Ciudad de Méjico.- El pasado sábado 16 de marzo del año 2024 se reunieron los miembros del Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta —y algún invitado— a conmemorar el Día de los Mártires de la Tradición.
La conmemoración inició con el rezo del Via Crucis frente al Santísimo expuesto en la iglesia de Nuestra Señora del Pronto Socorro de Popotla. Después de terminarlo, los presentes caminaron al paraje donde se encuentra el Árbol de la Noche Triste —también en Popotla—, donde el maestro Rodrigo Fernández Diez pronunció unas breves palabras en torno al significado del histórico árbol —un ahuehuete—, cuyos restos se conservan.
El Árbol de la Noche Triste fue llamado así porque, una vez levantada en armas una parte de la ciudad de Tenochtitlán contra sus señores legítimos —Motecuhzoma II recién había jurado lealtad a Carlos I—, Hernán Cortés consideró necesario abandonarla para no ser sitiado por los rebeldes en el palacio de Axayácatl, en el que se hallaba alojado, y proceder a retomar la ciudad en mejores condiciones. Durante la retirada fue atacada su retaguardia, pereciendo buena parte de los miembros de la coalición hispano-indígena. Según los cronistas, Cortés hizo una pausa en su recorrido para permitir a los heridos beber agua, sentándose a discernir sus alternativas estratégicas y lamentar las muertes sufridas —muchas de ellas de amigos suyos— al pie del célebre ahuehuete que, desde entonces, recibió un nombre acorde a la ocasión.
El año 2021 el gobierno republicano impuso al viejo y noble árbol un nuevo nombre: el Árbol de la Noche Victoriosa, para así manipular la memoria de los vecinos y alterar el significado de la batalla para las futuras generaciones. El maestro Fernández hizo notar que, paradójicamente, el cambio de nombre podría no ser del todo erróneo, por dos razones. Primero, porque para quienes perecieron esa noche ello significó la entrada al Cielo, aspecto jubiloso del martirio que los infieles nunca comprenderán. Y en segundo lugar, porque tras la Noche Triste, en el camino de retorno a Tlaxcala, las tropas de Cortés —exhaustas, llenas de heridas y sin pólvora ni artillería— se toparon con un ejército formidable de cien mil mexicas que los estaba esperando. Don Hernando se encomendó a Nuestra Señora, montó sobre un caballo herido y se lanzó —como Alejandro sobre Jerjes— sobre el portaestandarte mexica, aplastando la cabeza de la serpiente y obteniendo una victoria milagrosa. Tal fue la batalla de Otumba, la batalla más desigual y apasionante de la Historia. De tal manera que aquel árbol —hoy de triste figura—, signo de nuestra derrota, es quizá también el signo prefigurativo de la victoria de Nuestra Señora.
Acto seguido, los asistentes a la conmemoración se trasladaron al convivio familiar, donde cenaron tamales y tacos de alambre. Uno de los presentes —practicante del ecumenismo alcohólico— trajo una botella de ajenjo, bebida exótica cuya composición no debiera medirse en grados sino en octanaje, constituyendo una anécdota memorable.
Como en años pasados, los miembros del Círculo agradecemos a quienes nos recibieron y exhortamos a que se nos acompañe el próximo año. Como se lee en el libro de los Proverbios (XXIII, 35): «(Dirás) me han apaleado y no me duele, me han golpeado y nada siento. Cuando me despierte volveré a beber de nuevo».
Agencia FARO, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta de Méjico.
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