Unificación intelectual de J. de la Riva-Agüero y Osma (II)

Nota: ofrecemos al lector de LA ESPERANZA la segunda parte de una transcripción de un discurso de don José de la Riva-Agüero y Osma (1885-1944), notable pensador reaccionario peruano. Aquel integra la compilación Textos finales, vigésimo octavo volumen de las Obras Completas.

Otrora liberal, en 1932 Riva-Agüero abjuró de sus errores juveniles para abrazar nuevamente la fe católica. El Círculo Tradicionalista Blas de Ostolaza, en conmemoración del centésimo trigésimo noveno aniversario de su nacimiento en Lima un 26 de febrero, se sirve promover su figura y la reflexión del Perú proporcionando al público internauta estas líneas, así como otras, que vendrán en las siguientes semanas.

Este discurso, proclamado en Cuzco el 7 de julio de 1912, demuestra la madurez intelectual y la preclara percepción de los males que aquejaban al país. En esta ocasión, presentaremos las primeras cuatro páginas de las ocho que lo componen.

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[p. 62] A esa descentralización, sin embargo, debe marcársele un límite, y muy claro e infranqueable. Sería caer de un abismo en otro, y aún más hondo, ir a parar, por temor de la absorción centralista, en el disolvente provincialismo. Nada de formar almas regionales, que por artificiales serían doblemente absurdas y dañosas en el Perú. Obligado nuestro país, quizá bien presente, a esfuerzos internacionales decisivos, necesita avivar incesantemente en sus hijos el sentimiento de solidaridad patria. Importa, a no dudarle, que el Perú desarrolle en justa armonía todos sus órganos, y no solo la cabeza; pero no puede ni debe tener una conciencia, y no puede ni debe descuidar la primacía de la cabeza. Por eso, aceptando sin restricción alguna la subsistencia de las actuales universidades menores y la urgencia de mejorarlas (y en una de ellas, la de Cuzco, el mejoramiento es evidente y palpable), hay que velar, al propio tiempo, porque en todas ellas domine el espíritu y se respire idéntico [p. 63] ambiente moral, y porque se vinculen estrechamente entre sí con la Mayor de Lima. El impulso en tal sentido existe ya, y no se requiere sino continuarlo o incrementarlo.

Claro es que la uniformidad deseada no puede llegar a proscribir, en algunas especialidades demandadas por los recuerdos o las condiciones locales, como será la arqueología indígena en el Cuzco, verbigracia. Cierto también es que una de las ventajas de los institutos pequeños de instrucción superior es la mayor facilidad para ensayar nuevos métodos; y a este respecto las universidades provinciales alemanas y hasta la de Olavide en España son los altos y lejanos ideales que han de proponerse las menores del Perú, si parva licet componere magnis. Pero las naturales e inevitables diferencias nacidas de una que otra especialización y alguna prudente experimentación de reformas pedagógicas no deberán romper jamás la estricta unidad de meras y tendencias generales, expresada y sostenida por la identidad del régimen disciplinario, por la mancomunidad jerárquica del personal docente y por el frecuente intercambio de maestros y alumnos.

No es difícil de conseguir ni demanda gastos la organización de las cuatro universidades en una agrupación federativa, en vez del aislamiento actual. Así como van a federarse los estudiantes, deberían unirse en virtud de una ley las Facultades de todo el país. Conviene constituir, con la liga de las universidades, un organismo compacto y autónomo; conceder a los menores representación ante el Consejo de la Mayor, o formar uno Central con atribuciones precisas y eficaces; y otorgar [p. 64] a todas sin excepción el derecho de elegir a sus rectores, apartando la ignorancia del Gobierno, que es amenaza de deletérea influencia política.

El intercambio de maestros puede por lo pronto establecerse en la débil reforma de conferencias o cursos cortos durante las vacaciones, con subvención para uno que otro especialista que la Universidad Mayor puede enviar a las menores, o a la inversa; pero como estos casos han de ser raros, por falta de tiempo o preparación tanto en unos como en otros, habrá que esperar, para que dicho intercambio sea una realidad, la reforma de las condiciones del profesorado superior, no muy fácil por desgracia, a causa de exigir fuertes gastos.

A ella habrá que ir, no obstante, en uno no muy lejano día, para que el magisterio universitario sea una carrera especial e independiente, aceptablemente remunerada, que permita entregarse de lleno al cumplimiento de sus deberes y a las investigaciones que supone, y cese de ser lo que hoy es: diletantismo o medio de influencia para los acomodados, y simple ayuda de costa para los demás. Cuando haya derecho para exigir de un hombre dedicación, si no absoluta, preferente, a la enseñanza superior, podrá estatuirse que los primeros años del profesorado se hagan en las universidades regionales; y que solo mediante un discurso posterior, tras de regular tiempo de magisterio y de la calificación de algún libro o estudio de mérito, vengan los profesores a ocupar las cátedras de la Central. Sería el mejor sistema de aprendizaje y selección. Las universidades menores aprovecharían del celo y la actividad juvenil de los maestros nuevos, de sus años más laboriosos y fecundos; y la Mayor tendrá el merecido lustre de estar compuesta por el elemento más probado, maduro y prestigioso de todo el país.

[Continuará…]

Transcripción de Justo J. Escoba

Círculo Tradicionalista Blas de Ostolaza (Lima, Perú)

La referencia bibliográfica de este documento es la siguiente: DE LA RIVA-AGÜERO Y OSMA, J. (2020 [1912]). «Unificación intelectual». Textos finales. Obras Completas de José de la Riva-Agüero (vol. XXVIII). Lima: Instituto Riva-Agüero, pp. 59-66.

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