de 2000 en el Carmelo de Coímbra. En dicho reporte se informa, entre otras cosas, lo siguiente (Nota. Copiamos de la traducción oficial):

«Con la ayuda del Obispo de Leiría-Fátima, se leyó e interpretó el texto original [del «tercer Secreto»], que está en portugués. Sor Lucía estuvo de acuerdo en la interpretación según la cual la tercera parte del secreto consiste en una visión profética comparable a las de la Historia sagrada. Reiteró su convicción de que la visión de Fátima se refiere sobre todo a la lucha del comunismo ateo contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de las víctimas de la Fe en el siglo XX.

A la pregunta: “El personaje principal de la visión, ¿es el Papa?”, Sor Lucía respondió de inmediato que sí y recuerda que los tres pastorcitos estaban muy apenados por el sufrimiento del Papa y que Jacinta repetía: “¡Coitadinho do Santo Padre, tenho muita pena dos pecadores!” (“¡Pobrecito el Santo Padre, me da mucha pena de los pecadores!”). Sor Lucía continúa: “Nosotros no sabíamos el nombre del Papa, la Señora no nos ha dicho el nombre del Papa, no sabíamos si era Benedicto XV o Pío XII o Pablo VI o Juan Pablo II, pero era el Papa que sufría y nos hacía sufrir también a nosotros”.

Por lo que se refiere al pasaje sobre el Obispo vestido de blanco, esto es, el Santo Padre –como se dieron cuenta inmediatamente los pastorcitos durante la “visión”–, que es herido de muerte y cae por tierra, Sor Lucía está completamente de acuerdo con la afirmación del Papa: “una mano materna guio la trayectoria de la bala, y el Papa agonizante se detuvo en el umbral de la muerte” (Juan Pablo II, Meditación desde el Policlínico Gemelli a los Obispos italianos, 13 de Mayo de 1994)».

Y un poco después, Sor Lucía aparece citada también con esta frase puesta en su boca entre comillas: «Yo he escrito lo que he visto, no me corresponde a mí la interpretación, sino al Papa».

En nuestra humilde opinión, del contenido del Coloquio no se puede deducir que Sor Lucía observara «que a ella misma se le dio la visión, no su interpretación», como afirma el Cardenal Ratzinger en su Comentario, sino que a ella no le competía en última instancia la interpretación, sino a la Iglesia. Esto último, por tanto, no excluye la posibilidad de que Sor Lucía recibiera, por su parte, del Cielo alguna inteligencia o entendimiento en relación al significado de la visión del «tercer Secreto», y, de hecho, si atendemos al pasaje de su diario espiritual anteriormente transcrito, se puede afirmar con seguridad que así ocurrió efectivamente. Lo cual no quiere decir que esa inteligencia en torno al significado de la visión sea parte formal del Secreto de Fátima en cuanto tal. Sor Lucía, una vez obtenido el permiso del Cielo, obedeció inmediatamente y redactó y entregó a la Autoridad Jerárquica lo que ésta le había mandado, es decir, el «tercer Secreto» en su totalidad e integridad.

El Cardenal Ratzinger comienza el Comentario Teológico hablando de las dos primeras partes del Secreto y añade:

«Como palabra clave de la primera y de la segunda parte del “secreto” hemos descubierto la de “salvar las almas”, así como la palabra clave de este [tercer] “secreto” es el triple grito: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!”. Viene a la mente el comienzo del Evangelio: “paenitemini et credite evangelio” (Mc 1,15). Comprender los signos de los tiempos significa comprender la urgencia de la penitencia, de la conversión y de la fe. Ésta es la respuesta adecuada al momento histórico, que se caracteriza por grandes peligros y que serán descritos en las imágenes sucesivas».

El futuro Papa Benedicto XVI continúa en su Comentario dando su interpretación a las sucesivas imágenes de la visión, y cuando llega al «Obispo vestido de blanco», comenta:

