
Compartimos con los lectores de La Esperanza un simpático artículo que nos hacen llegar del Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas, escrito por Chesterton y publicado originalmente en The Daily News.
***
De todas las señales de modernismo que parecen representar una especie de decadencia, no hay ninguna más amenazadora y peligrosa que la exaltación de pequeñísimas y secundarias normas de conducta a expensas de las grandísimas y primarias, a expensas de los lazos eternos y de la trágica moralidad humana. Si hay algo peor que la debilitación moderna de la gran moral, es la fortificación moderna de la pequeña moral. Así, suele considerarse más injurioso acusar a un hombre de mal gusto que de mala ética. La limpieza ya no se considera inmediata a la santidad, porque la limpieza se ha convertido en esencial, y la santidad, como en una ofensa. Una comedia puede atacar a la institución del matrimonio en tanto en cuanto no reproduzca falsamente los modales de la sociedad; y yo he encontrado pesimistas ibsenianos que consideraban censurable tomar cerveza, pero plausible tomar ácido prúsico. Esto ocurre singularmente en asuntos de higiene; y de un modo notablemente señalado en asuntos como el de estar tumbado en la cama. En vez de mirarlo, como debía ser, como un asunto de conveniencia y arreglo puramente personal, se ha llegado por mucha gente a mirar el levantarse temprano por la mañana, como si formase parte de los principios esenciales de la moral. Es, en conjunto, parte de la sabiduría práctica; pero no es nada intrínsecamente bueno, ni lo contrario tiene tampoco nada de malo en sí.
***
Los avaros se levantan muy temprano, y los ladrones, según me dicen, se levantan la víspera por la noche. El gran peligro para nuestra sociedad estriba en que todo su mecanismo puede resultar más y más fijo mientras su espíritu se hace más y más versátil. Los actos menudos y las combinaciones de un hombre deben ser libres, flexibles, creadoras; lo que debe ser inmutable son sus principios, sus ideales. Pero en nosotros lo exacto es lo opuesto: nuestros pareceres y perspectivas cambian constantemente, pero no cambia nuestro almuerzo. Ahora bien, a mí me gustaría que los hombres tuvieran firmes y arraigadas concepciones, pero en cuanto a su almuerzo les dejaría que lo tomasen ya en el jardín, ya en la cama, ya en el tejado, ya en la copa de un pino. Discutan siempre según sus ideas, arguyan partiendo de los mismos principios esenciales; pero háganlo donde les plazca: en una cama, o en un barco, o en un globo.
Este alarmante desarrollo de las buenas costumbres denota realmente un subrayado enfático en demasía de aquellas virtudes que pueden afianzar la mera costumbre; denota, en cambio, énfasis insuficiente respecto de aquellas virtudes que la costumbre no puede por sí sola afianzar, repentinas y espléndidas virtudes de piedad inspirada o de inspirado candor. Si acaso ese llamamiento brusco se nos hace, podemos fracasar. Cualquiera puede habituarse a estar de pie a las cinco de la mañana. Pero no puede cualquiera habituarse fácilmente a dejarse quemar por sus ideas; el primer experimento en esa dirección suele ser fatal. Concedamos alguna mayor atención a esas posibilidades de los heroico y lo inesperado. Osaría decir que cuando me lance fuera de esta cama realizaré alguna hazaña reveladora de virtud poco menos que inaudita.
G.K. Chesterton, (traducción de R. Calleja)
Deje el primer comentario