Corrupción en Bolivia (II): efectos y consecuencias en el bien común de la sociedad

LAS LEYES QUE DEBERÍAN PROTEGERNOS SON MERAS FORMALIDADES, YA QUE PARTEN DEL PRINCIPIO DE LA LIBERTAD COMO ABSOLUTO

Jessé Mercado

Continuamos la primera parte de este artículo, sobre el tema de la corrupción boliviana, que aparte de ser un terreno extenso que no acaba, se puede sacar una muestra de algunas capas de este vestigio. En Bolivia, el ejercicio de la corrupción ha logrado crear un callo, que hizo perder sensibilidad sobre estos temas. Si bien son indignantes al principio, los medios de comunicación se encargan de quitarle la objetividad y no perseveran en su búsqueda de la verdad, por miedo o conformidad. Gran parte del problema se debe a la naturaleza caída del hombre por el pecado original, y la herida de la concupiscencia, pero hay elementos que facilitan los hechos de corrupción. En teoría, los burócratas y sus legislaciones, existen para impedirlo ¿pero a qué se debe esta facilidad?

La respuesta tiene muchos matices y estratos arqueológicos, pero podemos señalar por lo menos dos, a saber: por una parte, el fin material de la sociedad y, por otra, la estructura política contemporánea.

Hoy en día los bienes materiales se consideran un fin absoluto en sí mismos, de modo que ya no son simples medios materiales o inmateriales para alcanzar el bien, la virtud o satisfacer una necesidad; no, ahora son considerados el «bien» como tal. De ahí la búsqueda desenfrenada de tener o acumular bienes terrenales y meramente materiales y utilitarios, que son el objeto tan ansiado de los mellizos filosóficos e ideológicos de liberales y socialistas.

En virtud de esto y al ser la democracia el fundamento de gobierno de muchos países, no solo se democratizó (en teoría) el poder político y la libertad, sino también la corrupción. La posibilidad de poder gobernarnos y gobernar a los demás de forma absoluta e independiente, inevitablemente desembocará en la anarquía pasiva en la cual vivimos. Las leyes que deberían protegernos son meras formalidades, ya que parten del principio de la libertad como absoluto. Por lo cual, la corrupción puede pasearse libremente por donde quiera: por eso es fácil, porque la corrupción ha conseguido que nada lo detenga. Todo está a la venta, las leyes y normas tienen precio, los puestos políticos o estatales, además de los jueces y la cárcel. Robar no está mal porque la ley del gobierno así lo diga, sino porque la moral y la conciencia de los hombres saben que es así; esa es la ley viva y activa que nos sostiene (hasta el momento), la cual está escrita en los corazones de todos los hombres por Dios mismo. En el momento que un gobierno no reconoce este aspecto y trata artificialmente de abstraerlo de las instituciones, la corrupción danzará junto con países enteros a la flauta del Diablo.

Jessé Mercado, Circulo Tradicionalista San Juan Bautista, Alto Perú

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