«Aparecen después aquí personas humanas: el Obispo vestido de blanco (“hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre”), otros Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Religiosas y, finalmente, hombres y mujeres de todas las clases y estratos sociales. El Papa parece que precede a los otros, temblando y sufriendo por todos los horrores que lo rodean. No sólo las casas de la ciudad están medio en ruinas, sino que su camino pasa en medio de los cuerpos de los muertos. El camino de la Iglesia se describe así como un Viacrucis, como camino en un tiempo de violencia, de destrucciones y de persecuciones. Se puede ver representada en esta imagen la Historia de todo un siglo. Del mismo modo que los lugares de la Tierra están sintéticamente representados en las dos imágenes de la montaña y de la ciudad y están orientados hacia la cruz, también los tiempos son presentados de forma compacta. En la visión podemos reconocer el siglo pasado como siglo de los mártires, como siglo de los sufrimientos y de las persecuciones contra la Iglesia, como el siglo de las guerras mundiales y de muchas guerras locales que han llenado toda su segunda mitad y han hecho experimentar nuevas formas de crueldad. En el “espejo” de esta visión vemos pasar a los testigos de la Fe de decenios. […]

En el Viacrucis de este siglo, la figura del Papa tiene un papel especial. En su fatigoso subir a la montaña podemos encontrar indicados con seguridad juntos diversos Papas, que empezando por Pio X hasta el Papa actual han compartido los sufrimientos de este siglo y se han esforzado por avanzar entre ellas por el camino que lleva a la cruz. En la visión también el Papa es matado en el camino de los mártires. ¿No podía el Santo Padre, cuando después del atentado del 13 de Mayo de 1981 se hizo llevar el texto de la tercera parte del “secreto”, reconocer en él su propio destino?»

El Cardenal, finalmente, termina su Comentario con una interpretación de todo el Mensaje de Fátima tomado en su totalidad:

«Hemos llegado así a una última pregunta: ¿Qué significa en su conjunto (en sus tres partes) el “secreto” de Fátima? ¿Qué nos dice a nosotros? Ante todo, debemos afirmar con el Cardenal Sodano: “… los acontecimientos a los que se refiere la tercera parte del ‘secreto’ de Fátima, parecen pertenecer ya al pasado”. En la medida en que se refiere a acontecimientos concretos, ya pertenecen al pasado. Quien había esperado en impresionantes revelaciones apocalípticas sobre el fin del mundo o sobre el curso futuro de la Historia debe quedar desilusionado. Fátima no nos ofrece este tipo de satisfacción de nuestra curiosidad, del mismo modo que la Fe cristiana por lo demás no quiere y no puede ser un mero alimento para nuestra curiosidad. Lo que queda de válido lo hemos visto de inmediato al inicio de nuestras reflexiones sobre el texto del “secreto”: la exhortación a la oración como camino para la “salvación de las almas” y, en el mismo sentido, la llamada a la penitencia y a la conversión.

Quisiera al final volver aún sobre otra palabra clave del “secreto”, que con razón se ha hecho famosa: “mi Corazón Inmaculado triunfará”. ¿Qué quiere decir esto? Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El fiat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la Historia del mundo, porque ella ha introducido en el mundo al Salvador, porque gracias a este “sí” Dios pudo hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente; él tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo tiene un corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad hacia el mal ya no tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras de Jesús: “padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). El Mensaje de Fátima nos invita a confiar en esta promesa».

Si no hemos entendido mal la interpretación del Mensaje de Fátima en general, y por ende del «tercer Secreto» en particular, dada por el entonces Cardenal Ratzinger, dicho Mensaje estaría formado por una parte profética exhortativa-espiritual y otra parte profética histórico-social futura. Esta segunda parte profética ya se habría cumplido completamente durante el siglo XX y, por tanto, no tendría sentido seguir insistiendo en ella como anunciadora de acontecimientos histórico-sociales que habrían de continuar verificándose y que aún no se han consumado. Sin embargo, Fátima seguiría estando vigente en el siglo XXI en su primera parte profética espiritual, la cual ciertamente no es más que un eco o recordatorio del mensaje esencial de la Revelación contenido en el Evangelio y que es, por sí mismo, atemporal y válido para siempre. Por último, el Cardenal otorga a la frase «por fin, mi Inmaculado Corazón Triunfara», no un sentido histórico-social, pues ello conllevaría una contradicción con su previa aseveración acerca de la efectiva y definitiva terminación de la parte profética del Mensaje destinada a la relación de los acontecimientos futuros, sino que le da un sentido de esperanzadora sumisión espiritual, solamente personal, del corazón de cada hombre hacia Dios, en conformidad con la primordial obediencia ejemplar dada por la Santísima Virgen y originada desde su Inmaculado Corazón.

