En esta pasada Semana Santa, para los que estuvimos atentos a las lecturas de las misas durante el transcurso de las celebraciones donde se leyeron los relatos evangélicos de la Pasión, pueden destacarse algunos aspectos que pasan desapercibidos sobre el Juicio a que es sometido Jesucristo. La atención suele centrarse en la Última Cena, pero existe un valor altísimo que suele pasarse por alto. A lo cual se resaltan estos aspectos del juicio a Jesús, es decir del Juicio a Dios.
La primera acusación que se hace a Jesús es la de hacerse llamar a sí mismo Hijo de Dios. Jesús cita un pasaje profético de la escritura sobre el Mesías en el que afirma que es verdaderamente el Hijo de Dios, o sea, el Mesías esperado, por lo cual es condenado por el sanedrín. Cristo acepta está condena a muerte gustoso; es decir, si Jesús va a ser condenado a muerte por ser Hijo de Dios, verdaderamente es culpable. La condena a muerte es injusta, porque el sanedrín debió reconocerlo en vez de condenarlo, pero el Buen Jesús acepta ser condenado por algo que es verdadero, a pesar del juicio injusto y las acusaciones falseadas para pretender acusarle en falso. Pasado esto, lo llevan de manera pérfida a Pilatos (se define la perfidia como hacer el mal revestido de bien o con apariencia de bondad, desleal, de forma engañosa). La acusación del sanedrín: «Este se considera Rey de nosotros y te lo traemos por considerarse superior a ustedes los romanos». Comportándose como «buenos ciudadanos» de Roma, el sanedrín lleva a Jesús como un insurgente que se llama Rey a sí mismo en oposición al César.
Aquí se hace la segunda acusación: la de decirse Rey. Pilatos procede a interrogarlo y posteriormente a mandarlo a Herodes y flagelarlo; Jesús es presentado con la corona de espinas, la capa púrpura, flagelado y con una caña en la mano. «Ecce Homo». Previo a esto, Pilatos se conmueve por la respuesta que le dio sobre su realeza y el origen de su divinidad. Cristo es acusado de ser Rey y reconoce ese título. Dos juicios: uno por ser Mesías (Mashíaj/Cristos) y otro por ser Rey (Rex). Jesús acepta ser condenado por ser Cristo y por ser Rey, aunque Pilatos evade su responsabilidad de reconocerlo y usar el poder temporal que Dios le dio para hacer el bien.
Finalmente, Pilatos manda escribir la causa de la condena para que sea colocado en la parte superior de la cruz: «Jesús Nazareno Rey de los Judíos». El sanedrín reclama esto y Pilatos responde: «Quod scripsi, scripsi». El sanedrín, falso como es, rechaza la conclusión del juicio con la que en primer lugar ellos lo llevaron. ¿Y cómo llegaron a la conclusión de llevarlo bajo la acusación de ser Rey? Simple. Si es el Hijo de Dios, es el Mesías esperado; si es el Mesías, es, por lo tanto, Rey (INRI). Entonces es llevado a estos juicios, en los que Jesús se ofreció como víctima por nuestros pecados mediante su Pasión y muerte en Cruz, para merecernos la redención, pero sobre todo acepta los cargos y acusaciones que son la causa de su muerte, es el Mesías y es el Rey, y lo termina de confirmar en la Cruz. El Juicio a Dios que hizo y hace el hombre, que no lo termina de reconocer como Cristo Rey en su vida y la sociedad, será en algún momento sometido al Juicio de Dios de manera particular y al final de los tiempos desde el trono de la Cruz; allí lo veremos dando la eternidad a sus hijos y la condena a quienes no lo reconocieron.
Jesse Mercado, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista, Alto Perú
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