
El hispanista argentino Marcelo Gullo presentó el pasado lunes 17 de junio, en el ovetense Club de La Nueva España, su obra «Lo que América debe a España», que constituye la tercera parte de una trilogía dedicada a la defensa de la Hispanidad, junto con «Madre Patria» y «Nada por lo que pedir perdón».
El aforo completo del salón de actos del periódico regional fue la mejor bienvenida que la ciudad de Oviedo pudo brindarle al escritor rosarino, que comenzó su exposición declarándose un simple defensor de la verdad contra «la mentira histórica de la Leyenda Negra». Apuntó que toda mentira histórica «tiene un objetivo político», que en este caso «es destruir España». «España era un gran transatlántico», según el hispanista, que tras las «guerras civiles» de las independencias se dividió en muchos «botes más pequeños». El pequeño bote de la España peninsular «se quedó con el nombre del transatlántico». «Si el ministro de incultura, el señor Urtasun, dice que hay que descolonizar los museos españoles, no es porque sea ignorante, sino porque tiene una intención política», ha resaltado a propósito de las polémicas declaraciones del ministro español de Cultura.
Lamenta el escritor rioplatense que España haya sido «condenada en un tribunal», metafóricamente hablando, y se presenta como abogado defensor que pretende demostrar que «el muerto está vivo». «Realmente no tengo por qué defender a España —apuntó Gullo, quien desciende de cuatro abuelos italianos—, pero lo hago desde el convencimiento de que la historia se ha falseado». «Basta ya de trabajar para destruir España; ahora no es una necesidad, pero dentro de unos años será perentorio recuperar la conciencia de esta nación y hay que estar preparados para ello», advirtió al auditorio ovetense.
El historiador pasó revista a algunos de los hechos más significativos de las secesiones americanas, «todas ellas promovidas por el imperio británico» y que constituyeron «auténticas guerras civiles» en las que «la mayoría de los indios lucharon con los realistas». Tales fueron, según Gullo, los casos de Antonio Guachaca, campesino y militar indígena de etnia quechua, o Agustín Agualongo, caudillo mestizo del ejército real español, militando ambos bajo «la bandera de Dios, Patria y Rey».
«Bajo el Imperio británico, los indios no tenían derecho a voto y estaban prohibidos los matrimonios interraciales», mientras que «Garcilaso de la Vega hablaba y escribía perfectamente en latín y quechua, y se vino a España y pidió ser enterrado en la Catedral de Córdoba». El ponente lamentó que sean los mismos españoles los que estén tirando piedras a su propio tejado: «Son ustedes, los españoles, los que tienen que ponerse de pie y defender el legado que España dejó en América como la base de una civilización que superó ampliamente las formas de convivencia de pueblos que practicaban el canibalismo y la antropofagia».
También el elemento religioso fue colacionado por el ponente en su exposición, si bien de manera más directa en el turno de preguntas, en el que un miembro de un grupo de carlistas presente en el auditorio le preguntó al autor, recogiendo la referencia a la bandera realista de Guachaca y Agualongo, si acaso el hispanismo no corre el riesgo de degenerar en una ideología moderna más si se prescinde, a cuenta de un pretendido «catolicismo cultural», del elemento religioso y monárquico en toda su integridad. En su respuesta a la «excelente pregunta», Gullo distinguió «la parte teórica de la parte práctica», subrayando que en efecto «la Hispanidad es la Catolicidad hecha carne», pero que sería muy perjudicial que la decadencia del mundo anglosajón coincidiera con un momento de debilidad del mundo hispánico, por lo que «es necesaria la unidad».
Otro miembro del auditorio preguntó al orador en qué momento en Hispanoamérica habían empezado a comulgar con la Leyenda Negra y la respuesta de Gullo apuntó a «la derecha liberal» como la principal responsable de su promoción. Finalmente, el último turno de preguntas fue aprovechado por un asistente para preguntar sobre Europa frente a la Hispanidad. La contundente respuesta del ponente despertó la inmediata ovación del auditorio, que puso el broche final a la presentación: «Europa es una prostituta enferma».
Agencia FARO
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