El niño marajá

LOS PADRES RELAJADOS Y REGALADORES ESTÁN HACIENDO EL PEOR MAL POSIBLE A SUS HIJOS

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Cuando Patronio aconsejaba al conde Lucanor cómo educar a un sobrino que había quedado a su cargo, ya le advierte de la época de la mocedad. Es cierto que entra a los jóvenes un cierto aire tarambana.

Por ese aire pueden resultar más influenciables a malas compañías y malos consejos. Y algo muy común en los mozos es que desoyen a sus mayores, más o menos, grave o levemente se soliviantan ante sus autoridades. Pero, en especial, los jóvenes de alcurnia.

El infante don Juan Manuel, en su obra clásica (El conde Lucanor), seguramente pensaba en esos hijos de alcurnia que estaban mal criados, semilla de la ruina de su casa. Es fácil que con mayores posibles una familia tienda a una vida más cómoda, incluso caigan en dar a los hijos una crianza regalada, que engendra caracteres caprichosos.

Esta pedagogía verdadera, de nuestros mayores, no sólo nos brinda consejos espléndidos: si hay una ciencia de la educación es ésta, y se demuestra, entre otros motivos, por sus frutos buenos. Además, nos da la pista del gran problema educativo de nuestro tiempo: la gran parte de los hijos son criados en el capricho, como vástagos de alcurnia disoluta.

La divina sabiduría nos lo advierte: «Mima a tu hijo y te hará temblar», (Ecco., XXX, 9). Sin percatarse de este hecho tan extendido, hoy no se explica la indiferencia en los chiquillos, sus reclamaciones delirantes y constantes, la exigencia de calificaciones regaladas en los colegios. Incluso en casas humildes, algunos padres llegan a empeñarse porque su hijo tenga el último modelo de móvil, de videoconsola, de ordenador.

No existe sombra de orden en la institución doméstica, ni celo de los progenitores para que los niños hagan sus tareas académicas, ni parece que haya dedicación al darles enseñanzas morales, prudenciales, a los hijos. Todo se delega en las escuelas.

Más aún, no son raros los casos en que los padres se presentan allí para reclamar por qué un alumno que no ha estudiado ni ha realizado sus labores ha suspendido. O por qué, por graves faltas de comportamiento, su hijo ha sido amonestado. O, incluso, por qué han castigado a su niño por tan poca cosa (como haber injuriado a una compañera llamándola «prostituta»).

Todo son derechos, y derecho a todo, derecho absoluto. Estos son los padres, estos son sus hijos. La ley es lo que place al príncipe, y el nene es el principito de la casa, marajá por naturaleza con licencia para cuanto quiera.

Patronio aconseja al conde mano izquierda en cierta época de la crianza del joven. Pero, en este estado de cosas, ni diestra ni siniestra. No saben cuántas cosas inventan los profesores, sin poder hacer carrera de muchos niños. Y es que, carentes de educación, no tienen disposición para nada.

Los padres relajados y regaladores están haciendo el peor mal posible a sus hijos. Y es que el criado regaladamente está inerme: sólo sabe vivir una vida regalada y mantenida por otros. Lo cual es una imprudencia mayor en gente de mediana o poca bonanza económica.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid

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