Creemos que el Cardenal Ratzinger, con esta restrictiva interpretación asocial del «triunfo del Inmaculado Corazón de María», desaprovecha absolutamente toda la riquísima teología contenida en las Encíclicas sociales de los Papas preconciliares acerca del Reinado Social de Jesucristo en las comunidades políticas, y su esencial vinculación con el Reinado indisolublemente unido del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María. No podemos detenernos a ampliar estos extremos, remitiéndonos para una correcta intelección de este asunto –al margen completamente de toda grotesca desvirtuación protestante-milenarista– al ya clásico libro Mundo histórico y Reino de Dios que el Maestro Francisco Canals Vidal publicó en 2005, cuatro años antes de su muerte.

Resulta importante tener en mente esta concepción del Mensaje de Fátima que tenía el Cardenal Ratzinger, porque sirve de clave para entender correctamente ulteriores manifestaciones del ya Papa Benedicto XVI que fueron erróneamente entendidas por los «fatimistas» como una pretendida rehabilitación de la parte profética histórico-social del Mensaje. Así se ha de proceder, por ejemplo, cuando el Papa Benedicto, al final de su Homilía dada el 13 de Mayo de 2010 en el marco de los actos de canonización de los pastorcitos Francisco y Jacinta, afirmaba lo siguiente (Nota. Copiamos de la traducción oficial):

«Se equivoca quien piensa que la misión profética de Fátima está acabada. Aquí resurge aquel plan de Dios que interpela a la humanidad desde sus inicios: “¿Dónde está Abel, tu hermano? (…) La sangre de tu hermano me está gritando desde la Tierra” (Gn 5,9). El hombre ha sido capaz de desencadenar una corriente de muerte y de terror, que no logra interrumpirla… En la Sagrada Escritura se muestra a menudo que Dios se pone a buscar a los justos para salvar la ciudad de los hombres y lo mismo hace aquí, en Fátima, cuando Nuestra Señora pregunta: “¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quiera mandaros, como acto de reparación por los pecados por los cuales Él es ofendido, y como súplica por la conversión de los pecadores?” (Memorias de la Hermana Lucía, I, 162).

Con la familia humana dispuesta a sacrificar sus lazos más sagrados en el altar de los mezquinos egoísmos de nación, raza, ideología, grupo, individuo, nuestra Madre bendita ha venido desde el Cielo ofreciendo la posibilidad de sembrar en el corazón de todos los que se acogen a ella el Amor de Dios que arde en el suyo. Al principio fueron sólo tres, pero el ejemplo de sus vidas se ha difundido y multiplicado en numerosos grupos por toda la faz de la Tierra, dedicados a la causa de la solidaridad fraterna, en especial al paso de la Virgen Peregrina. Que estos siete años que nos separan del centenario de las Apariciones impulsen el anunciado triunfo del Corazón Inmaculado de María para gloría de la Santísima Trinidad».

Hay que señalar, no obstante, que la interpretación dada por Roma por boca de su entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe no es vinculante para los católicos, sino que está abierta a otras posibles interpretaciones alternativas. Así lo reconocía, al menos implícitamente, el propio Cardenal Ratzinger, a la par que se reafirmaba en su interpretación, en sus contestaciones durante la ronda de preguntas y respuestas que siguió a la presentación pública del texto del «tercer Secreto» en la conferencia de prensa celebrada el 26 de Junio de 2000 en el Aula Juan Pablo II de la Sala de Prensa de la Santa Sede. A una pregunta del periodista italiano Andrea Tornielli, respondió el Cardenal Ratzinger lo siguiente (Nota. Traducimos del audio original italiano que aparece transcrito en un Apéndice del libro On the third part of the Secret of Fatima, Kevin J. Symonds, 2017):

«A la primera parte de la pregunta puedo responder brevemente que naturalmente un tal texto simbólico permite un margen de interpretación y no una absoluta identificación histórica. Por ello realmente podemos ver sintetizado en esta visión la historia de los mártires de un siglo y, en este sentido, también la pasión de los Papas en este siglo, y no exclusivamente el atentado del 13 de Mayo del `81; mas ciertamente, en esta historia de los sufrimientos de los Papas, este atentado, que verdaderamente llevó al Papa al umbral de la muerte, es el punto culminante que va particularmente identificado como núcleo de esta visión».

