La chufla pseudoforal del régimen democrático ha vuelto a cobrar actualidad a cuenta de la fiscalidad de Madrid. Los separatistas piden la centralización de la legislación fiscal para todo el Estado, menos para la autonomías vasca y navarra.
En la Constitución Española de 1978 se coló de matute una Disposición Adicional que tenía cierto sabor canovista. La de Cánovas no fue la única instrumentalización de lo foral. Desde la primera guerra se empezaron a agitar banderas que desnaturalizaban el fuero, para reducirlo a una excepción legal en los órdenes administrativo o tributario. Esa fue la maniobra de Muñagorri o las peticiones de sedicentes radicales, que eran además anticarlistas exaltados, como Fermín de Sagarminaga.
Esa pantomima pseudoforal ha llegado a su paroxismo con el desarrollo autonómico, que reproduce los mismos vicios liberales que la virtud del fuero extinguiría. Los liberales de hoy, como los de ayer, mancillan lo foral para violar el principio de subsidiariedad desde las autonomías.
No se puede hablar de fueros en un parlamentarismo soez, con unas instituciones anticatólicas. Tampoco calificar como fuero un cupo y una hacienda pseudoforales, que sólo administran un régimen fiscal confiscatorio, financiando políticas contra la región y contra la patria.
El liberalismo no reconoce más derechos que la soberanía popular. Impide la vigencia de un derecho consuetudinario y tradicional, como es el foral. Arranca este derecho a sus custodios naturales, los cuerpos intermedios. Los derechos históricos pierden todo su fundamento si se plantean contra el derecho natural y cristiano, que es su raíz. Las consecuencias no pueden ser más nefastas.
Conviene saber cómo se fraguó dicho modelo fiscal. Que es un privilegio liberal, y que no tiene nada de foral. La Diputación de Álava y de Navarra mantuvieron todavía algunas características forales hasta el franquismo; tenían capacidad para pactar su contribución. Las haciendas forales alavesa y navarra eran muy eficientes y apenas recaudatorias por esa razón. Contribuyendo de forma justa con el común nacional. Esta inercia todavía se heredó en Navarra durante algunas décadas en democracia: el porcentaje de su contribución nacional no se calcula en función de la población, sino de la participación en el PIB. Navarra, en vez de pagar un 1,2% de los gastos del Estado, pagaba el 1,6%.
Pero en el caso alavés se expolió la capacidad de la Diputación de pactar su contribución. Ésta tuvo que ser negociada con la autonomía vasca, en un contexto político absolutamente condicionado por el terrorismo, en el año 1980. Los liberales del Gobierno central, con precipitación e improvisación, se sometieron por completo a las exigencias de los nacionalistas. Elevaron a los Arzalluz de turno a la categoría de nuevos señores caciques.
Los mismos separatistas se jactaban de que, con lo chantajeado, «podrían comprar las porras de la Ertzaintza en Loewe». Con agravios injustificables en las retribuciones y prestaciones autonómicas, financiando toda la construcción nacionalista.
Que nadie se llame a engaño. No se puede llamar Fuero a un fraude fiscal, conseguido por medio de la sangre derramada por los terroristas nacionalistas.
Víctor Ibáñez, Círculo Marqués de Villores