Cornudos y apaleados

Es lo que tiene la monarquía parlamentaria: corona de talco, sí, pero bolsillos de oro

Pedro Sánchez con Felipe de Borbón/GTRES

No por mucho desearlo la derechita que va de valiente ha conseguido que Felipe se niegue a sancionar la inicua ley de amnistía que estos días ha visto la estampa del Boletín Oficial del Estado. Muchas cábalas, algunas descabelladas, han hecho nuestros amigos derechoides para tan pocos resultados: que si este o aquel recoveco del bodrio constitucional permitiría una negativa, que si ésta salvaría la dignidad de la corona… La derechita cobarde, en cambio, menos ingenua con respecto a la pantomima constitucional, se ha limitado a pedir que «no metamos al “rey” en esto» (como si no estuviera ya metido) porque «no puede hacer otra cosa» (si quiere seguir en nómina, se entiende). Unos y otros, en fin, además de cornudos, apaleados. Sólo falta que Alfonso Ussía finja que Felipe tiene la venia del Papa.

Que Felipe iba a firmar la inicua ley de amnistía estaba claro, no porque no tuviera otra opción según nuestra constitución apóstata, sino porque no ha tenido escrúpulo alguno en firmar cosas objetivamente peores. Todavía no está seca la tinta de su firma en la ley del suicidio inducido, también llamado «eutanasia», por poner un ejemplo. Pero en esto, como en todo, de casta le viene al galgo: el felón de su padre tampoco tuvo reparos en firmar las leyes del aborto, del divorcio o del gaymonio, entre otras muchas que, sin embargo, han levantado menos polvareda entre esa derecha cornuda y apaleada. Es lo que tiene la monarquía parlamentaria: corona de talco, sí, pero bolsillos de oro.

La derecha tiene que aprender que su Felipe «VI» no es nuestro Felipe II: no le importa reinar sobre herejes y tampoco perder sus estados.

Manuel Sanjuán, Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella

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