Moisés ben Maimón, Maimónides, el compilador de códigos, comentarista y legislador de la Torá oral, es la autoridad rabínica reconocida para abordar el tema de la identidad, misión y momento histórico del mesías. Para ponderar la influencia y prestigio de este rabino, comparándole con el legislador y depositario de la torá, Moisés, se dice que «de Moisés a Moisés no hubo otro Moisés».
Sobre la identidad del esperado rey davídico, el mesías, dice Maimónides en la compilación de códigos y leyes conocida como «Mishné Torá»:
Si surge un rey davídico que estudia la torá y observa los mandamientos prescritos por la ley escrita y oral como lo hizo su antepasado David, y compele a todo Israel a marchar en el camino de la Torá, y refuerza las brechas de su observancia, y libra las guerras de dios, él es presumiblemente el mesías. Si hace todo lo antedicho, conquista a todas las naciones circundantes, reconstruye el templo en su sitio y reúne a los remanentes dispersos de Israel, él es definitivamente el mesías.
Si el mesías judío, un miembro de la dinastía davídica, está entre nosotros para que se cumpla la condición que antecede a todo lo demás que se presume de él, es algo discutible, pero sin duda muy probable.
Los eventos recientes, como «el shabbat cósmico de la pandemia» que coronaría al aspirante al trono davídico, así como la cacareada y alarmante excepcionalidad histórica que viviríamos (cambio climático, despertar de la conciencia universal, empoderamiento de la mujer, catástrofes por doquier, etc) parecen adverar la tesis de que algún personaje mesiánico junto con su cuerpo gobernante agita y acelera el fin de la historia.
Por otra parte, el Talmud señala que tres mandamientos le fueron dados al pueblo elegido al entrar a la tierra prometida:
a) Elegir un rey, como se dice Deuteronomio 17,15
b) Para borrar a los descendientes de Amalec, como se dice en Deuteronomio 25,19
c) Para construir el templo de dios (Deuteronomio 12,11)
Amalec es el archienemigo del pueblo elegido, el primero que lo atacó tras recibir la Torá en el Sinaí. Balaam, el profeta moabita lo proclama: Y mirando a Amalec, dijo este oráculo: “Amalec es el primero de los pueblos, mas su fin será eterno exterminio.” (Números 24,20)
La investidura del rey precede, como se ve, al mandato de eliminar a la primera de las naciones enemigas de Israel, lo que, a su vez, debe ser cumplido para poder reedificar el templo. Es decir, después de elegir a un rey, debe exterminarse a los descendientes de Amalek. Esta es la causa de la actitud cada vez más agresiva del sionismo, que ven en todas partes enemigos, la reencarnación de Amalec, a los que declarar la guerra.
Volviendo a Maimónides, el legislador establece en la «Mishné Torá» que existen unas guerras obligatorias que debe librar Israel y las clasifica en tres clases:
La guerra principal que libra el rey es una guerra obligatoria. ¿Qué es una guerra obligatoria? Una guerra contra las siete naciones cananeas, una guerra contra Amalec y una guerra para librar Israel del enemigo que lo ataca.
Por tanto, la guerra presente, como todas las de «Israel», tienen un evidente carácter mesiánico e inspiración talmudista, ya que la usurpación de la tierra prometida implica el advenimiento mesiánico y una serie de guerras preceptivas que intentan enmascararse como guerras de defensa ante enemigos teológicos abstractos (Amalec), y que pueden ser creados artificialmente al servicio de esta causa para ser identificados con aquella nación (caso de Hamas), todo ello más acentuado actualmente por el enseñoramiento de la cábala como religión que rige el mundo y las ansias por acelerar la coronación del mesías.
La sola existencia del Estado de «Israel», al fundamentarse en un hecho teológico, conlleva también la aceptación de las consecuencias de esta teología cabalística, puesto que se ha entregado al colegio rabínico la llave para atar y desatar, abrir y cerrar. Este conciliábulo declara guerras a los enemigos de la Torá que impiden el cumplimiento de los mandamientos mosaicos como el de edificar el templo de dios.
Por consiguiente, «Israel» está indisolublemente ligado a la guerra como inexcusable precepto de origen divino independientemente de las circunstancias que sirvan como detonante de esas guerras del mesías. Y estas conflagraciones se incrementarán en frecuencia e intensidad dado que, como señala Maimónides, uno de los rasgos identificativos del mesías es que impondrá la plena observancia de la Torá. Sólo así «Israel» descansará de sus enemigos para borrar la memoria de Amalec y, en el séptimo día de la historia, entregarse al estudio de la Torá en un shabbat permanente.
Ahora bien, cuando Yahvé, tu Dios, te diere descanso de todos tus enemigos a la redonda, en el país que Yahvé, tu Dios, te dará en propiedad hereditaria, borrarás la memoria de Amalec de debajo del cielo. No lo olvides.
José María Morcillo
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