Tiranos, esclavos y pandemia

Europa Press

La pandemia y sus repercusiones navideñas son el tema de estos días. El Ministro de Sanidad, Illa, mantendrá el cierre perimetral entre autonomías desde el 23 de diciembre hasta el 6 de enero. Sólo se podrá traspasar ante la situación de acompañar a «familiares y allegados». Ante la ambigüedad de los términos, Illa ha sostenido la imposibilidad de un control personal total.

Si nos percatamos, hay un doble juego en nuestros gobernantes que nos lleva a situaciones cómicas. Por un lado, se nos advierte de la imposibilidad de controlarnos de forma efectiva. Y ante esa imposibilidad, se nos pide que nos controlemos nosotros solitos. 

Sin duda, España es el paraíso para cualquier tiranía venidera. Los tiranos clásicos imponían sus déspotas medidas con la fuerza de la espada. Hoy, ni siquiera una simple publicación en el BOE, sino una declaración perdida en cualquier medio dispone a los ciudadanos para cumplir escrupulosamente las normas.

Illa parece decir que siente que los medios técnicos del Estado le impidan controlarnos a cada uno de nosotros (¡qué pena!), así que tenemos que ser obedientes. Y dado que la correa no es lo suficientemente larga, hagamos el favor de no movernos de la caseta del jardín, esperando que nuestros amos vengan con el pienso correspondiente a las fiestas navideñas.

Quizá no nos importe demasiado que, una vez nos hayan servido, ellos entren en calurosos hogares a degustar un menú exquisito, reservado sólo a los líderes elegidos por el pueblo al que tiranizan. Al fin y al cabo, quejarnos por la situación podría llevarnos a perder nuestra cómoda caseta húmeda y con goteras en el jardín. Que el amo mande, que nosotros, ¡la generación más libre de la Historia!, obedecemos sin problemas.

Nuestros gobernantes nos mantienen en una infancia eterna. Nos convencen de que gozamos de una libertad que era impensable en cualquier época pasada. Esperemos que pronto llegue a su fin. El nivel de idiotez necesario para tiranizar un pueblo, jamás ha alcanzado cotas tan altas como en nuestros días.

Rodrigo Loizaga, Círculo Hispalense