En nuestra democracia, los pobres pagan más, y no por accidente. Detrás de las retóricas progresistas o conservadoras, el régimen se revela como una oligarquía del dinero.
De acuerdo con un informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), el 1% de los hogares más ricos paga menos impuestos sobre su renta que el 20% de los más pobres.
Según se nos hace saber, esta disparidad se debe a las retenciones fiscales, que afectan diferentemente a los más pobres y a los más ricos. Así, los hogares más humildes de España tienen como principal y hasta única fuente de riqueza las rentas ligadas al trabajo (salarios, pensiones). Mientras, en los hogares españoles más ricos, sólo un 30% de los ingresos que perciben está relacionado con las rentas del trabajo. En su caso, la mayor parte de la riqueza (un 63%) la representan las rentas ligadas al ahorro (capitales, propiedades).
Ahora bien, tanto los hogares más humildes como los más pudientes están sujetos a retenciones fiscales tanto indirectas (tales como el IVA, sobre el consumo) como directas. Pero nos encontramos que en el caso de los más pobres el total de los impuestos de uno y otro tipo llega a más de un 28% de sus ingresos. Toda vez que en el caso de los más ricos este total no llega al 24%. Pues es cierto que para los hogares menos pudientes pesan más los impuestos indirectos que los directos (14,2% frente al 13,9%). Pero en el caso de ese 1% de los hogares más ricos los impuestos indirectos sólo representan el 1,6% de sus retenciones, mientras que las retenciones directas, si bien más altas, representan el 22,3% del total de su riqueza.
La ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, manifestó que esta situación no es justa. ¿Quién podría razonablemente negarlo? «Necesitamos avanzar en una fiscalidad más justa para luchar contra la desigualdad» —continúa la ministra. «Que los más pobres paguen menos» —podría haber dicho seguidamente nuestra ministra de Economía Social. En vez de eso: «Que quien más tenga, más pague.»
Como era de esperar, la crítica de la oposición no ha tardado. Pues los detractores de la política del gobierno han hecho notar que una mayor carga impositiva a las rentas más altas provocaría el éxodo de los profesionales que más cobran, para así evitar mayores retenciones en sus salarios. Así como también cabe prever que los más ricos simplemente evadan mayores exacciones sobre sus rentas.
Y, como también era de esperar, tampoco estos detractores han dicho: «Que los más pobres paguen menos.»
Todos podemos ver, como el que más, los aspavientos que el gobierno y la oposición se hacen mutuamente en su enfrentamiento acerca de esta cuestión. No obstante, nosotros hemos querido que este humilde artículo invite a nuestros queridos lectores a acompañarnos a un lugar más alejado de esa estrambótica escena, con espantajos haciéndose aspavientos desde púlpitos enfrentados.
Esperamos así que, desde la distancia, nuestros queridos lectores vean una escena en la que ambos actores, el gobierno y la oposición, a pesar de sus retóricas enfrentadas, coinciden de hecho en un punto común. Ni los unos ni los otros han dicho «que los pobres paguen menos».
Con lo cual, también albergamos otra humilde esperanza. Esperamos que el lector se pregunte si esos aspavientos que unos y otros se hacen no son más bien los amistosos saludos que dos camaradas se dirigen en su complicidad. De unos camaradas que se felicitan mutuamente de que la pantomima con la que ponen la atención en el rico ha conseguido, una vez más, desviar la atención de la miseria del pobre.
Hilario Estévez, Círculo Cultural Antonio Molle Lazo de Madrid
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