Amigos Cabalgantes:
En ocasión de esta XV Cabalgata por la Hispanidad quiero dirigirme a todos los cabalgantes, a todos los peregrinos, no solo de esta sino de todas las cabalgatas, estén donde estén, cualquiera sea su lugar de origen, pero hermanados por una misma raza y unidos bajo un mismo credo. Me dirijo también a todos los cristianos, de todos los tiempos y ya triunfantes, que con su sangre y amor todo lo dieron por Nuestro Señor y que con ello nos legaron aquél camino angosto, aquella senda antigua que nos precede y excede, y que aún hoy hace posible un peregrinar cargado de esperanza, en compañía de Nuestra Señora, a los pies del altar del Primer y Eterno Padre. Les pedimos a ellos que nos ayuden a no perder de vista el rastro y a conservar la huella en la senda.
Desde nuestro puesto dentro de la Hispanidad, cada uno de nosotros, hoy levantamos la voz y erguimos las banderas desde Tucumán, sabiendo que el espíritu que nos mueve es atemporal y de carácter universal, pero con una concreción particular; sabiendo la responsabilidad que ello implica, conscientes de que a medida que avanza nuestro peregrinar no lo hacemos solo por nosotros mismos, sino que, indignamente, con nosotros peregrina la Santa Iglesia Católica de Nuestro Señor Jesucristo y la Patria que heredamos y que, como hijos debemos merecer y, al mismo tiempo como padres, transmitir a quienes nos continúan. Esa es nuestra mayor riqueza y, a la vez, nuestra mayor deuda.
También, me dirijo a todos los hombres de nuestra generación, a ustedes cabalgantes, a todos aquellos con los que compartimos estos tiempos que nos tocan vivir. Es un compromiso, una madurez y un dicha pensar que podemos aliviar, en parte, la carga de nuestros mayores que han peleado, incluso muerto, trabajado y sufrido para proteger la Patria y el Altar, que supieron ser padres y que, protegiendo aquello tan noble y sublime, mantuvieron viva la posibilidad de la santidad y salvación de nuestras almas. Por ello, le digo a nuestra generación no se dejen amedrentar por las adversidades del hoy: «sólo tras de muertos capitularemos». Si todos avanzamos en columna unida, con fe viva e inquebrantable, con gran valor y un corazón tranquilo podremos hacer de esta antigua herencia, que tanto amamos, algo aún más grandioso, más feliz y más santo. Asumamos la responsabilidad cabalgantes, como sacerdotes o padres de familia, Dios lo quiere, Nuestra Señora nos convoca, nosotros y las generaciones lo necesitamos. Que nuestro corazón ame lo que se debe amar, para que nuestra sangre contribuya, potente, a la concreción del Bien que la Patria tanto anhela. Para ello, Cabalgantes, debemos dar aquello que nuestros padres dieron, y es todo, todo de nosotros mismos.
Ánimo pues cabalgantes, es posible, quizás seamos pocos pero sabemos que cabalgamos no por nuestras solas fuerzas, sino en compañía de nuestros héroes, santos y mártires. Cabalgamos confiados en que nuestro sacrificio, entregado y humilde, se magnifica en el poder de Cristo que es Padre, Señor y Rey.
Adelante Cabalgantes, es hora de avanzar con renovado compromiso, implorando al Inmaculado Corazón de Nuestra Señora, a Ella que es la Portadora del Triunfo Final, nos guíe y proteja, con su maternal compañía, en la entrega de amor a nuestra gran patria y, con ella y por ella, a Jesucristo Nuestro Señor.
¡¡¡Dios lo quiere!!!
Francisco Javier Viejobueno
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