Como la estulticia ambiental no es una causa, sino un síntoma, es lógico que en otros ámbitos de la vida civil se produzcan también confusiones y simplificaciones semejantes. Lo estamos viendo con el «asunto del beso» (nada que ver con la Leyenda) que, de momento, ha dejado patentes dos cosas: una, lo bien que le ha venido al deporte femenino una polémica barriobajera y vulgar como la presente, para que la molicie estival no sepulte demasiado pronto en el olvido la molicie del fútbol femenino. Otra, que nos sigue gustando mucho simplificar. A Rubiales no le han hecho ninguna PCR de machismo, ni falta que hace: si su comportamiento es inconveniente respecto de una mujer, es cierto, seguro e incuestionable que se trata de un comportamiento motivado por un emplasto ideológico multisecular, judeocristiano (y facha) que pretende, desde el origen mismo del Cosmos, del Universo, del Tiempo y de Todo, someter a la Mujer no al Hombre, sino a un hombre cualquiera.
La simplificación, en este caso (no cuestiono la del Covid, porque no soy médico y porque sigo haciendo méritos para que se me reconozca, póstumamente, como el Príncipe de la Preterición y el Licurgo del Litote), me parece perfectamente injustificada. Por, al menos, tres motivos:
El primero es que se puede ser un cerdo, un sinvergüenza, un libidinoso sin fuerza moral para contener sus instintos, un inmoral, un perdulario y todos los adjetivos que quieran añadir, sin dejar por ello de ser Feminista, Progresista y Bien. De hecho, en la presente coyuntura, uno de los indicadores más fiables de que se es Feminista, Progresista y Bien, es precisamente el abandono más deliberado a todos los instintos de cintura para abajo, el desbridamiento de sus deseos y pulsiones más bajas y la inmoralidad, cuanto más imaginativa, mejor. ¿Dirán, acaso, las Musas de la Izquierda, los Solones de Ferraz que abortar, utilizar anticonceptivos, ser maricón, ser transexual, divorciarse, cometer adulterio, no son comportamientos propios de gentes Modernas y Emancipadas? Y, sin embargo, ¿qué es todo eso sino el caldo de cultivo, el ambiente en el que se baña un señor que considera que es socialmente aceptable besar a una señorita, en público y sin su permiso? Se puede ser un cerdo sin ser facha. Se puede ser Rubiales siendo Rubiales (valga la redundancia ontológica), que sólo ha dejado de ser Socialista, Progresista y Bien cuando el PSOE le ha retirado la aureola con que canoniza —BOE mediante— a todos los que le aman.
Por otra parte, niego lo contrario con la mayor de las rotundidades. Machistas, caso de existir fuera de la cabeza de las Feministas, son de dos clases. Están los maltratadores, como el agresor de sor Rosario en Granada («¡Por monja!»); los maltratadores psicológicos, como los adúlteros crónicos que también se emplean en ser falsos monarcas del Estado español; los asesinos de mujeres, como Josu Ternera y Henri Parot. Y como ninguno de esos cuenta como machista (porque pegar a monjas, matar a fiscales fachas y pegársela a princesas griegas no es machista), también habrá que mencionar a los que pegan y matan a sus mujeres. El único machismo práctico, es curioso, es el que ejerce violencia, primo et per se contra el vínculo conyugal… Este tipo de machistas no haría lo que hizo Rubiales, por pudor criminal (el que es de las tinieblas, busca obrar en las tinieblas). Y creo que ni Irene Montero ha pretendido incluir al ya ex presidente de la RFEF en esta categoría.
Pero también están los machistas teóricos; valga por todos Dios, al que se le ocurrió crear a la Mujer a partir de la costilla del Hombre (y que no arregló la cosa a satisfacción de las feministas que, ya entonces debían de andar paseándose por el Edén, cuando prometió a esa misma Mujer que pisaría la cabeza de la serpiente). Dios y sus discípulos, los acólitos del heteropatriarcado normativo y judeocristiano son los que están en el punto de mira de las que disparan a Rubiales intentando acertarle a Santo Tomás. No van a tener suerte.
Los heteropatriarcales normativos, antiguamente conocidos como caballeros jamás, jamás, jamás habrían incurrido en la incuria de Rubiales. Jamás le habrían dado un ósculo de tales características a ninguna mujer, quizás ni siquiera a la propia, en público y ante las cámaras que retransmitían la escena a todo el Cosmos Universal [es decir, a los cuatro gatos que estarían viendo un partido de fútbol femenino que, sin acritud, es aún más intragable que el masculino]. Rubiales no es un machista, sólo es un imbécil. Yo entiendo que, para muchas mentes espesas, resulte más sencillo que en las estadísticas de muerte sólo haya dos columnas: «Covid» y «Feminicidio»; y que en las estadísticas de muerte civil (hoy, en postespañol: «cancelación») también haya sólo dos: «Machismo» y «Transfobia». Pero lo diré una vez más: ¡la trinchera de los fachas, de los machistas y de los carcas se está llenando de gente rara!
El tercero, por evidente, no habría ni que decirlo: nada, absolutamente nada tiene de sorprendente que un tipo Progresista, Feminista y Bien como Rubiales se comporte de manera vulgar y barriobajera, cuando a su derecha, comportándose de manera barriobajera y vulgar, tiene a la Reina y a la Infanta del Progreso, del Feminismo y de lo Bien. Los pueblos son el reflejo de sus gobernantes.
[«¡Falta la película, don Gildo!» Vean, vean la peliculita del beso: verán si no es más repugnante lo de las unas que lo del otro].
G. García-Vao
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