La efeméride de la primera aparición de la Santísima Virgen un 13 de mayo en Fátima a los tres pastorcitos puede ser buena ocasión para actualizar con una somera referencia la información relevante que ha ido saliendo a la luz en los últimos meses en relación a Sor Lucía y a posibles escritos suyos que ayudarían a una mejor intelección del Secreto. Pocos datos hay que consignar, pero, aunque vayan saliendo a cuentagotas, pensamos que merece la pena dejar constancia de los mismos, siquiera de manera sucinta.
En nuestros trabajos anteriores sobre Fátima albergábamos la esperanza de que pudieran ir apareciendo nuevos documentos de interés en el marco del proceso de canonización de la última vidente fallecida que se anda desarrollando en nuestros días, y cuya primera fase ha concluido felizmente con la aprobación por el Papa Francisco, el 22 de junio del año pasado, del Decreto sobre las virtudes heroicas de la que es ya oficialmente Venerable Hermana Lucía. Al parecer, un reputado periodista italiano, Saverio Gaeta, consiguió tener acceso a algunos de esos documentos que fueron surgiendo durante el transcurso de dicha fase del proceso, y de los cuales ha dado cuenta en una obra que se estampó el pasado noviembre titulada I segreti di suor Lucia. Fatima, la verità mai detta. Teniendo en cuenta que se trata de un escritor que se mueve en la órbita de la derecha cristiana conservadora, de cuyo seno emergió la turbia corriente fatimista italiana liderada por el también periodista Antonio Socci, conviene destacar que en su libro se rechaza tajantemente la teoría –defendida por aquella corriente– de la existencia de una supuesta parte del Secreto todavía no revelada, por lo que el autor contribuye así a centrar mejor toda futura seria investigación sobre Fátima al margen de confusas desviaciones «conspiranoicas» más propias de publicistas sensacionalistas.
El principal texto que trae a colación Gaeta es una carta –«custodiada en los archivos vaticanos y resurgida en el proceso de canonización de la religiosa»– de Sor Lucía a Pablo VI, fechada el 22 de agosto de 1967, pocos meses después de su encuentro en Fátima, el 13 de mayo, a donde se había desplazado el Papa para la celebración del 50º Aniversario de las apariciones. Esta epístola «fue enviada por correo aéreo certificado en un sobre sellado, dentro de otra carta dirigida al Secretario de Estado vaticano, el Cardenal Amleto Giovanni Cicognani, el cual le había sugerido [a la vidente] tal modalidad en una carta suya del 27 de julio anterior».
El asunto de la misiva concernía a algunas dudas que le habían sobrevenido a la carmelita sobre el modo práctico de actuar en situaciones concretas no especificadas por las reglas generales que los responsables vaticanos le habían comunicado acerca del comportamiento a adoptar en sus relaciones con eventuales visitantes: «Con el más grande respeto y filial devoción –transcribe Gaeta–, agradezco la carta enviada a mí a través del Eminentísimo Señor Cardenal Cicognani, y la paternal bondad de Vuestra Santidad al concederme la posibilidad de poder escribir sin que mi carta sea abierta por otros. Una gracia ésta de la cual no soy digna y de la cual no quiero abusar. Cuando en Fátima pregunté si fuera posible hablar en privado con Vuestra Santidad y oí que no era posible, me abandoné a la acción del Espíritu Santo, ciertamente apenada, pero en paz, cierta que Dios no abandona nunca a quienes confían en Él. Lo que habría deseado decir a Vuestra Santidad era por la esperanza de escuchar una palabra que me sirviese de norma en los casos que crean complicaciones según las normas dadas por la Santa Sede acerca de mí. Casos en los que, dado que la Santa Sede se ha reservado el derecho, el Prelado local no puede resolver nada. Sobre todo, aquellos casos en los que la Santa Sede considera a bien autorizar a algunos teólogos y escritores a hablar conmigo e interrogarme. Anteriormente, cuando era el Prelado quien daba la autorización, Su Excelencia me indicaba hasta qué punto yo debía contar los sucesos. Porque existen algunos detalles que parece prudente que, por el momento, no se vengan a conocer. Yo sé que la Santa Sede tiene la precaución de solicitar los cuestionarios antes de que vengan a publicarse, y esto en parte me tranquiliza».
