La oposición en el Consejo Real a la inválida Pragmática de 1830 (II)

«Todo no es más que una maldad, una adulación y una intriga endiablada»

José Arias Teijeiro (1799-1867).

Un ya veinteañero Arias Teijeiro se afincó en Madrid en 1824, e ingresó al año siguiente como soldado voluntario en el Cuerpo de Voluntarios Realistas de la Corte, dentro del cual llegará a ascender al grado de Subteniente. Permaneció en la Corte hasta mediados de 1831, y durante su estancia en la misma redactó unos Diarios personales, entre Enero de 1828 y Mayo de 1831, en los que iba recogiendo toda clase de noticias, ya le llegaran a él directamente o por mediación de terceros.

El día 28 de Marzo de 1830 escribía el realista gallego en su Diario (los subrayados son suyos): «Casqueiro [= un Oficial de la Secretaría del Consejo Real] dijo que nada sabía del objeto del gran Consejo de ayer. Pero N. [= realista sin identificar] ha descifrado este misterio y avisado bien temprano a Pequeño [= el Infante D. Carlos M.ª Isidro] por O. [= Obispo de León, Joaquín Abarca] Antes de ayer noche, Calomarde (al mismo tiempo que llamaba al Sr. Lamas [= José Lamas Pardo, Oficial jubilado de la Secretaría de Gracia y Justicia, realista acrisolado]), dio un pliego al Decano [= José M.ª Puig de Samper] mandando convocar ayer a Consejo pleno con asistencia previa del Corregidor [de Madrid, Tadeo Ignacio Gil] y Gobernador de la Sala [de Alcaldes, Francisco Fernández del Pino]. Se reunió, en efecto: se cerraron las puertas; ¿y qué era? Una ley que concede la sucesión a las mujeres de mejor grado en concurrencia con varones. El Consejo pasó por todo. (Véase mañana). Así se varía la ley de Felipe V, ley que hoy es fundamental. Se dice que a Carlos IV la pidieron las Cortes. ¿Qué Cortes? y además Carlos IV lo reusó [sic]; y las peticiones de un siglo no son peticiones de hoy; y entonces no había terceros interesados con derecho adquirido; etc. Y ¿para qué esta premura? [¿] se va a morir el Rey; ni aún a parir la Reina? Todo no es más que una maldad, una adulación y una intriga endiablada. Me alegraré que no la pasen al Consejo de Estado para evitar compromisos; y para quitar todo medio de coonestar [sic] la nulidad. Ni aun para hacer el mal tienen táctica. Dios los ciega: ¡si tendremos lo de Portugal! [= alusión a la guerra entre miguelistas y pedristas iniciada dos años después de la muerte de Juan VI en 1826]. Al momento fue el Herm[an]º Terrible [= antirrealista no identificado] a contarlo, y a decir que es bien hecho, pues las leyes de Partida son muy sabias y las fundamentales no deben mudarse con facilidad. ¡Que tal! Pues por esa misma razón. Adviértase que las leyes de Partida no fueron hechas en Cortes. Pero dejémoslo. [¡] Modet lo ha negado! yo lo digo a varios; y nadie lo sabe. De recelar es que los Reyes de Nápoles hayan esperado a hacer esto, y a ver nombrada una Regencia por el Rey, como se dice y será [= alusión a la estancia de los Reyes de Nápoles en la Corte, quienes habían acompañado a su hija María Cristiana para su matrimonio con Fernando VII. Llegaron el 8 de Diciembre de 1829, y prolongaron su estancia en Madrid hasta el 14 de Abril de 1830]. Grijalva habrá sido el instigador de este lío».  

Al día siguiente tuvo lugar un besamanos por el cumpleaños del entonces Infante de las Españas D. Carlos M.ª Isidro, al cual asistió nuestro joven Oficial realista junto a otros, entablándose una conversación sobre lo acaecido en el Consejo de Castilla dos días antes. Teijeiro anota en su Diario, bajo dicha fecha, lo siguiente (los subrayados son suyos): «Gascó [= Oficial de Voluntarios Realistas] charló también a Pelliceli [= otro Oficial de Voluntarios Realistas] lo del Consejo citándome, pero causa buen efecto. C. [= no identificado; ¿Catalán, tal vez?] fue quien lo dijo a N.; éste a O. etc. El Corregidor charló largamente: dijo que amaba a su Rey, pero que por una variación hecha a la Ley fundamental en estas circunstancias, se exponía a la guerra civil con todas sus consecuencias; así, se opuso valientemente a tal ley; le siguieron Modet, Catalán, Otal y Cabanilles; nadie más. Ciertamente que esto les acredita. Hay más: al momento fue St Priest [= Vizconde de Saint-Priest, Embajador francés] a presentarse a Salmón [= Secretario del Despacho de Estado] y a protestar contra esta derogación de la ley de Felipe V, conminando con la guerra; Salmón culpó a Calomarde quien, dijo, todo lo precipita: además fue a los Reyes de Nápoles; y el marrullero del Rey [= de Nápoles, Francisco I] le contestó “Si, si, la ley sálica, la ley sálica”. Mala cosa es esta para los tramoyistas. Además creo que ni había acuerdo de Carlos IV, ni cosa alguna formal. Lástima será que ahora piensen en formalizarla. O. estuvo largamente con Pequeño. Según este, el In[fan]te dice “que se alegra no reinar pues así se salvará”. Pero se le representan los derechos de la Nación y de sus hijos. ¿Y que haría? No asistir al Consejo de Estado si lo hubiese. ¿Protestaría? Esto indicaría carácter, pero podía dar lugar a convulsiones y otros males que él no quiere, ni convienen. No obstante, en tal caso una Exposición-protesta muy pensada, y delicada, a mi juicio. Es excelente Señor. Lo de St. Priest se sabe por aquel conducto; pero sólo esto dos o tres lo saben. Así, a nadie diré. Veremos, pues esto toma así otro aspecto».

Félix M.ª Martín Antoniano

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