El pasado 21 de marzo de 2024 se llevó a cabo una reunión interreligiosa en la Ciudad de Méjico, específicamente en la Sinagoga de la sede Bosques de la Comunidad Bet. El objetivo de esta reunión según los organizadores era «orar por la paz» en Méjico y en el mundo.
Los asistentes a dicha reunión fueron variados, de la manera en que gusta al espíritu modernista del vaticano-segundismo. Se contó con la presencia del Cardenal Carlos Aguiar, Arzobispo Primado de Méjico, y el Obispo Auxiliar, monseñor Francisco Javier Acero, representando a la Iglesia Católica (aunque una manera más precisa de la representación de estos personajes sería decir: del modernismo romano en Méjico); el Obispo Antonio Alejo, de la Iglesia Ortodoxa (Cismática) de América; la «Obispo» Sally Sue Hernández, de la Iglesia Anglicana en Méjico; el Pastor Miguel Ortiz Saavedra, de la Iglesia Evangélica del Pacto; los budistas no faltaron y también tuvieron presencia con Nereo Ordaz de la Soka Gaki; el Rabino Emérito Marcelo Rittner, de la Comunidad Judía Bet; y por último, coronando el circo interreligioso, la embajadora del ilegítimo y genocida «Estado de Israel», Einat Kranz.
Después de mencionar la asistencia del zoológico interreligioso, queda compartir parte de lo que expresó el Cardenal Carlos Aguiar:
«Shalom, Shalom Adonai (La Paz de Dios)…
Por eso nos unimos para la oración, porque es la mejor manera de mover nuestro corazón para que Él intervenga, junto con nuestras acciones, y fortalezca nuestras debilidades y afrontemos con valor y esperanza lo queremos de este mundo, un mundo mejor».
Estas palabras las podríamos esperar de un representante de la ONU, personajes vacíos y sin conocimiento de la Esperanza en Cristo, pero no de un «príncipe» de la Iglesia, ya está de más decir que un verdadero príncipe de la Iglesia Católica Apostólica y Romana no participaría de la venta de la Verdad y la complacencia con los deicidas, cismáticos, paganos y genocidas.
¿Puede ser todo esto considerado un acto por la Paz? Con certeza se puede decir que no, pues la verdadera Paz es con Cristo en el centro, con Cristo como guía y con Cristo como camino.
Ya expondría S.S. Benedicto XV durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en la encíclica Ad beatissimi apostolorum (1915) la necesidad en restablecer los principios del cristianismo para poder lograr una verdadera paz, la Paz en Cristo.
Bajo la misma intención del triunfo del evangelio, el mismo Pontífice estableció a la sazón en Humani generis redemptiomen (1917), sobre la labor de los predicadores en esa guía por la Paz en Cristo: «Jesucristo, muriendo en el altar de la Cruz, logró la redención de la humanidad, y deseando inducir a los hombres, a través de la observancia de sus mandamientos, a ganar la vida eterna, no recurrió a ningún otro medio que a la voz de sus predicadores, confiándoles la tarea de anunciar al mundo las cosas que es necesario creer y hacer para la salvación. Le agradó a Dios salvar a los creyentes a través de la necedad de la predicación. Eligió pues a los Apóstoles, y les infundió con el Espíritu Santo los dones necesarios para ese encargo: Id, dijo, por todo el mundo y predicad el Evangelio».
Con estas directrices un príncipe de la Cristiandad buscó la Paz en Cristo durante aquellos años de la Gran Guerra. Don Javier de Borbón Parma (futuro Rey de las Españas) fue aquel príncipe, siguió las peticiones de S.S. Benedicto XV y pidió a los Aliados y las Potencias Centrales el terminar el conflicto en dónde no se tuvieran vencedores ni vencidos, y que el espíritu de la caridad cristiana fuese la guía para resarcir los daños cometidos. Lamentablemente los bandos en pugna no hicieron caso a la petición pontificia, pero quedaba claro ante el mundo que el camino a seguir era y es el de la Paz con Cristo.
Por eso hoy día, cuando los supuestos representantes eclesiásticos invitan a la paz derrotista en colaboración con los enemigos de la Iglesia debemos entender como católicos conscientes que eso es un error y no obligarnos a colaborar con ello. No colaborar con la traición a Nuestro Señor Jesucristo.
La Paz del católico es y siempre será la Paz en Cristo, con Cristo y mediante Cristo:
Pax Domini Sit Semper Vobiscum
J. Junco, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.
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