Entra a continuación la parte de la carta que se puede considerar más interesante en conexión con el Mensaje de Fátima, y que Gaeta transcribe así: «Una de las preguntas que últimamente se me ha dirigido es: si todo el Mensaje ha sido ya entregado a la Iglesia. Respondí que sí. Habría debido decir que: en cuanto a los hechos, sí; pero en cuanto a la perspectiva y a los aspectos particulares, en cambio, no. Sin embargo, no he dado esta respuesta, para no dar lugar a ulteriores preguntas a las cuales no sería conveniente responder. Los puntos significativos del Mensaje son: 1º– La Luz Inmensa que era Dios, y fue manifestada el 13 de junio de 1917. He dicho que se ha mostrado esta Luz, pero no su desarrollo. 2º– Las palabras de Nuestra Señora: “En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe”, el 13 de julio de 1917. He dicho y están publicadas estas palabras, pero no su significado. 3º– “Al fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”. He dicho y están publicadas estas palabras, pero no en qué consiste su realización».
Gaeta comenta, por su parte, que «los documentos a nuestra disposición no ofrecen detalles para puntualizar las afirmaciones de Sor Lucía, pero cuanto hemos mostrado anteriormente hace claramente hipotetizar ulteriores escritos de la vidente con tales precisiones». Únicamente apostillamos que los asertos de la religiosa carmelita, por supuesto, hacen probable la existencia de otros escritos en los que la vidente presumiblemente habría aclarado los puntos del Mensaje que ella menciona en su carta. Pero eso no quiere decir que esos escritos efectivamente existan; sólo es una posibilidad.
No obstante, Gaeta relata seguidamente una anécdota que puede estimarse como un fuerte indicio en favor de esa hipótesis de investigación. El ensayista italiano lo cuenta así:
«Por lo demás, incluso en la documentación proporcionada a los teólogos que han tenido el cometido de comprobar la heroicidad de las virtudes de la carmelita, resultan evidentes lagunas e incomprensibles censuras.
El ejemplo más llamativo se refiere a una vicisitud en el verano de 1977, después de que el 31 de mayo la religiosa había escrito a Pablo VI para animarle a publicar un documento que rechazase con decisión la posible influencia de los movimientos de extrema izquierda sobre la Iglesia: “Debemos amar a nuestros hermanos comunistas y marxistas, rezar a Dios por ellos y desearles todo bien, porque son como nosotros, hijos de Dios. (…) Pero no podemos adherir ni aceptar sus ideologías, dado que tienen como base el ateísmo, la injusticia y la violencia. (…) El pluralismo no justifica, delante de Dios, la incredulidad, ni la injusticia, ni la violencia, ni siquiera la falta de verdad con la cual engañan a los pueblos, prometiendo lo que luego no dan ni hacen. El retraso en la publicación de este documento da ocasión al aumento de la confusión y de la incomprensión sobre la posición que debemos asumir. El silencio puede ser recibido con valor de consenso”.
El 3 de septiembre anotó en su Diario que el obispo de Coímbra, por encargo de la Santa Sede, le había puesto dos interrogantes: “Si la carta que dirigía al Santo Padre fue motivada por alguna intervención sobrenatural. Segundo: si hubiera sido motivada por la intervención de otras personas. He respondido diciendo que había sido por dos razones”. Curiosamente, sin embargo, después de esta frase, aparecen corchetes con puntos suspensivos, para señalar el inexplicable corte del texto relativo a la clarificación».
El hecho de que alguno de los documentos facilitados por la Santa Sede para su examen por los teólogos durante el proceso de canonización apareciera –por la razón que sea– recortado, induce a que uno se pregunte si pudieran existir otros documentos en los Archivos vaticanos que –por las mismas razones, sean cuales fueren– sencillamente dejaron de proporcionarse. En todo caso, en nuestros trabajos anteriores ya expusimos nuestro pesimismo a una eventual colaboración desde Roma en toda esta cuestión, fijando más bien nuestras miras hacia el Carmelo de Coímbra y su Archivo como más previsible fuente documental de la que podrían salir novedades que favoreciesen una clarificación del Mensaje de Fátima.
Un momento propicio para ello podría serlo el año que viene en que se cumple el centenario de las apariciones de la Santísima Virgen a Sor Lucía en el Convento de las Doroteas, en Pontevedra, cuando Nuestra Señora le instruyó y encomendó la promoción de la Devoción reparadora de los Cinco Primeros Sábados, justo el día anterior a la institución de la Fiesta de Cristo Rey por Pío XI.
Félix M.ª Martín Antoniano
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