A raíz de la Encíclica Diuturnum illud (1881) de León XIII acerca «De la autoridad política», diversos autores empezaron a afirmar o por lo menos se preguntaron si el Papa no habría prestado su apoyo oficial a la antigua tesis minoritaria del origen divino inmediato del poder secular –que los neoescolásticos habían revitalizado y venían propugnando desde mediados del siglo XIX–, condenando a su vez de un modo indirecto la tesis clásica escolástica del origen mediato, por medio de estas palabras: «Es importante advertir en este punto que los que han de gobernar los Estados pueden ser elegidos, en determinadas circunstancias, por la voluntad y juicio de la multitud, sin que la doctrina católica se oponga o contradiga esta elección. Con esta elección se designa el gobernante, pero no se confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ha de ejercer» (§4, traducción oficial vaticana).
Las voces en este sentido se creyeron más respaldadas con ocasión de la publicación de la Encíclica Notre charge apostolique (1910), en la que San Pío X, al condenar la ideología de Le Sillon, aprovechaba para volver a repetir literalmente las mismas frases que su predecesor había dedicado al tema del origen del poder.
Se podrían citar algunos ejemplos de la polémica suscitada sobre este asunto. Así, el jesuita francés Ferdinand Cavallera († 1954) estampó un artículo titulado «Suarez et la doctrine catholique sur l´origine du pouvoir civil» (Bulletin de Littérature Ecclésiastique, 4ª Serie-Tomo IV, 1912, pp. 97-119), en que negaba esa supuesta condena pontificia, saliendo al paso de la tergiversada versión del pensamiento suareciano que había vertido un tal Louis Fabre en un trabajo de dos partes titulado «L´origine du pouvoir, Scolastiques anciens, scolastiques modernes» (Revue Augustinienne, Tomo XVII, 1910, pp. 556-573 y 682-704). Por otro lado, en las páginas de The Irish Theological Quarterly, el jesuita irlandés Edward Masterson († 1935) replicó en su artículo «The origin of civil authority. Has Suarez been condemned by the Church?» (Volumen XVI, 1921, pp. 101-123) la también distorsionada visión que de la doctrina suareciana había presentado un tal John Fitzpatrick en un trabajo titulado «Some more theology about tiranny. A reply to Prof. O´Rahilly» (pp. 1-15). Éste no se amilanó y contrarreplicó con un segundo artículo en que insistía en la presunta condena papal del origen mediato del poder, bajo la rúbrica «The origin of civil authority. A reply to Fr. Masterson» (pp. 213-228); el cual fue seguido de la contundente dúplica final del jesuita en otro escrito con el encabezado «Suarez on the origin of civil authority» (pp. 309-330).
Normalmente los problemas que plantean los neoescolásticos en torno a la tesis tradicional escolástica del origen mediato del poder se originan por una deficiente comprensión de la misma, y en especial de la exposición que de ella hace Suárez, quien fue el que la presentó de forma más clara y acabada en su réplica contra el soberano hereje Jacobo de Gran Bretaña. A fin de esclarecer dicha tesis, el prestigioso jesuita Eustaquio Guerrero († 1978) le consagró una muy instructiva monografía titulada «Precisiones del pensamiento de Suárez sobre el primer sujeto del poder y sobre la legítima forma de su transmisión al Jefe del Estado» (Razón y Fe, Tomo 138, 1948, pp. 443-477).
Ciñéndonos al tema de nuestro artículo, los tres jesuitas mencionados ven claramente que las palabras citadas de León XIII no tocan para nada la cuestión del origen inmediato o mediato del poder, sino que se insertan en un contexto en el que el Papa únicamente se limita a condenar la doctrina rusoniana del origen humano de la potestad civil considerada en sí misma (secundum se). Todos ellos citan en su apoyo al Cardenal Louis Billot, S. J. († 1931), quien, en su magna obra De Ecclesia Christi, se ocupa brevemente de este asunto para llegar a la misma conclusión (Tomo I, 31909, Quaestio XII, §1, pp. 503-505). De hecho, Billot cita a pie de página sendos pasajes de la Encíclica Au milieu des sollicitudes (16/02/1892) y de la Carta a los Cardenales franceses (03/05/1892), en los que León XIII no tiene ningún inconveniente en hablar de «transmisión de poderes supremos» y «modos de transmisión de ese poder» en relación a la concreción humana del poder político; sin que ello, por supuesto, tampoco signifique una pretendida adscripción papal a la tesis del origen mediato del principado temporal.
De todas formas, toda esta discusión se puede simplificar y solventar si atendemos a dos hechos importantes que ayudan a despejar todo el panorama:
En primer lugar, tenemos la declaración del Sacerdote francés Pierre Féret († 1911). En 1874 había publicado una obra con el rubro Le Droit divin et la théologie, aperçu historico-théologique sur le pouvoir souverain en général et particulièrement en France, y a principios de la década siguiente barruntaba la posibilidad de sacar una reedición. En ella sostenía la tesis del origen mediato, y no creía que las oraciones de la Encíclica de León XIII se pudieran interpretar como una condenación de la misma. «Sin embargo –relata el Sacerdote– quisimos corroborar nuestra interpretación con la de los teólogos romanos. En consecuencia, hicimos llegar a un Cardenal residente en la ciudad eterna esta cuestión solicitando humilde y encarecidamente una respuesta: “El Soberano Pontífice, con estas palabras de la Encíclica del 29 de junio pasado: Quo sane delectu (multitudinis) designatur princeps, non conferuntur jura principum; neque mandatur imperium, sed statuitur a quo sit gerendum, ¿no ha apuntado sino a los errores de los pretendidos filósofos del siglo XVIII y del nuestro, los cuales, rechazando el origen divino del poder político, le asignan por fuente primera y única la sociedad civil; o bien ha entendido, al mismo tiempo, resolver la cuestión teológica de la transmisión de ese poder, pronunciándose por la colación inmediata por Dios?”». (FÉRET, Le pouvoir civil devant l´enseignment catholique, 1888, pp. 176-177; el subrayado es suyo).
(Continuará)
Félix M.ª Martín Antoniano
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