Continuando con lo expuesto anteriormente, el gorro frigio es un símbolo anticatólico que llegó a los países hispanoamericanos a través del liberalismo, en su rol descristianizador y secularizante de la sociedad, del gobierno y de la legislación. Quienes evaden estos hechos y se dedican a blanquear el liberalismo, argumentan que en los pasados dos siglos la Iglesia gozó de reconocimiento confesional en las constituciones y en el Estado, y a esto lo llaman «Libertad religiosa».
Estos argumentos engañosos pretenden que el cristiano deba reconocer positivamente las conquistas liberales y se resigne a rechazarlas. «No se puede retroceder en el tiempo (en la historia)», afirman. Evidentemente, no se puede violar las leyes naturales y físicas, pero lo que en realidad quiere decirse con esto es que «no se puede retroceder políticamente», y esto es una falacia.
La revolución liberal sembró y fue el inicio de las posteriores revoluciones que han alcanzado ya sus distintas fases, como un cáncer que se expande en distintos ámbitos, hasta llegar al ámbito eclesiástico y a la teología. En su intento de lavarse la cara, los socialistas y liberales modernos niegan que ellos sean, por un lado, los continuadores o herederos de los comunistas sanguinarios de la revolución bolchevique, y por el otro, los de la revolución francesa o al contrario lo admitan a conveniencia.
Es más, se posicionan como liberales de la rama austríaca o anglosajona y por otro lado en el socialismo Gramsciano o de Frankfurt, para mostrarse como versiones edulcoradas y suavizadas no violentas que, si bien ya no agarran fusiles, ni disparan, ni matan, son igualmente letales para la Sociedad y, por ende, para la Iglesia. Los métodos han cambiado y optaron por no recurrir a la violencia, pero no dudarán en volver a usar las armas cuando se vean amenazados.
Con estas falacias y engaños malintencionados quieren obligar a que solamente se vea como el único enemigo al marxismo y progresismo, los cuales, en realidad, son simplemente los engendros y las fases avanzadas del liberalismo.
Del otro lado, el orden natural que es perfeccionado por la Gracia y la Revelación, en la que se asienta la tradición política, señala a la monarquía católica como entre las mejores formas de gobierno. Siendo la defensora de la Iglesia y sus derechos, al no apartarla y obstaculizarla para que transmita el Evangelio y la Ley Divina en las distintas esferas de la sociedad y el gobierno mismo. Es, sobre todo, la que reconoce el fin sobrenatural de las personas y la sociedad, y observando sobre los bienes como medios más allá del entorpecimiento y el mal manejo de estos, previéndola de los vicios y los males que podrían surgir de aquellos.
Si no fuera así, cómo se explican todos los esfuerzos aplicados y dirigidos a destruir todas las monarquías y gobiernos cristianos en los pasados siglos. Los encargados de planificar y ejecutar estas cruentas revoluciones eran muy conscientes de este aspecto fundamental.
Sería imprudente asumir o dar por hecho que un símbolo anticatólico en esencia que es parte hoy en día de la bandera de muchos países, logre ser desplazado en un futuro por la boina; pero en los planes de la Providencia nunca se puede descartar que Dios permita y ponga los medios para revertir y derrotar la revolución terrenal que empezó con el desdichado grito rebelde en el Cielo, el cual no es más que una mancha (difícil de sacar) en los siglos de Cristiandad. Ya que la Palabra de Dios es eterna, “el cielo y tierra pasarán…”, y la Tradición prevalecerá…
Continuará…
Jesse Mercado, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista del Alto Perú
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