Que la derecha española sufre el síndrome de Estocolmo es evidente en la ejecutoria de sus principales líderes políticos y también en los «argumentos» que esgrimen sus palmeros virtuales para salir al paso de sus críticos. Es la derecha aspaventera y acomplejada de la que habla Juan Manuel de Prada, que enarbola supuestas «batallas culturales» que no se concretan en otra cosa que en hacerle el juego a la izquierda.
La misma distinción izquierda-derecha tiene a la derecha paralizada y subyugada psicológicamente, incapaz de comprender que es una distinción convencional creada por la propia izquierda y manejada con sus reglas, como agudamente comprendió Jean Madiran. Por eso autores como Juan Manuel de Prada, cuyo pensamiento es transversal (como lo es el pensamiento católico tradicional), resultan tan incómodos para esa derecha acomplejada y aspaventera. No importa, por ejemplo, que el etnoestado de Israel vulnere sistemáticamente el derecho internacional y anuncie públicamente, con luces y taquígrafos, que va a cometer crímenes de guerra. Israel no es Rusia y la ocasión servirá a la derecha aspaventera para lavar su complejo y acusar a los defensores de Palestina de nazis antisemitas. La derecha acomplejada vive de hacer y decir lo contrario que la izquierda porque está encerrada en su propia dialéctica. Es una derecha domesticada que se contenta con el estrecho margen de maniobra que le permite la correa de la izquierda.
Uno de los instigadores de la polémica sobre la Constitución que hemos glosado recientemente es un blog digital que se hace llamar Contando Estrelas («Contando Estrellas» en gallego), y que en su última entrada aprovecha dicha polémica para cargar las tintas precisamente contra Juan Manuel de Prada, supuesto exponente de una verdadera «extrema derecha». El blog es el paradigma perfecto de esa derecha domesticada que es incapaz de salir del marco mental creado por la izquierda (no hay más que echar un vistazo al «Ideario» que aparece en su web). Esa derecha infantil que le dice a la izquierda: «miren, la verdadera extrema derecha no somos nosotros, son ellos, que están contra la Constitución y el Régimen del 78». Casi apelando a la misericordia de la izquierda, desean que ésta responda: «es cierto, ustedes no son la extrema derecha, mis disculpas, pasen y jueguen con nosotros». Pero eso no va a suceder porque la principal regla del juego izquierda-derecha es que derecha es todo lo que la izquierda quiera.
«Los que quieren liquidar a Vox —ha publicado el mencionado blog— estarían encantados de conseguir que la extrema derecha antisistema sea capaz de desgastar a ese partido, enredando a sus votantes en debates absurdos sobre la Constitución y la Monarquía mientras los socialistas dan un golpe al Estado de Derecho y a la unidad nacional». Lo del golpe al Estado de Derecho es ya el colmo de la mediocridad intelectual de la derecha domesticada: nuestro Estado de Derecho es en realidad un Estado totalitario, como bien ha comprendido el insigne jurista y filósofo del derecho Juan Vallet de Goytisolo, «puesto que ha transformado su poder en absoluto, al haberse emancipado de todas las normas religiosas y naturales y al convertir el derecho en emanación suya», y totalitario, abarcando «todos los ámbitos de la vida» y absorbiendo «todas las funciones sociales, tanto más cuanto más le guían afanes de transformar la propia sociedad y al hombre mismo».
Pero pedirle que entienda esto a «una derecha conservadora seria, democrática, constitucionalista, atlantista y defensora de Israel» sería tanto como pedirle que se quite la correa que la mantiene atada. Los perros falderos no desean ser libres.
Manuel Sanjuán, Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella
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