En otra carta de 5 de Noviembre de su hermano Santiago, éste le confesaba al religioso franciscano: «Yo bien conozco que me han de perseguir a mí mucho más que a los otros realistas, porque me consideran con tesón para sostener el Trono, y, en la opinión de los malos, con más talento que los otros realistas; y como no hay tacha pública que ponerme, apelan a la paparrucha de «carlista»: invención diabólica que ha hecho terribles males a la causa del Rey, y con la cual van tildando a todos los hombres de bien que no han soñado semejante proyecto, ni les ha pasado por la cabeza». Sin embargo, una vez fallecido Fernando VII, los realistas pasaron a ser, ahora ya sí, carlistas. Entre ellos el propio Fray Manuel Gómez Negrete, quien, estando a la sazón en Bilbao, fue de los primeros en proclamar en la Ciudad vizcaína los derechos de D. Carlos. De hecho, el octavista Jaime del Burgo († 2005), en su Bibliografía del siglo XIX. Guerras carlistas. Luchas políticas (21978), recuerda la muy probable atribución a nuestro franciscano de un folleto que salió impreso en Bilbao, el 7 de Octubre de 1833, firmado «El Restaurador», y que llevaba por título Demostración del incontestable derecho que el Señor D. Carlos de Borbón tiene al Trono de España.
En fin, la última noticia que tenemos de Fray Manuel fue el intento, de él y un compañero suyo, en Mayo de 1834, de cumplir el encargo de la Junta [carlista] de Navarra de comunicarse con D. Carlos, cometido que a la postre resultó fallido por no habérseles dejado desembarcar en Portugal.
Menos cosas podemos apuntar del Padre madrileño Bernardo Hernández de Alba. En el momento de ingresar en la plantilla de El Restaurador, era Canónigo de la Catedral de Tuy. Llegó a alcanzar la dignidad de Deán en esa misma Sede episcopal.
De igual modo, poseemos poca información del Doctor Gregorio Martín de Urda († 1854). En la época en que se publicó nuestro diario realista, era Canónigo de la Catedral de Valladolid y Catedrático de Teología en la Universidad de dicha Ciudad. Acabó su carrera eclesiástica como Deán en la Archidiócesis Primada de Toledo.
En cambio, más datos tenemos de los Padres Dr. Felipe Lesmes Zafrilla († 1824), natural de Cuenca, y Dr. Serapio Serrano, natural de Medinaceli, y en especial del primero. Ambos fueron compañeros de estudios en el Seminario Conciliar de San Bartolomé, del Obispado de Sigüenza. Durante el Trienio Liberal, no tuvieron empacho alguno en denunciar en sus sermones la nefasta situación política imperante, por lo que en 1822 acabaron siendo procesados, multados y condenados a reclusión en conventos, habiendo finalmente de emigrar al extranjero. Zafrilla desplegó una ingente actividad contrarrevolucionaria, primero al aceptar ser Vicepresidente de la Junta realista de Sigüenza (erigida allí a imitación de las establecidas en las demás Villas y Pueblos sublevados por toda la geografía española), y después, tras su exilio, al entrar de inmediato en contacto con la Regencia de Urgel (refugiada en el Sur de Francia desde principios de Diciembre) y colaborar con ella haciendo pasar por la frontera a personas de su confianza con instrucciones destinadas a los Oficiales del Ejército Realista que luchaba denodadamente a lo largo y ancho de la Península contra los constitucionales.
Al momento de convertirse en redactores de El Restaurador, el P. Lesmes Zafrilla era Canónigo Lectoral de Sigüenza y Catedrático de Sagrada Escritura en la Colegio-Universidad de San Antonio de Porta Coeli del mismo Municipio (vinculada desde 1824 a la Universidad de Alcalá de Henares), y el P. Serrano era Canónigo Magistral en el mismo Cabildo catedralicio y Catedrático de Teología en su Seminario Conciliar.
Zafrilla falleció prematuramente a los 32 años, en Octubre de 1824, y dejó una ingente cantidad de borradores manuscritos que no hacían sino reafirmar la precoz erudición escolástica que ya se reflejaba en sus trabajos publicados. Entre aquellos apuntes, se encontraba una réplica contra la obra Cartas de Don Roque Leal a un amigo suyo sobre la Representación del Arzobispo de Valencia a las Cortes (1820), escrita por Joaquín Lorenzo Villanueva († 1837, antiguo tomista y Calificador del Consejo de la Suprema Inquisición, devenido posteriormente en liberal y filojansenista). La réplica apareció publicada en 1829 en los Tomos 21 a 24 de la colección Biblioteca de Religión (1826-1829), bajo el título Centinela contra los errores del siglo, o sean cartas filosófico-teológicas dogmáticas, en que se descubre el origen, progresos, arterías y enlace de los errores filosóficos con los religiosos, y se presentan armas para rebatir a los enemigos del Altar y del Trono, y en particular se impugnan las Cartas de Don Roque Leal (prohibidas por nuestro Smo. P. León XII) contra la Representación del Señor Arias, Arzobispo de Valencia.
(Continuará)
Félix M.ª Martín Antoniano
Deje el primer comentario