La catequesis, que es fundamental para regar esa semilla católica, ahora es un curso optativo solo impartido para los que van a realizar la primera comunión o la confirmación y, vuelvo a reiterar, esa catequesis no es más que humanismo cristiano. A esto hay que agregar que muchos jóvenes seducidos por los placeres de la carne consideran que la educación (perversión) sexual es más importante que la catequesis, por lo que esta no sería necesario enseñarla. El uso de la inteligencia ni es fomentado y, de ser fomentado, es opacado por los dispositivos móviles, las computadoras, los vicios y la pornografía.
Ni las universidades se salvan de esa contaminación. La mayoría de los estudiantes están ya gangrenados por las ideologías, incluso universidades «católicas» inculcan las ideas revolucionarias/progresistas a sus estudiantes: ideología de género, los pensamientos socialdemócratas, teología de la liberación, etc. Por otro lado, las universidades que se encargan de educar a los hijos de la plutocracia los convierten en avaros sin escrúpulos, ni moral, que ven al hombre como un mero animal de trabajo y consumo maniatado al placer.
Con todo esto, llegamos al último motivo, el número cuatro; en el cual hablaré de la sociedad descristianizada. Es natural y lógico que, con un conservadurismo «que «ni huele ni hiede», como decimos en Guatemala, un catolicismo de superficie rellenado de ideología y de una educación laica antipatriótica y anticristiana, surja una sociedad descristianizada. Cada motivo por separado no nos da una respuesta certera, pero uniéndolos nos la esclarece.
Una resistencia conservadora incapaz de hacer frente a la revolución allanó el paso para que las masas ideologizadas católicas, protestantes, universitarias o trabajadoras votaran a favor de un partido revolucionario lleno de promesas irenistas utópicas tan propias de las ideologías. A las masas poco o nada les importa ya la doctrina católica ni los derechos de Dios: es más, le es inverosímil la religión en general; fácilmente pueden votar a un candidato a favor del aborto, transhumanismo, ideología de género, etc. Siempre y cuando el perverso político no las exponga directamente, si no que con palabrejas disimulen sus intenciones escondiéndolas bajo nombres sagrados como el progreso; un progreso anhelado por las masas sin tradición que lo único que desean es un paraíso terrenal donde el hombre sea dios.
Es profundamente triste y desolador ver a la inmensa mayoría de los jóvenes, futuro del país, consumidos por los vicios de este siglo. Esta juventud hedonista buscará a cualquier precio (incluso el de su alma) abolir un gobierno que persiga y defienda a los hombres vivir de acuerdo a su naturaleza y razón. Estos jóvenes prefieren, quieren y necesitan un gobierno que promueva vivir de acuerdo a sus sentidos y emociones contrarias a su naturaleza; quieren un estado al servicio de las pulsiones de los hombres. Vuelvo a citar a la Venta suprema italiana: «Popularicemos el vicio en las masas. Estas deben respirarlo por todos los cinco sentidos: que lo beban, que se harten de él. Formad corazones viciosos y no tendréis más católicos2». Tenebrosas pero proféticas palabras. Una sociedad que se tiene por dios, no puede ser católica. Con qué sabiduría decía Pio IX: la Revolución, dice, es inspirada por el mismo satanás. Su objeto es destruir completamente el cristianismo, y reconstruir, sobre sus ruinas, el orden social pagano.
Ahora ¿Por qué llamé al articulo «Por treinta monedas, no queremos que este reine sobre nosotros»? Primero, porque esas treinta monedas, como sabemos, fueron el precio por el que Judas Iscariote vendió a nuestro Señor, pero también podemos tomarlas como placeres, vicios u abominaciones con los cuales la sociedad vende y traiciona el derecho de nuestro Señor de gobernar la sociedad. con tristeza sabemos en qué terminan los que traicionan a Cristo…
El no queremos que este reine sobre nosotros es del capítulo 19 del evangelio de San Lucas. Este grito de guerra contra Dios no es más que la sociedad revelándose contra el reinado de Cristo. La sociedad, como vimos, quiere un gobierno de utopías terrenales y de protección de los vicios, a la que vez rechaza el reinado de Cristo que sanamente limita las pasiones los vicios y nos ayuda a sobrellevar las tristezas de este valle de lágrimas.
¡Por treinta monedas, no queremos que este reine sobre nosotros! Ese fue el clamor de estas elecciones, una sociedad que votó para enaltecer sus pasiones y soñar con la realización de sus pueriles utopías.
Para concluir, diré con todo el pesar de mi alma que hemos de aceptar que, de seguir este camino, el país se sumirá en la cloaca blasfema del progreso indefinido auspiciado por la criptocracia internacional, y caerá como cayeron todos los países que fueron católicos alguna vez. Termino citando el libro la revolución de Monseñor de Segur en su capítulo V: «ella os mandará las sigáis hasta el término de sus empresas abominables. Después de haberos arrancado concesiones que habrán consternado al mundo, todavía exigirá de vosotros obras que espantarán vuestra conciencia»…
[2] La Revolución de 1789, Monseñor de Segur; Capítulo VIII
Carlos René Monterroso Colindres, Círculo Tradicionalista del Reino de Guatemala
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