Empezando por su Director, el gallego Fray Manuel Martínez Ferro († 1827), Doctor en Teología, Catedrático de Teología en la Universidad de Valladolid, Consejero de la Suprema, y Predicador de Su Majestad el Rey. Él era la persona idónea para encabezar al grupo, pues ya contaba con una larga experiencia en estas lides, como bien lo demostraban sus numerosos folletos contra los afrancesados-ilustrados y los liberales que fue sacando a la luz alrededor del tiempo de la primera Restauración de 1814.
También confeccionó «El Plan literario de Estudios, y arreglo general de las Universidades del Reino», aprobado por Real Decreto de 14 de Octubre de 1824. Se trataba de unas directrices generales orientadoras de la actividad autónoma de los cuerpos sociales docentes. Para una justa valoración de las mismas, podemos recuperar el siguiente párrafo que un ya más juicioso Menéndez Pelayo escribió en 1910, casi dos años antes de su muerte, en su prólogo a la segunda edición de los Heterodoxos, en medio de una estimación algo más comedida y ponderada de la época monárquica borbónica que la que profesó en la primera edición emanada de su intelectualmente formidable pero apasionadamente ultramontanista juventud (el subrayado es nuestro): «La vida científica de los Seminarios españoles –asevera el polígrafo montañés– puede decirse que no comienza hasta el reinado de Carlos III: algunos Prelados doctos, celosos y espléndidos los organizaron como verdaderas casas de estudios en Barcelona, en Vich, en Murcia, en Córdoba, en Cuenca, en Osma, en Salamanca y en otras Diócesis; los métodos y la disciplina pedagógica solían ser superiores a los de las decadentes Universidades, pero por desgracia se infiltró en algunos de ellos cierto modernismo teológico, como hoy diríamos, que los hizo sospechosos de tendencias galicanas, jansenistas y quizás más avanzadas. Todo aquello fue de efímera duración y corto influjo. En tiempos de Fernando VII apenas quedaba vestigio de ello, y el Plan de Estudios de 1824 reorganizó la enseñanza teológica con sentido netamente tomista».
El Rey Fernando VII premiaría finalmente en 1825 la lucha contrarrevolucionaria de toda una vida de este religioso mercedario promoviéndole para el Obispado de Málaga; aunque seguramente el Fraile realista habría preferido continuar con El Restaurador, eficacísima arma de opinión pública en orden a la develación de los moderados, que volvían a ir infiltrándose paulatinamente en los resortes oficiales de la Monarquía hispánica durante la última década fernandina.
Fray Manuel Gómez Negrete, Provincial de los Franciscanos, también tuvo un papel destacado en las polémicas periodísticas contra los liberales durante la primera época revolucionaria (1808-1814). En el tiempo de la aparición de El Restaurador, también era Predicador de Su Majestad y Teólogo Consultor de la Nunciatura.
El historiador Federico Suárez, entre los documentos desempolvados en su tercer volumen de Los agraviados de Cataluña (1972), reproduce los fragmentos de unas interesantes cartas –extractos copiados que se conservan en los Archivos públicos al haber sido interceptadas en su día por el Administrador de Correos de Madrid las misivas que los contenían– que el Fraile (residente, por entonces, en la Corte de Madrid) intercambió con su hermano y también realista Santiago Gómez Negrete (Intendente de Hacienda en Palma de Mallorca) en el contexto del levantamiento de los malcontents de 1827. En una de ellas, de finales de Octubre, el franciscano acompaña una Nota en la que reconoce sin tapujos como verdaderos revolucionarios, aduciendo pruebas, a Luis López Ballesteros, Secretario del Despacho de Hacienda (Diciembre 1823-Octubre 1832); al Marqués de Zambrano, Secretario del de Guerra (Junio 1825-Octubre 1832); y a Luis de Salazar, Secretario del de Marina en el Gobierno nombrado por la Regencia auspiciada por la Santa Alianza (Mayo 1823-Diciembre 1823) y con Fernando VII (Diciembre 1823-Octubre 1832). Acerca del primer nombramiento de este último sujeto para el Gobierno de la Regencia, Fray Manuel afirmaba que «los franceses [= de la Santa Alianza], que venían con el proyecto de obligar al Rey [Fernando VII] a dar un gobierno representativo con Cámaras, con quienes [Salazar] debía estar en inteligencia, le enviaron a llamar para que les ayudase en esta empresa, para lo cual le hicieron nombrar Ministro de Marina».
(Continuará)
Félix M.ª Martín Antoniano
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