Y, en otra respuesta al periodista italiano Marco Politi, insiste el Cardenal Ratzinger diciendo:

«Al primer punto [de la pregunta], como ya he mencionado en la otra respuesta, no existe una definición oficial o interpretación oficial, de la Iglesia, de esta visión. La visión se abre con el progreso de la historia del pasado siglo; en el `60 evidentemente o…, `60, sí, cuando el Santo Padre Juan, Juan XXIII, abrió [el sobre], aún se había de ver la correspondencia histórica con esta visión. En el desarrollo se ve cómo, se ve más y más cómo es una síntesis muy profunda de la historia de un siglo, al menos de medio siglo; y justamente con el atentado se ve aún el punto culminante de esta historia, que va mucho más allá del punto, pero que aparece como punto central.

Así, a la luz de la historia desarrollada, ahora pasada, podemos descifrar esta visión y entender lo que la Señora quiso decirnos con esta, con esta visión; pero no es intención de la Iglesia imponer una interpretación. Me parece, la historia misma, la correspondencia entre visión y realidad vivida y sufrida, indica que ésta es la línea a seguir, y si yo dije “el Papa entendió que se trataba de su suerte”, me identifico con esta percepción del Papa, en el mundo, de gran sufrimiento; me parece, era justamente el momento en el cual ninguno más podía saber de qué cosa realmente habla la imagen».

Por tanto, queda abierta la puerta a otros intentos de interpretación de la visión del Secreto. Así, por poner un ejemplo, el Obispo Bernard Fellay opinaba que la visión podría representar simbólicamente una Pasión que habría de sufrir la Iglesia. En una conferencia dada el 13 de Junio de 2005, en Bruselas, afirmaba el Obispo (Nota. Traducimos del texto inglés aparecido en la revista Christendom, nº 1, Septiembre-Octubre 2005):

«Me pregunto si la parte publicada del 3er secreto de Fátima no trata acerca de esta Pasión [de la Iglesia]. Al final habla de una masacre: una procesión que sigue al Papa, con Obispos, Religiosos y fieles de todos los ámbitos sociales, y todos ellos son matados. Esta visión termina con ángeles ofreciendo esta sangre a Dios, y esta sangre volverá como gracias sobre aquéllos que queden. Parece como si hubiera una aparente desaparición de la Iglesia. Esta interpretación no es exactamente aquélla dada por Roma, pero no estoy haciendo nada más que describir pura y simplemente la visión».

En este mismo sentido, se podrían volver a traer a colación las reflexiones del P. Joaquín M.ª Alonso que expusimos anteriormente. Dijimos que eran una conjetura errónea acerca del texto propiamente dicho del «tercer Secreto». Pero sí podrían servir como un elemento más a tener en cuenta en orden a una posible interpretación correcta de la visión del Secreto.

Posiblemente el P. Alonso, aunque no lo dijera expresamente en su pequeño libro, se decidiera a realizar esas reflexiones fundamentándose en lo que él había podido inferir en el curso de sus investigaciones a partir de documentos escritos por Sor Lucía a los que él tuvo acceso, o de sus conversaciones habidas con la Vidente. En todo caso, lo cierto es que, si hay una persona autorizada para poder dar una interpretación verdadera de la visión del Secreto, ésa es precisamente la Hermana Lucía, de la cual tenemos constancia que recibió del Cielo un cierto entendimiento de su genuino significado. Éste es un punto que podría quedar aclarado en una eventual publicación de los documentos del Archivo del Carmelo de Coímbra, siempre en el caso, claro está, de que Sor Lucía hubiera hecho efectivamente referencia a la interpretación de la visión en alguno de sus escritos.

Nos anima a pensar en la realidad de esta última expectativa el hecho de que poseamos actualmente un ejemplo concreto: se trata de la carta que Sor Lucía escribió con fecha 12 de Mayo de 1982 al Papa Juan Pablo II (entregándosela en mano al día siguiente), y que aparece parcialmente reproducida en el documento de Presentación del «tercer Secreto» (documento que forma parte también del Informe El Mensaje de Fátima) redactado por el Cardenal Tarcisio Bertone. Como esta misma carta aparece más completa en la biografía de 2013, pasaremos a citarla tomándola de esta última obra. Dice así:

«A Su Santidad Juan Pablo II humildemente expongo y suplico:

La consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María en unión con todos los Obispos del mundo. De modo que esta consagración sea un lazo de unión de todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo que, con María Madre de Cristo y Madre Nuestra, se ofrecen al Señor para completar la obra de Redención del mundo. Y si es posible, con todos los cristianos e incluso los no católicos, y hasta los no cristianos que quieran unirse a este acto de plena consagración y entrega al Señor, unidos al Corazón Inmaculado de María.

