Hace varios días, a raíz de la votación en la Eurocámara de la inclusión del aborto en la Carta de los Derechos Fundamentales, Jaime Mayor Oreja concedía una entrevista en la que mostraba su malestar al respecto. A lo largo de la misma, el ex político convertido en cuasi predicador enumeraba las causas y consecuencias de tal decisión: la traición a lo que representa Europa, el olvido de las raíces cristianas de Europa, la falta de libertad de conciencia, el abandono de la cultura de la vida, etc. Parece acertar Mayor Oreja cuando denuncia que «hacer de la cultura de la muerte un derecho fundamental es una aberración social, histórica y política y también pone el dedo en la llaga cuando reconoce que ahora lo importante es simplemente la autodeterminación de la persona».
Sin embargo, el discurso de Mayor Oreja es erróneo y dañino. Parece querer distinguir dentro de la ideología anticristiana de los derechos humanos, unos derechos buenos y otros malos. Explica muy bien Juan Fernando Segovia, en relación con los derechos humanos, cómo «nacidos en el individualismo liberal, pasados por el cernidor clasista social-demócrata, los derechos humanos acaban impulsando la liberación absoluta del hombre de toda clase de dominaciones y potestades, incluso las constitucionales». Y es que los derechos humanos, como ideología anticristiana, no sirven para combatir el aborto. Es más, como estamos viendo, sirven como base para ascender un peldaño más hacia la liberación absoluta del hombre. Al contrario de la solución que propone nuestro ex político, recurriendo a las manidas raíces cristianas de Europa, Juan Fernando Segovia explica cómo la solución estaría en «desandar el trayecto de la secularización de la cultura occidental y desatar el nudo que encierra a los derechos del hombre en el círculo ideológico de la democracia y el liberalismo y el proyecto emancipador que encarnan».
Pero ese discurso está en las antípodas de lo que pretende Mayor Oreja. Aceptar la ideología de los derechos humanos te convierte en un dios, que decide qué está bien o mal, qué es un derecho y qué no lo es. Y aunque parece ser que está dispuesto a doblegarse y ceder en aspectos fundamentales, hay otros como el aborto por los que no pasa.
A imitación de ese joven liberal, que lo tenía todo y decide fundar una asociación provida. Ante la pregunta del entrevistador que le interpela porqué le ha dado por ahí (fundar esa asociación), el joven contesta orgulloso y embravecido como un pequeño dios: «Soy liberal en todo, menos en el aborto. No se puede matar a una persona ¡Por ahí no paso!»
Belén Perfecto, Margaritas Hispánicas
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