La cortesía y la gentileza

las reglas básicas de cortesía y gentileza son simples

No es casualidad que las reglas de etiqueta y las normas sociales de cortesía y gentileza hayan tenido su mayor desarrollo y mejor ejemplo a lo largo de la historia en los países con monarquía. La etiqueta, los buenos modales, la cortesía y la gratitud son productos de la cultura. Son manifestaciones y reflejo de la cultura de una persona, una familia, organización y sociedad que heredamos y aprendemos por medio de instrucción, imitación o reflexión. El ilustre jesuita español Baltasar Gracián apuntaba a que la cortesía es la principal muestra de cultura.

Dichas normas y muestras de cortesía son una manifestación patente de virtudes, dignidad y respeto hacia la otra persona y ante la sociedad. En el fondo, las reglas básicas de cortesía y gentileza son simples: elogiar lo bueno de los otros, no reprochar, prestarles atención y hacerles ver que uno les da la debida importancia a su persona.

La cortesía y los buenos modales son la forma simpática, cordial y agradable de hacer las cosas, haciendo que la convivencia y la vida no solamente se hagan llevaderas sino que el día a día resulte grato y placentero. Las pequeñas cortesías alegran lo cotidiano y las grandes ennoblecen.

Aprendemos a cómo comportarnos en la mesa, en casa, entre los compañeros de trabajo y en público, cómo saludar, cómo sentarse, cómo recibir visitas, cómo hablar, qué decir y qué callar, a no molestar, a tener en consideración al otro… En definitiva, la cortesía y los buenos modales marcan cada momento de nuestra vida, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.

Fray Antonio de Guevara, por otra parte, dice: «La crianza y buen comedimiento, más honra al que le hace que no al que se hace». Y explica: «Lo que al caballero le hace ser caballero es ser medido en el hablar, largo en dar, sobrio en el comer, honesto en el vivir, tierno en el perdonar y animoso en el pelear».

Una de las normas básicas a la hora de entablar una conversación es la que describe Leopoldo Alas: «La buena crianza nos exige que no hablemos a las personas de lo que no entienden, de lo que no les interesa; que no aburramos al prójimo con las preocupaciones de nuestro egoísmo haciéndole prestar atención a nuestras gracias, aventuras y milagros». El autor español nos recuerda la siguiente norma: «La buena crianza pide también que no escandalicemos a quien nos oye con desvergüenzas, blasfemias, chistes demasiado verdes, etc., etc. La buena crianza pide que no demos latas a nadie».

El gesto de cortesía es como la sutil fragancia de una rosa. La cortesía es un código, un lenguaje particular con su propia gramática y reglas que se han de aprender para que todo trato sea posible y agradable. Sin ella, se hace difícil la buena sociedad y vivir en sociedad, como Dios manda. Es como querer cocinar un buen y saludable plato con malos ingredientes, cantidades deficientes y utensilios inadecuados.

Si dos personas no conocen y comparten esas mismas reglas de etiqueta, urbanidad, buena educación y cortesía es cuando pueden surgir tensiones y malentendidos, dando lugar a que uno se sienta ofendido.

Nuestra lengua tiene refranes que hablan de esos valores:

Al agradecido, más de lo pedido.

A tal casa, tal aldaba.

Bien vestido, bien recibido.

Buenas palabras y buenos modos dan gusto a todos.

Buenas costumbres y dineros hacen de los hijos caballeros.

Buenos modales juntan caudales y abren puertas principales.

Cortesía de boca, gana mucho a poca costa.

Cortesía y bien hablar, cien puertas nos abrirán.

Cuando masques, no chasques.

Cuando te sientes a comer, los codos en la mesa no has de poner.

De ninguno has de decir lo que de ti no quieras oír.

Donde no hubo despedida, no hay bienvenida.

El aseo en la persona muchos bienes proporciona.

El bebedor fino, a sorbitos bebe el vino.

El día que no me afeité, vino a mi casa quien no pensé.

El exceso de cortesía es descortesía.

El que a reglas de educación no se sujeta, en cualquier parte de su culo hace trompeta.

El que come y canta algún sentido le falta.

El que quiera honra, que se la gane.

En el andar y en el vestir serás conocido entre mil.

En el juego y en la mesa, se conoce al caballero.

En todo, buen modo, y orden en todo.

Es de bien nacidos ser agradecidos.

Fingir modales, no hace caballero.

Hablar de todos bien y darles buena respuesta, mucho vale y nada cuesta.

Hombre de buen trato, a todos es grato.

Hombre preguntón, hombre de mala educación.

Lo que se aprende de cuna, siempre dura.

No basta con ser una persona honrada, sino parecerlo en el trato y en la cara.

O comed y no gimáis, o gemid y no comáis.

Palabras de cortesía, suenan bien y no obligan.

Trata a todos con bondad, pero no con familiaridad.

Ver y no tocar se llama respetar.

Vestidos dan honor, que no hijos de emperador.

La urbanidad, antaño asignatura obligatoria en las escuelas, sigue enseñándose y practicándose entre aquellos que reconocen, valoran y entienden la importancia de los buenos modales y la buena educación.

Hay libros sobre etiqueta en el mundo social y en el de los negocios, y guías de buenos modales para la sociedad actual del siglo XXI.  

San Juan Bautista de La Salle publicó en 1703 su obra Reglas de cortesía y urbanidad cristiana, que se puede leer gratuitamente en Internet. Un libro de gran provecho. El Manual de urbanidad y buenas maneras de Manuel Antonio Carreño es otro clásico. 

¿Cuántos ejemplos de cortesía y buenos modales pones en práctica y ves cada día?

Jesús Ángel Miguel García

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