Es cómo comprendí que debía hacerse esta consagración, a imitación de Cristo cuando dice al Padre: “Me consagro por ellos para que también ellos sean consagrados” en la verdad, en la justicia y en el amor, unidos en la misma fe, en la misma esperanza y en el mismo amor.

La tercera parte del secreto: – Se refiere a las palabras de Nuestra Señora: “Si no, extenderá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas”. (13-VII-1917).

La tercera parte del secreto, que tanto ansiáis conocer, es una revelación simbólica, que se refiere a este fragmento del Mensaje, condicionado, a si sí o si no, nosotros aceptamos o no lo que el Mensaje nos pide: “Si atendieran Mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, extenderá sus errores por el mundo”, etc.

Porque, no hemos atendido a esta llamada del Mensaje, verificamos que él se ha cumplido. Rusia fue invadiendo el mundo con sus errores. Y si no vemos todavía el hecho consumado del final de esta profecía, vemos que para allí avanzamos a pasos agigantados. Si no damos marcha atrás en el camino del pecado, del odio, de la venganza, de la injusticia, atropellando los derechos de la persona humana, de la inmoralidad y de la violencia, etc.

Y no digamos que es Dios, que así nos castiga, pero sí, que son los hombres que para sí mismos se preparan el castigo. Dios, apenas nos advierte y llama al buen camino, respetando la libertad que nos dio; por eso, los hombres son responsables».

Sor Lucía, así pues, aclara que la visión de la tercera parte se refiere a las palabras de la Santísima Virgen contenidas en la segunda parte del Secreto, las cuales conciernen al aspecto profético histórico-social del Mensaje de Fátima. Y señala que, si bien este aspecto profético por desgracia se ha venido cumpliendo durante el siglo XX (extremo que ella misma, por lo demás, confirmaba con las palabras que se le atribuían en el documento relativo al Coloquio, tal como lo reprodujimos antes), añade a su vez que el final de esa profecía histórico-social todavía no se ha consumado y que nos vamos acercando a pasos largos hacia su término.

Esta carta demuestra y confirma aquella afirmación que hacía el P. Joaquín M.ª Alonso, en su opúsculo, acerca de la unidad intrínseca que debían guardar entre sí las tres partes del Secreto como clave para el entendimiento del Mensaje de Fátima en general, y de la tercera parte en particular. Decía en el epígrafe quinto de su Segunda Parte:

«Algo también muy importante [a tener en cuenta], como criterio hermenéutico de inteligencia de la tercera parte del secreto íntegro, es la unidad que guardan las tres partes que constituyen la comunicación de Julio de 1917. Porque ese criterio obliga a discernir bien, sí, lo que revela y lo que se oculta; pero también a conjeturar con toda verosimilitud esto que se oculta por su relación intrínseca con lo que se revela.

Ahora bien, la misma estructura literaria que adopta Lucía cuando comienza a escribir lo que en aquella ocasión podía revelar es clara: “Pues bien, el (subrayamos nosotros) secreto consta de tres cosas distintas, dos de las cuales voy (ahora) a revelar”. Cuando se trate, pues, de aventurar algo sobre el contenido de la tercera “cosa”, no se la desconecte de las otras dos, como si fuera un apéndice olvidado».

Desde el año 2000 no hace falta ya «aventurar» nada sobre el texto propiamente dicho del «tercer Secreto», que, como bien sabemos, consiste exclusivamente en una visión (al igual que ocurría en la primera parte). Pero la Santa Sede sí ha dejado espacio libre a los católicos para poder ampliar o clarificar la interpretación de dicha visión. ¿Confirmarán algunos de los documentos de Sor Lucía custodiados en el Archivo del Carmelo de Coímbra y pendientes de publicación en el próximo futuro, alguna de las hipótesis sospechadas por el P. Joaquín M.ª Alonso en tanto que aplicadas a la interpretación del texto de la visión? ¿O, por el contrario, estos documentos no aportarán ningún dato nuevo, y deberemos conformarnos únicamente con las explicaciones que Sor Lucía da en su carta de 12 de Mayo de 1982 dirigida al Papa Juan Pablo II? En cualquier caso, no se puede dejar de reconocer la interpretación contenida en esta carta como punto de partida fundamental para una correcta intelección de la visión de la tercera parte del Secreto.

Félix M.ª Martín Antoniano 

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