Peñas arriba

Portada de la catedral de Oviedo, Asturias

A la mañana del martes salimos de Navarra a todo correr, despidiéndonos de los correligionarios de Mélida con los debidos agradecimientos. De otro modo no llegaríamos a Gijón a la hora convenida.

Estos correligionarios de Castilla arrancaron por las carreteras tudelanas subiendo hacia Estella, última sede del trono español. Cruzamos el Ebro por primera vez en nuestro viaje por la Península, y el paisaje comenzó a accidentarse. En este punto, la espesura se va haciendo con las lindes del camino; en cierto momento brotan, imponentes, los montes cantábricos que nos colocan en las Vascongadas. ¡Buenas horas de viaje caben en pocas líneas!

Apenados por no parar ni en Vitoria ni en Bilbao o no poder ver a los leales de Santander y visitar la tierra de José María Pereda, arribamos a las afueras de Gijón. Allí pudimos acudir a la conmemoración del 18 de julio organizada por los correligionarios del Principado, con quienes oímos santa Misa en sufragio por los mártires.

Tras los oficios disfrutamos de una comida de hermandad con el majo grupo de damas y caballeros asturianos reunidos para la ocasión, entre quienes se contaban algunos viajeros como nosotros, de León y de Valencia. Nos agasajaron con la fina empanada local, ricas tortillas, quesos del país y los dulces casadielles, entre otros manjares. Disfrutamos de la sidra local excelentemente escanciada, con un rendimiento profesional. Todo esto sucedió en la Quinta del Infanzón, donde ocurrió hace cosa de un siglo el hilarante revolcón del Caudillo.

La sobremesa se alargó hasta agotar una caja de sidra. Al rato, nos dirigimos a Oviedo. Ya en el Círculo Juan Vázquez de Mella tuvimos una tertulia más serena, al final de la cual el presidente Antonio Capellán nos sorprendió al obsequiarnos con una riquísima caja de casadielles: ¿cómo lo agradeceremos?

Tras esto, nuestros correligionarios nos llevaron a cenar en la agradable noche ovetense, que no sólo se presenta dichosa sino abundante. En efecto, estos novatos apenas pudieron acabar unos cachopos indomables, aderezados con jalapeños, de un codo de extensión.

Un día, en fin, apenas esbozado: feraz como esta Montaña inexpugnable, cubierto como el cielo de Oviedo, fresco como la llovizna que renovó la madrugada. Retazos de conversación: el lógico repaso a la militancia local, las tentaciones antipolíticas, la historia de la región, últimos tiempos y pasos a dar por la Comunión.

Qué alegría conforta al encontrarse con los correligionarios. Especialmente cuando estuvimos acogidos y acompañados de esta forma inmejorable, por don Luis o don Manuel, doña Marta, don Juan, don Antonio, y el resto de leales asturianos.

A esas alturas, sólo nos quedaba rendir las pocas horas de sueño disponibles para reparar las fuerzas tan felizmente consumidas. Temprano, de mañana, la humilde visita continuaba al siguiente destino: Galicia.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid.

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