En nuestros días, vemos ante nuestros ojos cómo la sociedad se está autodestruyendo. Aborto masivo, más matrimonios que se divorcian de los que se mantienen, hijos degenerados, la familia acosada y semidestruida… que se ve sustituida por supuestos nuevos tipos de familias, que no son más que la justificación de graves vicios…
Todo este panorama desolador empezó con la pérdida de la modestia por parte de las mujeres. Y después también por los hombres. No hay más que ver la colosal diferencia entre cómo iban vestidos los hombres y mujeres jóvenes todavía a principios de los años 60, como se ve fácilmente en las películas de aquella época, y cómo se iba 20 años más tarde. Si lo comparamos con cómo van hoy en día los jóvenes, la diferencia es desoladora.
Esos hombres vestidos con traje, corbata y sombrero y esas chicas con vestidos elegantes, no necesariamente caros pero siempre femeninos y modestos, bien arregladas, han dado paso a las aberraciones actuales y a las jóvenes semidesnudas en verano, que vemos con solo bajar a la calle. Y a los hombres vestidos de cualquier manera e incluso cada vez más, con prendas femeninas.
No es casualidad que todo el desastre en que se hundió la Iglesia y el mundo a partir de mediados de los 60, coincidiese exactamente con la pérdida de la modestia en la apariencia.
El Enemigo sabía muy bien que ese cambio trascendental provocaría el hundimiento de la sociedad en la impureza, el pecado que más almas lleva al infierno, según dijo la Santísima Virgen en Fátima.
De ahí vino la destrucción de la familia y después, la de los varones. Destruida la mujer en su decencia y dignidad auténtica, se destruyó la familia y los propios hombres, desconcertados, cayeron en la inmodestia y el afeminamiento. Destruida la mujer, destruida toda la sociedad. Las niños también gracias a todo ello son cada vez más precoces en la inmodestia y la impureza.
Si queremos enderezar este panorama infernal en el que vivimos, es urgente acabar con las aberraciones y volver al estilo de vida modesto y tradicional, basado en la Tradición Católica.
Recemos por que todos comprendamos esto, especialmente en España, pues ya decía aquel proverbio tradicional: «Cuando en España el Rosario se solía rezar, era grande España por tierra y por mar».
Lina C., Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau (Barcelona)
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