El jueves de mañana, la modesta partida continuó su viaje rumbo a Coimbra. A las espaldas dejamos Lugo, el Pazo de Tor y casi la mitad del trayecto recorrido.
Recalando las lomas del Macizo Galaico, cruzamos el río Sil, y a la altura de Orense pasamos el Miño, cuyos meandros fuimos bordeando antes de llegar a la ciudad. Un ciego sol azotaba la marcha, haciendo recia esta parte del camino, y ya nos acordábamos del destierro cidiano que cantara Machado. Salvamos la frontera por Verín, entrando por fin a Portugal.
La autovía se conducía cómodamente, sin apenas tráfico. Así fue, más o menos, hasta la altura de Viseu. No hay travesías dignas de contarse sin extravíos, y estos forasteros tuvieron uno. Por suerte, no nos condujo más allá de Lousã, una localidad cercana a Coimbra. Y por fortuna el desvío nos adentró un buen rato en la comarca: de accidentes mesurados, montes medianos tapizados de la fronda local. Arroyuelos de tenue sombra, pueblos serenos de paisanos con sus faenas y sus disfrutes propios y comunales.
Tras esto, llegamos a nuestro destino. Al poco nos recogió el dirigente de la Causa Tradicionalista de nuestro país hermano, don Luis Andrade dos Santos, y no pudimos caer en mejores manos. Ofreciéndonos un notable recorrido por la ciudad, tras el paseo recaímos en un café para reconstituirnos con unos galaõis y lo que cayera detrás.
Nos daría reparo tratar sólo de comida y bebida, como la exquisita cena que pudimos en la Universidad de Coimbra, con su imprescindible sopa verde y una deliciosa alheira del país. Pero perdemos la vergüenza al considerar el mejor alimento en estas circunstancias, que es la instrucción y la conversación de que disfrutamos con don Luis.
Su altura intelectual alumbró enjundiosos temas, como el acervo cultural y lingüístico de los reinos peninsulares, la raíz y constitución común que comparten desde la Reconquista o la capitalidad de la unión católica como fundamento político y de su restauración. Nos sorprendió con su criterio para el mundo taurino, ilustrándonos sobre el estilo portugués y costumbres como los forcados, de donde extrajo incluso notas de prudencia política.
Tratamos igualmente de la evolución reciente de los círculos carlistas, peninsulares y de ultramar, de los humildes pero crecientes medios de la Comunión, así como de las visicitudes del legitimismo portugués y de su historia reciente.
Después de este agasajo, en la despedida don Luis entregó a todos los miembros de la visita una bandera realista portuguesa, que recibimos con gratitud y dilección. Con unos agradecimientos nunca suficientes, entre saludos efusivos, dejamos que nuestro anfitrión pudiera atender sus obligaciones.
Tras despedir santamente el día con las oraciones cumplidas, descansamos para encarar el siguiente punto del viaje: Sevilla.
Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid.
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