Sonorama Ribera es uno de tantos festivales de la posmodernidad que los ciudadanos romanos de la Antigüedad no dudarían en encuadrar dentro de la categoría de circenses. En la última edición se ha impuesto la pulsera «cashless» a los asistentes, es decir, la organización ha impedido el pago en moneda de curso legal, exigiendo utilizar el mencionado dispositivo. Así lo ha hecho saber FACUA, asociación de consumidores, que ha denunciado esa prohibición unilateral de pago en efectivo y que solicita la incoación de un procedimiento sancionador.
De esta manera, en esos festivales se lanza a los asistentes el mensaje de que imponer el pago por tarjeta o medios electrónicos es algo inocuo. En un contexto de diversión, los más jóvenes saldrán con la lección bien aprendida y muchos de ellos convencidos de que acabará siendo irreversible porque «ha sido divertido» y «si es tecnológico y es moderno, es bueno».
Desde que se inventaron en el antiguo reino de Lidia, en las monedas ha figurado la imagen de quien tiene poder para acuñarlas. El rostro del gobernante en su anverso ha sido uno de los primeros sistemas de publicidad del poder público desde la Antigüedad. En esta sociedad líquida y en liquidación se pretende eliminar el dinero físico desde altas instancias, por ejemplo, de la Unión Europea. Hace unas semanas la presidente de la comisión Úrsula von der Leyen se manifestó a favor de un «euro digital». Sonorama sólo se deja llevar por esa tendencia. Pero si se ahonda en esta trayectoria, el mensaje que acabará llegando a la población es que quienes tienen el poder son las sociedades bancarias que emiten las tarjetas y quienes controlan los datos archivados en los microchips de los dispositivos «cashless». Pequeños pasos psicológicos para convencer de las bondades de un «nuevo orden mundial».
Ana Herrero, Margaritas Hispánicas
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